De los nombres y sus or¨ªgenes
El pueblo se preguntaba en alta voz si sus or¨ªgenes eran de una sola fuente o se deb¨ªan a multitud de ellas. Era necesario dilucidar, de una vez por todas, si las siete aguas de Siete Aguas proced¨ªan en su origen de distintos y cercanos manantiales que en el lugar surg¨ªan, como divulga el sabiondo Espinalt en su Atalante Espa?ol, o bien nac¨ªan de un mismo y ¨²nico manantial, que en su fluir forjaba el r¨ªo Such, y al que hab¨ªa que pasar y repasar por siete veces, siete, para poder alcanzar las casas y parajes del inasible lugar -que ni apellido ten¨ªa- desde la urbe de Bu?ol.
La duda permanece y cada cual se apunta a la versi¨®n que m¨¢s a?ora, que en ello no hay virtud o maldad alguna.
Superior importancia tuvo la ubicaci¨®n de la Cruz Pairal, con nombre y t¨ªtulo que la eleva y retrotrae a los padres o antecesores, y que con su g¨®tico estilo delimitaba las tierras castellanas y valencianas, que hasta el a?o de gracia de mil ochocientos cincuenta y uno se situ¨® en los llanos que intermedian entre Requena y nuestra propia poblaci¨®n, y que a partir de aquel momento dej¨® de ser frontera, pasando ese dif¨ªcil testigo a la natural divisoria del r¨ªo Cabriel.
Como territorio que se debate entre dos mundos o dos culturas, la suya deber¨¢ ser compendio de ambas, y as¨ª sucede que las hambres las matan -en natural alternancia- con los gazpachos castellanos y los mojetes nativos, con las ollas caseras y el rin-r¨¢n, con el ajoarriero y con todas las dem¨¢s que les son propias.
La caza y las tortas para el gazpacho; los h¨ªgados y tocinos para unir con las harinas -esta vez sin cocimiento previo- en un mojete realizado con m¨¢s pan; las ollas con toda suerte de ingredientes que el cerdo y el campo den, y el agua suficiente para cocer; el rin-r¨¢n, de curioso nombre y amplia difusi¨®n en las tierras secas del interior, de aqu¨ª y de all¨¢, que combina sobre una tajada de la hogaza de m¨¢s pan, lo que da de s¨ª el unir los pimientos rojos, secos o al natural, bien fritos o bien asados, y mezclados con cebolla, el bacalao -despizcado-, con las aceitunas verdes -machacadas o con hueso, seg¨²n la dentici¨®n del comensal- y los huevos duros, formando un montadito que para s¨ª quisiesen los nuevos amigos de la tapa y el aperitivo.
Casi todo de la tierra. Antes y ahora los cultivos se extienden por los campos de relieve irregular entre las altas monta?as y las sierras que las contienen, como las de las Cabrillas y la Malacara, que limitan ambos extremos del territorio. Antes con almendros, moreras, olivos y otros ¨¢rboles frutales; y en la actualidad con las uvas convertidas en casi monocultivo, de ingente producci¨®n y limitadas variedades: mucho bobal y alg¨²n tempranillo, y de repente, la macabeo, que genera el gas que animar¨¢ los vinos espumosos.
Y siguiendo los rastros de las vides nos internaremos en los parajes de la Hoya de Bu?ol, y bajaremos hasta Alborache y Macastre, rodeados de mil fuentes y manantiales, con ¨¢rboles de toda suerte, y buscaremos por entre sus riscos para ver si descubrimos, a¨²n con vida, al inmenso rinoceronte que, asegura la ciencia, otrora habit¨® en estos lugares.
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