La marcha de los alba?iles
Centroam¨¦rica carbura y zozobra con su propia circulaci¨®n migratoria. Aparte de los millones de centroamericanos que emigran a EE UU para que sus familias -y las macroeconom¨ªas del istmo- salgan adelante, otro flujo va y viene entre la frontera sur de M¨¦xico y la regi¨®n del Dari¨¦n paname?o.
El auge inmobiliario que inundaba El Salvador, Costa Rica y Panam¨¢ ha echado el freno. Y Nicaragua ha adormecido la escasa inversi¨®n extranjera que en los ¨²ltimos dos a?os se atrevi¨® a desafiar la pol¨ªtica del Gobierno de Daniel Ortega. Las tropas de alba?iles van de un pa¨ªs a otro en busca del lugar donde las tasas no suban tanto para los inversores, donde el capital fluya sin detenerse demasiado por el encarecimiento de las materias primas, donde la urgencia por una nueva obra supere los aprietos de la coyuntura mundial.
El auge de la construcci¨®n se ha frenado y, con ello, el empleo
Los inmigrantes van de un pa¨ªs a otro en busca de un trabajo
Es imposible calcular el flujo de trabajadores, la mayor¨ªa ilegales
Nicaragua fue la fuente principal de alba?iles y carpinteros para el boom de la construcci¨®n dos a?os atr¨¢s. Con la mitad de la poblaci¨®n en la pobreza, los nicarag¨¹enses han salido a buscarse la vida y sus gobernantes no parecen molestarse. Los complejos residenciales e industriales salvadore?os y costarricenses, m¨¢s la copiosa obra p¨²blica paname?a, robaron mano de obra a las granjas y provocaron una mayor emigraci¨®n. El ej¨¦rcito de los martillos estaba listo para ampliar el canal de Panam¨¢ o construir lujosas suites en el Pac¨ªfico Norte de Costa Rica.
Las p¨¢ginas de los peri¨®dicos se saturaban con demandas de mano de obra, las asociaciones empresariales presionaban a las autoridades para que reclutaran obreros y el salario de cada uno se apreciaba hasta en un 40%. Los aventurados caminaban casi en fila por los senderos que las monta?as se dejan abrir para la migraci¨®n ilegal.
?Y ahora? "Usted ver¨¢ que todav¨ªa siguen cruzando m¨¢s por la monta?a que por la frontera", se?al¨® Jaime Molina, un dirigente inmobiliario en Costa Rica. Lo que quiz¨¢ no tengan esos trabajadores es una br¨²jula ni un term¨®metro para medir qu¨¦ sienten los inversores al ver el precio del acero. Ah¨ª van ellos con su mochila ra¨ªda sorteando fronteras y soportando las condiciones laborales que los patronos quieran cuando ven un pasaporte sin los sellos completos.
?Cu¨¢ntos son? Cualquier c¨¢lculo es una osad¨ªa, dice un experto al que varias ONG le pagan para que calcule el impacto de la migraci¨®n laboral en Centroam¨¦rica. "De un pa¨ªs salen diez y pueden regresar cinco o quince. Eso altera de manera impredecible los costos para las granjas y las empresas constructoras".
Los controles gubernamentales para intentar combatir la inseguridad constituyen otra dificultad. Rafael Cantera, un alba?il de 28 a?os con cuatro hijas que esperan su remesa en el sur de Nicaragua, cuenta que lleg¨® a Costa Rica porque en El Salvador lo confundieron con un pandillero y pas¨® tres d¨ªas detenido. "Creo que all¨¢ iba a ganar m¨¢s, pero no puedo estar seguro. Cuando arrecia el trabajo uno se mueve donde paguen mejor; cuando todo se afloja uno le huye al peor lugar. Todos mis hermanos lo sabemos", exclam¨®.
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