Cuento del regreso
Un hombre de mediana edad vuelve a su tierra natal despu¨¦s de una larga ausencia; un muchacho abandona la seguridad de su casa y la protecci¨®n excesiva de su madre para viajar por el mundo en busca del padre ausente al que no recuerda; una mujer espera el regreso del marido que se march¨® hace mucho tiempo aunque no sabe si est¨¢ vivo o si ha muerto. El cuento de Ulises no es el m¨¢s antiguo de todos, pero es tal vez el que se ha contado y se cuenta m¨¢s veces, el cuento de nunca acabar de la imaginaci¨®n humana. M¨¢s antiguo todav¨ªa, y en cierto modo emparentado con ¨¦l, es el cuento del h¨¦roe que viaja para enfrentarse al monstruo cuya sombra mal¨¦fica se proyecta sobre el mundo; viaja armado pero fr¨¢gil, resuelto pero tambi¨¦n lleno de incertidumbre, y en su victoria despu¨¦s de un combate en el que est¨¢ a punto de sucumbir hay siempre algo muy precario, porque ha vencido al monstruo pero no erradicado su linaje, y la amenaza, al cabo de un tiempo, habr¨¢ surgido otra vez.
Los elementos de la historia de Ulises var¨ªan siempre y permanecen siempre id¨¦nticos, como un cuento que nunca cambia
La vida se le pasa a uno leyendo la 'Odisea', aunque no lo sepa, aunque no haya abierto nunca ese libro, o ning¨²n otro libro
En un libro extraordinario y tambi¨¦n algo delirante, The seven basic plots, Christopher Booker compara el primero de todos los relatos de ficci¨®n de los que tenemos noticia con uno de los m¨¢s recientes, y concluye que los dos, a pesar de diferencias superficiales, son id¨¦nticos. El Poema de Gilgamesh fue escrito sobre tablillas de barro en la ciudad de N¨ªnive hace unos cinco mil a?os; la pel¨ªcula James Bond contra el doctor No se estren¨® en 1962. El monstruo Humbaba y el doctor No habitan en remotas cuevas subterr¨¢neas. Antes del viaje, Gilgamesh se provee para el combate con armas especiales, un gran arco y un hacha: el tr¨¢mite de las armas de ¨²ltima tecnolog¨ªa es uno que se repite siempre en las pel¨ªculas de James Bond. El valor solitario del h¨¦roe salva al mundo. Que el doctor No, a diferencia del monstruo Humbaba, amenace al mundo con bombas at¨®micas es s¨®lo un matiz de su ambici¨®n apocal¨ªptica: el sobrecogimiento que la historia despertar¨ªa en un espectador de cine en 1962 no era muy distinto del que experimentaban cinco mil a?os atr¨¢s los habitantes de N¨ªnive cuando escucharan el canto o el recitado mon¨®tono del poema de Gilgamesh.
Necesitamos historias de ficci¨®n para entender el mundo. M¨¢s all¨¢ de las vaguedades que suelen improvisar los escritores acerca del valor de la literatura est¨¢ la evidencia cient¨ªfica de que la mente humana s¨®lo puede dar sentido al flujo ca¨®tico de la experiencia someti¨¦ndolo a la disciplina de modelos narrativos estables. Despu¨¦s de casi cuarenta a?os leyendo novelas, tratados de mitolog¨ªa, colecciones de cuentos populares, viejos folletines por entregas, y viendo pel¨ªculas y series de televisi¨®n, Christopher Booker escribi¨® un tomo de setecientas p¨¢ginas de letra diminuta enumerando y analizando los siete relatos que todos nos pasamos la vida escuchando y contando: la victoria sobre el monstruo, la exaltaci¨®n del postergado, la b¨²squeda, el viaje y su regreso, la comedia, en la que las cosas parece que acabar¨¢n mal y acaban bien, la tragedia, en la que lo que pudo acabar bien acaba desastrosamente, el renacer. Probablemente, escribiendo tanto de arquetipos, eligi¨® el siete para ajustarse a un arquetipo num¨¦rico. El cuento de la b¨²squeda dif¨ªcilmente se puede separar del cuento del viaje, y los dos se enredan con el de la victoria sobre el monstruo. Y todos est¨¢n contenidos en la leyenda magn¨ªfica de Ulises.
En un libro reci¨¦n aparecido, The return of Ulysses, la profesora brit¨¢nica Edith Hall examina la presencia incesante del h¨¦roe en la imaginaci¨®n occidental, el regreso continuo del viajero extraviado que tarda tanto en volver, que naufraga, que sufre la hostilidad vengativa de los dioses, que conoce la tentaci¨®n de la animalidad en la bruja Circe y de la ternura hospitalaria en la ninfa Calypso, que ve a una muchacha ba?¨¢ndose en una playa y no sabe si es una mujer o una diosa, que pide a sus compa?eros que lo aten al m¨¢stil de su barco para o¨ªr la canci¨®n de las sirenas y no ser arrastrado a la muerte por su hechizo, que se conmueve al ver a lo lejos el humo que sube de la chimenea de su casa: que cuando vuelve por fin ha cambiado tanto que nadie lo reconoce salvo el perro que husmea su olor al cabo de veinte a?os. Uniendo dos virtudes que entre nosotros parecen tristemente incompatibles, la erudici¨®n rigurosa y el gusto de contar, Edith Hall emprende ella misma un viaje de viajes, que la lleva de Virgilio y de Dante a 2001, una odisea espacial, a Primo Levi, a Monteverdi y esa ¨®pera tan delicada como una fantas¨ªa de Mozart, Il ritorno di Ulisse in patria, al Ulises de Joyce, a la novela que s¨®lo hace tres a?os dedic¨® Margaret Atwood a la misteriosa Pen¨¦lope. Leyendo el libro, apropiadamente, a la orilla del mar, uno confirma una antigua sospecha: no es que la Odisea haya sido una obra literaria m¨¢s o menos influyente, sino que no hay historia que pueda o merezca contarse que no est¨¦ incluida en la Odisea. Como el paisaje mar¨ªtimo que miro mientras estoy leyendo, imaginando las c¨®ncavas naves griegas, los elementos de la historia de Ulises var¨ªan siempre y permanecen siempre id¨¦nticos, como un cuento que nadie cuenta con las mismas palabras y sin embargo nunca cambia.
La vida se le pasa a uno leyendo la Odisea, aunque no lo sepa, aunque no haya abierto nunca ese libro, o ning¨²n otro libro. Mucho antes de saber de su existencia yo vi maravillado, en uno de aquellos cines de verano que se parecen tanto en el recuerdo al para¨ªso terrenal, Las aventuras de Ulises, en aquel tecnicolor que emocionaba tanto a Terenci Moix, con Kirk Douglas y la esplendorosa Silvana Mangano, y quiz¨¢s me entusiasm¨® m¨¢s a¨²n porque para m¨ª era una pel¨ªcula de aventuras y porque en mi tierra de secano interior s¨®lo hab¨ªa visto los mares del cine, las tempestades falsas de los estudios de Hollywood. Tampoco sab¨ªa, cuando me sumerg¨ª como nunca antes en el misterio de una novela y de un personaje literario, que el capit¨¢n Nemo o Nadie de Julio Verne se llamaba as¨ª en recuerdo del nombre que se da a s¨ª mismo Ulises para escapar de Polifemo. Hubo un verano de hace unos a?os en el que termin¨¦ de leer la Odisea en un tren que me llevaba a la sierra de Madrid, sobrecogido por la brutalidad de su final sanguinario, y otro mucho m¨¢s cercano en el que le¨ª por primera vez el Ulises de Joyce con tanta felicidad que despu¨¦s de la ¨²ltima p¨¢gina regres¨¦ sin pausa a la primera para empezar de nuevo. Pero cuando m¨¢s compa?¨ªa me hizo Ulises fue en un campamento militar de Vitoria, en un noviembre helado de desconsuelo cuartelario en el que me consolaba por las noches aprendi¨¦ndome sonetos de Borges. El ¨²nico que todav¨ªa recuerdo entero de memoria es el que invoca el final de la Odisea: "Ya la espada de hierro ha ejecutado / la debida labor de la venganza...". Una historia no durar¨ªa tanto si no ayudara de verdad a resistir, a vivir.
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