Un nuevo marco estrat¨¦gico para Europa
Tras el breve y amargo conflicto entre Rusia y Georgia, es importante que los responsables pol¨ªticos en Occidente intenten comprender su origen, con la m¨¢xima lucidez y de la forma m¨¢s desapasionada posible. Si no, ser¨¢ imposible extraer las ense?anzas de esta crisis. Si no, los posibles errores pol¨ªticos posteriores podr¨ªan aumentar el riesgo de conflictos a¨²n m¨¢s graves, una evoluci¨®n que debemos, entre todos, tratar de evitar.
Lo que podemos decir con seguridad es que, al principio, no fue un conflicto ligado exclusivamente a Osetia del Sur, fueran cuales fueran los argumentos de las partes. Desde luego, ha tenido semejanzas con otras guerras en la Europa poscomunista en las que las disputas nacionales por un mismo territorio desembocaron en violencia y divisi¨®n. Hemos aprendido a desarrollar m¨¦todos apropiados para abordar este tipo de conflictos en el contexto de la ampliaci¨®n de la Uni¨®n Europea. Pero no hemos sabido hacer lo mismo en las zonas de Europa en las que la perspectiva de la integraci¨®n es menos inmediata. Es un terreno en el que la diplomacia europea tiene obligatoriamente que reforzarse.
Hay que replantearse las relaciones con Rusia e impedir que mine los derechos de sus vecinos
Ser¨ªa un craso error frenar la integraci¨®n en la OTAN de Ucrania y Georgia
Lo importante es lo que revela el conflicto sobre la percepci¨®n que tiene Rusia de su lugar en el mundo moderno y de qu¨¦ forma pretende relacionarse con los dem¨¢s miembros de la comunidad internacional. Ah¨ª reside el principal problema de pol¨ªtica exterior.
Cuando Vlad¨ªmir Putin calific¨® la ca¨ªda de la Uni¨®n Sovi¨¦tica como "la mayor cat¨¢strofe geopol¨ªtica del ¨²ltimo siglo", no hablaba s¨®lo en nombre de una casta cerrada de pol¨ªticos y responsables de seguridad en lo alto del Estado ruso. El hundimiento de los a?os noventa engendr¨® un profundo sentimiento de humillaci¨®n nacional y una situaci¨®n de aut¨¦ntica miseria econ¨®mica para muchos rusos. No es extra?o que hoy todos aguarden un renacimiento del prestigio nacional de la mano de una prosperidad econ¨®mica recuperada a toda velocidad.
Europa y Estados Unidos deber¨ªan esforzarse para concretar esas esperanzas dentro de unas fronteras leg¨ªtimas. No podemos aceptar el argumento, que muchas veces contraponen en Rusia, de que su declive fue consecuencia de un plan deliberado de Occidente para hacer que se tambaleara y que, por tanto, hoy la compensaci¨®n deber¨ªa consistir en una total revisi¨®n de los acuerdos posteriores a la guerra fr¨ªa. ?sa es la mentalidad que ha sido la verdadera causa del conflicto de Georgia.
Por desgracia, parece que, en Occidente, algunos est¨¢n dispuestos a compartir esa visi¨®n de las cosas y sostienen que el proceso de integraci¨®n euroatl¨¢ntica es criticable porque ha usurpado los intereses leg¨ªtimos de Rusia y, por tanto, ha provocado su reacci¨®n. Aunque nadie propone dar marcha atr¨¢s, muchas voces aprovechan para sugerir que habr¨ªa que interrumpir el proceso y fijar definitivamente los l¨ªmites orientales de la Uni¨®n Europea y la OTAN.
Seamos claros. ?sa es la Europa del Congreso de Viena en 1815 y de Yalta en 1945. Es la Europa de las potencias y las esferas de influencia, de las grandes potencias que deciden el destino de los pa¨ªses peque?os a golpe de pluma. Es la Europa que se supon¨ªa que hab¨ªamos dejado atr¨¢s.
La expansi¨®n de la OTAN y la Uni¨®n Europea no es resultado de una decisi¨®n imperial tomada en Washington y Bruselas. Naci¨®, sobre todo, del deseo de las nuevas democracias independientes de apoyar sus esfuerzos reformistas en instituciones internacionales basadas en valores democr¨¢ticos.
El deseo de adhesi¨®n de los pa¨ªses europeos que a¨²n no pertenecen a esas instituciones obedece al mismo motivo. Si les cerramos la puerta, no s¨®lo violaremos el principio de autodeterminaci¨®n que es supuestamente la piedra angular de la nueva Europa, sino que crearemos una zona de incertidumbre geopol¨ªtica, y tal vez de inestabilidad, a nuestras puertas.
Por supuesto, hay que evitar tensiones in¨²tiles con Rusia. Pero tambi¨¦n debemos intentar que las estrategias para resolver las diferencias y evitar los conflictos no env¨ªen se?ales de debilidad, especialmente en un momento en el que las interpretaciones triunfalistas del conflicto en Georgia amenazan con alimentar las ilusiones nacionalistas. Semejantes errores de comunicaci¨®n pueden adem¨¢s suscitar respuestas agresivas debidas a un exceso de seguridad y a la idea, falsa, de que hay que aprovechar las oportunidades. Quienes piensan que acabar con la integraci¨®n euroatl¨¢ntica nos va a dar instrumentos para reparar r¨¢pidamente nuestras relaciones con Rusia pueden llevarse una desagradable sorpresa.
Por el contrario, lo que deben hacer los dirigentes europeos y estadounidenses es poner en marcha un marco estrat¨¦gico para sus relaciones con Rusia que responda a los intereses leg¨ªtimos de esta ¨²ltima naci¨®n pero sin poner en peligro los valores que constituyen la base de la comunidad euroatl¨¢ntica.
Para la Uni¨®n Europea, eso significa hallar el justo equilibrio entre sus esfuerzos para construir una nueva relaci¨®n estrat¨¦gica con Rusia y los dedicados a la integraci¨®n de los pa¨ªses del Este que a¨²n desean incorporarse, unos esfuerzos que deben tener la misma prioridad.
?Qu¨¦ viejas quedan ahora nuestras recientes obsesiones sobre cuestiones institucionales como el peso de los votos y el tama?o de la Comisi¨®n! Ha llegado el momento de que nos tomemos m¨¢s en serio nuestras responsabilidades estrat¨¦gicas.
La seguridad es, por supuesto, la dimensi¨®n m¨¢s importante. Debemos estudiar la propuesta del presidente Medv¨¦dev para mejorar la arquitectura de la seguridad europea con un esp¨ªritu constructivo y abierto que reconozca la aportaci¨®n concreta de Rusia a nuestra paz y nuestra estabilidad futuras. Pero debemos comprender tambi¨¦n que esas discusiones se desarrollar¨¢n en paralelo a la ampliaci¨®n de la OTAN y no la sustituir¨¢n de ninguna forma.
Seguir frenando los planes de acci¨®n para la integraci¨®n de Ucrania y Georgia equivaldr¨ªa a enviar una se?al completamente equivocada: indicar¨ªa la aceptaci¨®n t¨¢cita de una divisi¨®n de Europa en esferas de influencia. No podemos aceptar la idea de que Rusia se beneficie de una condici¨®n de hegemon¨ªa que minar¨ªa los derechos soberanos de sus vecinos.
?se fue el primer objetivo de la ofensiva rusa en Georgia, y tenemos que mostrarnos firmes en nuestro rechazo con arreglo a un principio de pol¨ªtica europea, por m¨¢s que, a corto plazo, pueda resultar inconveniente para nuestras relaciones.
La construcci¨®n de una Europa unida y democr¨¢tica es una de las cuestiones dif¨ªciles que llevamos mucho tiempo evitando. Siempre hemos avanzado con la idea de que compartir las ventajas de la libertad con el mayor n¨²mero posible de personas era la mejor forma de evitar el regreso al pasado tr¨¢gico de Europa. Ha llegado la hora de reafirmar nuestra fe en esa idea.
? 2008 Le Monde
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
Aleksander Kwasniewski fue presidente de Polonia entre 1995 y 2005.
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