Yo quem¨¦ un mill¨®n de libras
En 1991 nadie vendi¨® m¨¢s discos que Bill Drummond (Butterworth, 1953). Dos a?os antes hab¨ªa redactado un libro de t¨ªtulo premonitorio, El camino m¨¢s f¨¢cil para llegar a ser n¨²mero uno. Aunque todo parec¨ªa indicarlo, no era una broma. Pero para demostrar su supuesta viabilidad, Drummond deb¨ªa llevar sus teor¨ªas a la pr¨¢ctica. Una misi¨®n que requer¨ªa un nombre con pegada, una escena musical que reventar y un par de sencillos demoledores. "Con mi socio Jimmy Cauty ven¨ªa de construir un modelo ingl¨¦s para elhip-hop. Nos llamamos The Justified Ancients of Mu-Mu, y sample¨¢bamostodo lo que se nos pon¨ªa a tiro. A mediados de los ochenta, el hip-hop era la ¨²nica escena conectada con la realidad; el resto de estilos eran simples evasiones. Pero mi inter¨¦s por ¨¦l se apag¨® cuando descubr¨ª el house de Chicago, revela desde su casa en Newcastle.
A este surafricano de origen escoc¨¦s le ceg¨® entonces el poder de movilizaci¨®n del naciente acid-house. Las raves empezaban a aglutinar m¨¢s gente que cualquier manifestaci¨®n rock. Ya ten¨ªa el espacio donde aplicar sus teor¨ªas ganadoras. Las siglas KLF (Kopyright Liberation Front) sonaban contundentes. S¨®lo le faltaba el material, un disco lleno de ¨¦xitos. The white room (1991) lo fue, y convirti¨® a Drummond en un visionario con los bolsillos llenos. Prueba superada y mutis por el foro.
Una vez cumplida la misi¨®n, la m¨²sica dej¨® de interesarme. La hab¨ªa vivido desde todos sus ¨¢ngulos y me aburr¨ªa soberanamente c¨®mo funcionaba este tinglado. Efectivamente, Drummond fue patr¨®n y marinero. Particip¨® del punk sin demasiada convicci¨®n (con su grupo, Big in Japan), fund¨® una compa?¨ªa independiente (Zoo Records) con la intenci¨®n de comerse el mundo, y termin¨® de aburrirse ejerciendo de A&R para Warner. Aquellas peripecias musicales s¨®lo son una peque?a parte de lo recopilado en 17 (Penkiln Burn), el libro que acaba de publicar (a¨²n sin traducci¨®n al castellano). Se trata de un diario en el que recojo mis experiencias en la m¨²sica y expongo mis opiniones sobre el mundo del arte en general?. Eso incluye reflexiones sobre el origen del rock and roll, la filosof¨ªa autodidacta del punk, la democratizaci¨®n que lleg¨® con los ordenadores, el dise?o de los n¨²meros uno, las raves o el rapto del arte por la clase acomodada. Nada con un poso sociol¨®gico escapa al ojo cr¨ªtico de este artista multidisciplinar que se ha negado a ejercer de espectador. Con el t¨ªtulo de su ¨²ltimo libro surge la pregunta: ?y por qu¨¦ 17? ?Ten¨ªa apenas 10 a?os cuando escuch¨¦ en la radio un rock and roll que dec¨ªa: ?Ella ten¨ªa 17 a?os/ ya sabes lo que quiero decir?. ?Pero yo no ten¨ªa ni idea de lo que quer¨ªa decir! Aquella incertidumbre me persigui¨® durante a?os, hasta que tuve la edad suficiente para entenderlo. Los 16 son fr¨ªvolos, tienen algo de sexy, pero no mala intenci¨®n, y a los 18 a?os ya puedes votar, enrolarte en el ej¨¦rcito y responder por tus cr¨ªmenes. Los 17 representan esa edad intermedia entre la inocencia y el compromiso real, el n¨²mero id¨®neo para consolidar la imaginaci¨®n, algo que la m¨²sica moderna perdi¨® hace ya tiempo?.
Tres bombardear las listas con The KLF, Drummond se alej¨® de los focos. Se divorci¨® de la m¨²sica, pero sigui¨® atra¨ªdo por la popularidad. Sus reapariciones fueron sonadas. La m¨¢s c¨¦lebre, aquel d¨ªa de 1994 en el que convoc¨® a la prensa en un acantilado escoc¨¦s para proceder a la quema de un mill¨®n de libras, una parte de los royalties que le hab¨ªa sacado a la industria. ?Eran verdaderos los billetes? Una curiosidad poco profesional merec¨ªa una respuesta a la altura: ?La prensa siempre se centra en la an¨¦cdota?. Pero gracias a sucesos como aqu¨¦l, la revista Select le nombr¨® "artista pop m¨¢s cool" en una lista de 100 en la que no faltaban Elvis Presley, Kurt Cobain o Johnny Rotten.
A¨²n hoy le persigue la haza?a de The KLF, por mucho que en su momento destruyera el master de la grabaci¨®n para impedir indeseadas exhumaciones. En los a?os siguientes, Drummond reforz¨® sus conocimientos sobre arte. En sus colaboraciones para el diario brit¨¢nico The Guardian se ha hecho un nombre como inc¨®modo comentarista art¨ªstico desvelando las contradicciones sobre las que se ha ido edificando la cr¨ªtica. "Por entonces ya hab¨ªa dejado de escuchar m¨²sica, pero cuanto menos escuchaba m¨¢s reflexionaba sobre ella. Hace tres a?os promov¨ª el D¨ªa Anual sin M¨²sica. Parece que todo el mundo tiene mil motivos para ponerse una canci¨®n en un momento dado, pero seguro que cada uno de nosotros tiene una raz¨®n para dejar de escuchar m¨²sica. Mi idea es ir recopil¨¢ndolas para hacer algo s¨®lido de lo que algunos pensar¨¢n que es una simple provocaci¨®n."
17 est¨¢ editado en Penkiln Burn. www.the17.org
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