"Los reparamos y vuelven a tener vida"
Marc Bosch tiene un centenar de tractores de ¨¦poca que quiere exhibir en un museo
![?ngels Pi?ol](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F2996def5-4f7d-4ecf-ada6-746768fac215.png?auth=4edcab0cb2f418f595b64b8e453c1c1ede58c476b20f5338b20762076716a89d&width=100&height=100&smart=true)
Marc Bosch, de 31 a?os, suele hacer cada d¨ªa una peque?a escapada desde la gasolinera de su propiedad hasta una nave del pol¨ªgono de Castellbisbal para echar un vistazo a sus m¨¢s de 100 tractores de ¨¦poca. Los tiene muy cerca: a apenas 100 metros de su trabajo.
"Es raro el d¨ªa que no vengo aqu¨ª. Los veo y me relajo", confiesa.
La nave, de unos 2.000 metros cuadrados, se abre y aparecen en ella cuatro hileras de tractores, perfectamente dispuestos. Las m¨¢quinas, muchas lustrosas, parecen haber salido hace poco de f¨¢brica. Y no es as¨ª: la mayor¨ªa tienen m¨¢s de 50 a?os y, tras un largo camino desde una feria, un chatarrero o una mas¨ªa abandonada, gracias al boca a boca, han acabado en la casa de la familia Bosch, que las ha restaurado con mimo. No necesitan llave de contacto y todos, con el aceite a punto, funcionan. Marc lo demuestra: se pas¨® cuatro a?os arreglando un tractor que pone en marcha tras darle al volante de inercia con una manivela. ?ste no necesita el soplete para calentar la culata. Unas vueltas y el ruido es ensordecedor. Como el de una vieja locomotora. A Marc se le dibuja una sonrisa en la cara de oreja a oreja. Es su preferido.
"Es una gran satisfacci¨®n cuando se vuelven a poner en marcha", dice el coleccionista
"He invertido cuatro a?os en reparar este International Harvester, modelo Titan, de 1916. La m¨¢quina que compr¨¦ como chatarra. Es una gran satisfacci¨®n cuando logras que se pongan en marcha. Vuelven a tener vida. La restauraci¨®n de un mueble no te proporciona ese placer", dice Marc sintiendo algo parecido al placer de un afinador de pianos.
Posiblemente, la colecci¨®n es un canto de melancol¨ªa al mundo que poco a poco han ido perdiendo los Bosch, una familia de payeses de Castellbisbal, de Can Cases del Riu, que ha visto como la industrializaci¨®n les ha ido robando paso a paso su vida campesina. Es, como dice Marc, el v¨ªnculo con la tierra. La colecci¨®n naci¨® hace medio siglo cuando Joan Bosch, padre, recibi¨® en 1960 un multicultor alem¨¢n que luce un naranja chill¨®n. Las chimeneas de las f¨¢bricas no le permitieron vivir m¨¢s de melocotoneros, manzanos y perales, y el patriarca se dedic¨® a la construcci¨®n. Pero decidi¨® coleccionar tractores con tal pasi¨®n que la era de la mas¨ªa se convirti¨® en un garaje. Hace unos a?os, el AVE les mordi¨® un pedazo de finca e improvisaron un aparcamiento. La nave se estaba construyendo y all¨ª acabaron los tractores, esperando mejor destino.
Una de las joyas es un gigantesco tractor Case, de Wisconsin, de 1914, poco ¨²til en Europa por sus dimensiones estratosf¨¦ricas. Y tienen su encanto los alemanes Lanz Buldog, de la d¨¦cada de 1940, con un inquietante aspecto b¨¦lico, m¨¢s f¨¢cil ubicarlos en una pel¨ªcula de la Segunda Guerra Mundial que en un campo en Baviera. U otro que parece un drag¨®n a punto de salir volando. Pero ahora todos estos ejemplares son como leones enjaulados porque cuesta un mundo moverlos: circulan a lo sumo entre los 5 y los 20 kil¨®metros por hora y cuesta maniobrar con ellos. S¨®lo entre 10 o 15 tienen el permiso de veh¨ªculo agr¨ªcola y la documentaci¨®n para salir a la carretera. Sus salidas suelen ser para ir a ferias como la que se celebr¨® el domingo en Castellbisbal, en la que particip¨® la Asociaci¨®n de Amigos de Tractores de ?poca del Bages. Los organizadores les pagan las gr¨²as para transportarlos.
"S¨¦ que la gente nos puede considerar raros pero el coleccionismo de tractores est¨¢ muy extendido en Holanda, Alemania o Francia. Aqu¨ª estamos a¨²n en la Edad de Piedra. Y en Estados Unidos hay fiebre por intercambiar piezas para reparar motores dif¨ªciles de conseguir", asegura este apasionado de la mec¨¢nica, con m¨¢s de 200 libros de tractores en casa y que muestra un reloj de temperatura que le acaba de llegar de Michigan. Dice que la nave no es el mejor lugar para sus inmensos juguetes y su familia promueve desde hace 10 a?os un museo en Castellbisbal. Ya dispone del solar y del proyecto arquitect¨®nico. Falta que la Administraci¨®n colabore. La colecci¨®n, acompa?ada de una avioneta americana de la d¨¦cada de 1940, motos, un Alfa Romeo de 1963, un Ford de 1928 y un cami¨®n del Ej¨¦rcito comprado en una subasta, no tiene precio. Y Marc tiene ahora un deseo: el placer de conducir un Lanz Buldog con capota incluida, sill¨®n de piel y volante de madera al que le falta la matr¨ªcula hist¨®rica. "?Y por qu¨¦ no puedo salir alg¨²n domingo con ¨¦l a comprar el pan?".
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