Met¨¢fora, metamorfosis, meteorolog¨ªa
La lectura es un m¨¦todo que permite ordenar la realidad atribuy¨¦ndole alg¨²n sentido por comparaci¨®n a la secuencia le¨ªda de frases encadenadas. De ah¨ª que la lectura propiamente dicha, y no s¨®lo sus contenidos sem¨¢nticos, suponga una met¨¢fora en s¨ª misma. V¨ªctor Moreno redact¨® una peque?a lista de met¨¢foras de la lectura que, entre otras, inclu¨ªa compararla con una ventana, un espejo, un viaje, un oc¨¦ano, una aventura, un amor, una conversaci¨®n, una idea... Pero la lectura no es s¨®lo una met¨¢fora de la vida personal, como en la novela de formaci¨®n (bildungsroman) tipo Wilhelm Meister de Goethe o La educaci¨®n sentimental de Flaubert, pues tambi¨¦n plantea una met¨¢fora sobre la vida p¨²blica: sobre la naturaleza f¨ªsica y la realidad social.
No sabiendo explicar cat¨¢strofes como el 11-S, la ciencia pol¨ªtica se dedica a debatir el estado de excepci¨®n
El presente es tan complejo que no puede ser reducido a la l¨®gica narrativa
Esto es as¨ª por lo menos desde la invenci¨®n de la escritura en Atenas, y mucho m¨¢s despu¨¦s, tras instaurarse las grandes culturas del libro en Jerusal¨¦n, Roma y La Meca. Pero la identificaci¨®n entre lectura y vida p¨²blica s¨®lo adquiri¨® carta de naturaleza tras la revoluci¨®n de la imprenta que alumbr¨® el nacimiento de la modernidad, imponiendo la primac¨ªa de la escritura experimental sobre la revelada. Desde entonces se cumple el dicho de que la naturaleza imita al arte, pues no podemos entender ni ordenar la realidad sin el auxilio de la letra impresa.
David Olson, continuador de McLuhan, propuso explicar el nacimiento de la ciencia moderna a partir de una met¨¢fora inaugural que identificaba la realidad con "el libro de la naturaleza" (Francis Bacon) "escrito en el lenguaje de las matem¨¢ticas" (Galileo).
Desde entonces, el programa cient¨ªfico se dedic¨® a investigar el conocimiento a partir de dicha met¨¢fora, entendiendo la realidad natural y social como si estuviera ordenada en forma de relato narrativo a descifrar: planteamiento, nudo y desenlace. Es decir, continuidad lineal, l¨®gica causal consecutiva, regularidad legal, crecimiento acumulativo, predicci¨®n de futuro y conocimiento ¨²ltimo. Un programa cient¨ªfico, pero en el fondo literario, cuyo paradigma es la teor¨ªa darwinista de la evoluci¨®n de las especies, que puede generalizarse para explicar las distintas esferas de la realidad social: la filosof¨ªa de la historia dominada por la idea del progreso, el poder pol¨ªtico volcado en la busca del control social, la sociolog¨ªa glosando los procesos de racionalizaci¨®n y modernizaci¨®n, las vanguardias art¨ªsticas creadoras de dise?os cada vez m¨¢s innovadores y aut¨®nomos...
Este programa cient¨ªfico-literario es el que est¨¢ declinando en la actualidad, presto a morir de ¨¦xito tras haber cubierto con creces todos sus objetivos ¨²ltimos, pues el libro de la naturaleza ya ha sido exhaustivamentele¨ªdo hasta el final. Y sin embargo, la realidad tanto f¨ªsica como social contin¨²a pareci¨¦ndonos tan ca¨®tica o absurda como al principio, cuando el gran Shakespeare, una generaci¨®n antes que Bacon o Galileo, la retrat¨® con su c¨¦lebre aforismo: un cuento narrado por un idiota, lleno de ruido y furia, que carece de sentido. Y es que la met¨¢fora del libro de la naturaleza ya se ha agotado, tras dar de s¨ª todo lo que pod¨ªa, como ocurre siempre con las met¨¢foras que no deben confundirse con la realidad a la que sirven.
Ahora sabemos que el presente es tan complejo que no puede ser reducido a la l¨®gica narrativa, caracterizada por la continuidad lineal. Por eso debemos aprender de nuevo a leer el libro de la realidad pero ley¨¦ndolo ahora entre l¨ªneas, para descubrir lo ilegible que pueda latir tras ellas: una materia oscura (ni blanca como las p¨¢ginas ni negra como las letras), potencial y proteica pero informe y amorfa, que nos amenaza con su brutal capacidad de mutaci¨®n. Pues lo que anida detr¨¢s de la met¨¢fora es la metamorfosis: la ruptura de la continuidad, el cambio s¨²bito e imprevisto de la realidad hacia formas irreconocibles por monstruosas, il¨®gicas, deformes o grotescas.
Los relatos lineales, cuya forma can¨®nica es el libro, no saben dar cuenta de la irrupci¨®n del acontecimiento imprevisible que destruye la continuidad narrativa arruinando para siempre su sentido ¨²ltimo. Esto explica la profunda contradicci¨®n que conduce a la historiograf¨ªa a la impotencia, debati¨¦ndose entre la mera cr¨®nica de sucesos inconexos y la falaz invenci¨®n de leyes hist¨®ricas.
Pero lo mismo sucede en las dem¨¢s ciencias sociales, incapaces de explicar el cambio catastr¨®fico, lo que les impide predecir la futura evoluci¨®n de los acontecimientos. Es lo que se ha bautizado con la met¨¢fora de sociedad-riesgo (Beck), fundada en la paradoja de la crisis cr¨®nica. No sabiendo explicar acontecimientos catastr¨®ficos como el 11-S, la ciencia pol¨ªtica se dedica a debatir el estado de excepci¨®n (recuperado por Agambem a partir de Schmitt), ant¨ªtesis del imperio de la ley.
En econom¨ªa ocurre algo semejante, pues la volatilidad de los mercados impide predecir el curso futuro de la econom¨ªa real, m¨¢s all¨¢ de su imprevista oscilaci¨®n circular que se enrosca en espirales alcistas o bajistas. Respecto a la realidad f¨ªsica no soy competente para hablar, pero ah¨ª est¨¢ la incertidumbre del cambio clim¨¢tico, que impide programar cualquier escenario futuro.
En fin, hasta la misma biolog¨ªa ha entrado en crisis, pues cuando se cumplen 150 a?os del manifiesto fundador de la teor¨ªa de la evoluci¨®n, su paradigma de continuidad lineal ya no se sostiene, refutado por el modelo de especiaci¨®n discontinua, aleatoria y catastr¨®fica que propuso Stephen J. Gould.
Es el ocaso de la galaxia G¨¹tenberg, que impide seguir leyendo un libro de la naturaleza que se ha revelado tan ficticio como falaz. Pero como el homo loquax no sabe vivir sin met¨¢foras, a la fallida del libro le han venido a sustituir otras nuevas, pugnando por dar cuenta del incierto devenir de la realidad. Es bien conocida la met¨¢fora de la sociedad-red propuesta por Castells, tambi¨¦n concebible por oposici¨®n a la sociedad-libro al basarse no en la continuidad lineal del relato sino en la interconexi¨®n multilateral de Internet.
Pero aqu¨ª prefiero fijarme en otra met¨¢fora que se est¨¢ haciendo cada vez m¨¢s frecuente. Me refiero a la meteorolog¨ªa como retrato de una realidad cr¨ªtica, ca¨®tica y mutante, que tiende a enroscarse en espirales borrascosas o anticicl¨®nicas realimentadas por c¨ªrculos viciosos o virtuosos. La meteorolog¨ªa no es lineal y continua como el relato sino circular y discontinua, dada su naturaleza vol¨¢til y disipada que crea ex nihilo emergencias catastr¨®ficas. Por eso se la usa como fuente de met¨¢foras (como la sociedad l¨ªquida de Bauman) para describir el curso cr¨ªtico de la realidad actual.
Ah¨ª est¨¢ el mantra omnipresente del cambio clim¨¢tico, como met¨¢fora polivalente que sirve para todo. Tambi¨¦n la escena pol¨ªtica parece dominada por climas de opini¨®n que se intentan conjurar mediante acontecimientos medi¨¢ticos, espect¨¢culos escandalosos y estrategias de crispaci¨®n. Y no digamos la crisis econ¨®mica presente, una tormenta perfecta que nadie sabe c¨®mo se form¨®, cu¨¢nto costar¨¢ ni cu¨¢ndo se desvanecer¨¢.
Se me objetar¨¢ que la met¨¢fora meteorol¨®gica es f¨²til, vulgar y banal, pues s¨®lo se habla del tiempo cuando no se encuentra ning¨²n otro tema mejor. Y es verdad, pues el clima es un lugar com¨²n que carece del prestigio del libro. Pero tambi¨¦n puede servir de perfecta met¨¢fora literaria. Y como prueba, nada mejor que un relato de Joseph Conrad, En la l¨ªnea de sombra (1916), que trata de c¨®mo el esp¨ªritu humano es capaz de sobreponerse a la formaci¨®n de una tormenta perfecta, aprendiendo a superarla tras sucumbir y entregarse a ella. De lectura obligada en una ¨¦poca como la nuestra, barrida por vendavales de impotencia.
Enrique Gil Calvo es profesor titular de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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