"La literatura es el dominio de lo raro"
Las mesas de un caf¨¦ ocupan hoy la terraza de la antigua biblioteca espa?ola de T¨¢nger y un azulejo con el escudo franquista vigila a los parroquianos que beben t¨¦ con menta. A esa biblioteca acud¨ªa el protagonista de Don Juli¨¢n, la novela que Juan Goytisolo public¨® en 1970, para perpetrar su particular cr¨ªtica literaria a la m¨¢s rancia tradici¨®n hisp¨¢nica. El ejercicio consist¨ªa en abrir alguno de los libros del canon nacional, introducir entre sus p¨¢ginas moscas capturadas ex profeso y cerrar aparatosamente el volumen con los insectos dentro. Cuando el a?o pasado el Instituto Cervantes de la ciudad bautiz¨® su propia biblioteca con el nombre del novelista, ¨¦ste reparti¨® moscas (esta vez de pl¨¢stico) entre los asistentes. Lo cuenta ¨¦l mismo en esa terraza desde la que, al otro lado del Estrecho, se divisa la costa de Tarifa.
"Quer¨ªa indagar en el modo en que funcionan los fundamentalismos, pero no lo quer¨ªa expresar con un discurso sino oyendo los ruidos del tiempo" "Las leyes sobre inmigraci¨®n terminan siendo anacr¨®nicas. Y el multiculturalismo me parece muy peligroso como modelo"
Juan Goytisolo (Barcelona, 1931) vive desde hace a?os en Marraquech, pero pasa los veranos en T¨¢nger. En esta ciudad naci¨®, en cierto sentido, el novelista que es hoy. Un d¨ªa de finales de los a?os sesenta contempl¨® la costa espa?ola desde el mirador de la Hafita, otra de sus atalayas, y dej¨® atr¨¢s al escritor que triunfaba en Par¨ªs con novelas de realismo comprometido para dar paso al autor de una literatura m¨¢s arriesgada -no le gusta la palabra experimental-, la que se abre en 1966 con Se?as de identidad y sigue con la citada Don Juli¨¢n y Juan sin tierra: "Estaba en un camino sin salida. Fue el descontento el que me llev¨® a buscar otras cosas. Coincidi¨® con mi homosexualidad p¨²blica, con admitir lo que estaba rechazando y, por otro lado, con mi falta de entusiasmo con la Revoluci¨®n Cubana y con la URSS, con la mala experiencia con el partido comunista tras las depuraciones de Claud¨ªn y Sempr¨²n. Cuando uno llega al fin del camino hay que dar un salto a lo desconocido. Bergam¨ªn dec¨ªa que m¨¢s vale p¨¢jaro volando que ciento en mano. Ten¨ªa raz¨®n".
Goytisolo vivi¨® desde entonces entre Marraquech y Par¨ªs, al menos hasta la muerte, en 1996, de su mujer, la escritora Monique Lange. Y al mestizo barrio parisiense del Sentier dedic¨® en 1982 Paisajes despu¨¦s de la batalla, una novela que retrataba la convivencia de inmigrantes en el coraz¨®n de la gran ciudad. A aquella obra le ha surgido ahora una continuaci¨®n, El exiliado de aqu¨ª y all¨¢. La vida p¨®stuma del monstruo del Sentier (Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo de Lectores). El protagonista de Paisajes, muerto en atentado terrorista, cambia el espacio por el ciberespacio para averiguar cu¨¢l fue la causa de su muerte con la ayuda de internet. Todo ello a pesar de que el novelista reconoce que sigue escribiendo "a mano con un bol¨ªgrafo barato y pegando papelitos con las correcciones". El resultado es un diagn¨®stico delirante de la actualidad. Putin, Berlusconi, Bush, Bin Laden y Benedicto XVI atraviesan las p¨¢ginas de una obra zurcida con mil voces sacadas de la publicidad, la prensa, los correos basura, las enc¨ªclicas papales y los comunicados terroristas. Algo as¨ª como la novela que hubiera hecho Walter Benjamin si hubiera escrito novelas. Y protagonizada por un transformista al que su autor define volterianamente como "una Candide del siglo XXI".
PREGUNTA. Hace cinco a?os public¨® Tel¨®n de boca y declar¨® que con esa novela se desped¨ªa de la ficci¨®n.
RESPUESTA. Yo lo pensaba as¨ª. Despu¨¦s de Tel¨®n de boca empec¨¦ a escribir mon¨®logos, voces que escuchaba, parodias de discursos. Cuando ten¨ªa una docena me di cuenta de que hab¨ªa un v¨ªnculo entre ellas, de que no eran islas sino un archipi¨¦lago. La cita de Karl Kraus que abre el libro es clave: "Que mi estilo se adue?e de los rumores del tiempo".
P. ?Y qu¨¦ dicen esos rumores?
R. Que nuestra sociedad est¨¢ atrapada entre el consumismo y el terror, y que el terror tambi¨¦n se transformaba en mercanc¨ªa.
P. ?Y la relaci¨®n con Paisajes despu¨¦s de la batalla?
R. Surgi¨® despu¨¦s. All¨ª mor¨ªa el protagonista, y qu¨¦ mayor deseo que saber por qu¨¦ te han matado. Durante la guerra civil de Argelia me impresion¨® mucho una se?ora a la que le hab¨ªan matado el marido y no sab¨ªa por qu¨¦. Los motivos de una violencia as¨ª son siempre nacionalistas, ideol¨®gicos, religiosos...
P. Como si la identidad no se pudiese manifestar m¨¢s que de forma violenta.
R. Quer¨ªa indagar en el modo en que funcionan los fundamentalismos, pero no lo quer¨ªa expresar con un discurso sino estando a la escucha de los ruidos del tiempo, de la prensa y de la propaganda. A mi edad, me he vuelto totalmente esc¨¦ptico sobre el absurdo de nuestra existencia, y en lugar de manifestarlo de forma dram¨¢tica lo hago de forma c¨®mica, dejando al lector la conclusi¨®n.
P. "Si la hipocres¨ªa es el homenaje del vicio a la virtud, la provocaci¨®n ser¨¢, sim¨¦tricamente, lo opuesto", se lee en la novela. ?Existe todav¨ªa margen para la provocaci¨®n?
R. Cuando el desnudo es legal no hay desnudo provocativo. Pero yo no quiero entrar en este juego sino en el del humor corrosivo. No tengo voluntad de provocaci¨®n.
P. Pero hay gente que se puede sentir provocada por sus retratos de obispos ped¨®filos e imanes transexuales.
R. Es su problema. Yo no ten¨ªa ninguna voluntad provocativa. Es s¨®lo una parodia del mundo tal y como yo lo veo, donde el sistema y antisistema se dan la mano: puesto que hay peligro terrorista hay que poner c¨¢maras en todos lados; para vender agua limpia hay que aumentar el peligro del agua contaminada.
P. No hay respuestas positivas.
R. No, y cuando las hay nacen del delirio del protagonista: regar los campos de golf con agua mineral.
P. ?No hay l¨ªmites para el humor?
R. No creo que se vuelva a repetir. Desde Se?as de identidad he procurado que cada libro sea una nueva propuesta literaria, no simplemente un cambiar de tema. Normalmente los escritores cambian de tema...
P. Me refer¨ªa a si hay alg¨²n tema sobre el que no se deban hacer bromas.
R. ?Para no ofender? Nunca he buscado ni la provocaci¨®n ni el ¨¦xito. Ni tener m¨¢s lectores. Lo que quiero es tener buenos relectores. Un texto literario que obliga al lector a volver sobre ¨¦l, eso es para m¨ª la literatura. Aunque nunca criticar¨¦ a ning¨²n novelista que busque lectores, porque con la novela se puede ganar dinero, en cambio soy muy severo con la poes¨ªa. El poeta sabe que no va a ganar dinero y la mala poes¨ªa me ofende. Eso s¨ª, cuando oigo que alguien dice que ha escrito una novela que podr¨ªa adaptarse muy bien al cine veo una falta total de ambici¨®n: ?y por qu¨¦ no escribe directamente un gui¨®n? Luis Bu?uel, al que conoc¨ªa fugazmente, me dijo que le hab¨ªan propuesto adaptar Bajo el volc¨¢n, de Malcolm Lowry. Dijo que era una obra tan genial que cualquier adaptaci¨®n suya quedar¨ªa por debajo. En cambio le gustaba Gald¨®s porque ten¨ªa ideas extraordinarias pero era muy chapucero, y eso le daba el margen creativo que ¨¦l necesitaba.
P. Supongo que ha seguido la pol¨¦mica que se mont¨® con el art¨ªculo de Vicente Verd¨² sobre c¨®mo ha de ser una novela hoy.
R. El art¨ªculo de Verd¨² era muy interesante. Lo ¨²nico que no me gustaba era la palabra reglas. No puede haber reglas. Observaciones, s¨ª. Yo no puedo leer una novela actual en la que se diga: contest¨®, murmur¨®, encendi¨® un cigarrillo. Ni se me ocurre. Por fortuna hay gente que est¨¢ escribiendo novelas interesantes, con un lenguaje adaptado a nuestra ¨¦poca.
P. ?Qui¨¦n?
R. No quiero decir nombres porque cuando cito a cuatro me salen cien enemigos. Dicen que soy cicatero, y eso que debo de ser el escritor espa?ol vivo que m¨¢s ha escrito sobre otros escritores.
P. Sigue lo que se publica en Espa?a.
R. Estoy un poco a la merced de lo que me env¨ªan porque vivo en Marraquech y no hay librer¨ªas en espa?ol. Tambi¨¦n me llegan manuscritos y a veces me llevo alguna sorpresa. Ya me pas¨® con La traici¨®n de Rita Hayworth, la primera novela de Manuel Puig. Me di cuenta de que all¨ª hab¨ªa un escritor. El t¨ªtulo, por cierto, es m¨ªo. Puig me hab¨ªa enviado diez o doce t¨ªtulos que no me gustaban. Se lo dije y ¨¦l me explic¨® que el libro era como la traici¨®n de Rita Hayworth. Le dije, ah¨ª lo tienes.
P. ?Y ¨²ltimamente?
R. Me pas¨® con Fragmenta, de Javier Pastor.
P. En las nuevas generaciones se ve su huella.
R. Es posible, yo no lo s¨¦. Yo he procurado tener buenos maestros y no me preocupa tener buenos disc¨ªpulos. Los tenga o no.
P. ?Y hasta d¨®nde llega la novedad? Las vanguardias tienen ya cien a?os.
R. Cada cual debe buscar su camino. Desconf¨ªo mucho de las clasificaciones de los profesores, de las generaciones. Cada escritor es una anomal¨ªa. Alguna vez me han dicho que era un escritor raro y siempre pienso que Cervantes se define a s¨ª mismo como raro inventor. La literatura es el dominio de lo raro. Un creador ha de ser consciente de que hace algo nuevo. Si no, no merece la pena escribir. Aunque te arriesgues a la incomprensi¨®n.
P. Una novela como Paisajes despu¨¦s de la batalla no fue bien recibida. Tal vez porque sal¨ªa Julio Iglesias.
R. Le Monde me lleg¨® a recriminar que hablara de un Par¨ªs mestizo, distinto al del fetichismo literario.
P. La inmigraci¨®n es de plena actualidad en Espa?a.
R. Yo aprend¨ª tanto de mi vida en el Sentier como de la lectura de Cervantes. La diversidad cultural, las mutaciones de una urbe moderna es un fen¨®meno fascinante. De repente llegaron los turcos y empez¨® a haber en las paredes pintadas que no comprend¨ªas. Cerca de mi casa hab¨ªa una comisar¨ªa. Era la ¨¦poca de las redadas y de la guerra de Argelia. En una tapia alguien hab¨ªa escrito en ¨¢rabe: polic¨ªa sucio racista. Dur¨® casi un a?o porque los polic¨ªas no se enteraban de lo que pon¨ªa.
P. A?os m¨¢s tarde estall¨® la violencia en los barrios.
R. Pero en los perif¨¦ricos. La convivencia que es posible en el centro de la ciudad es imposible en la periferia. Se pasa del crisol al gueto. En el centro est¨¢s continuamente con gente que viene de alg¨²n sitio. Para m¨ª fue una experiencia definitiva. Tal vez esto no se entend¨ªa en Espa?a hace veinte a?os. Ahora se comprender¨ªa a la primera. Cuando yo regres¨¦ a Barcelona y Madrid en el a?o 1976 me parecieron muy deprimentes: ?s¨®lo ve¨ªa espa?oles! La homogeneidad me chocaba. El problema es cuando la presi¨®n inmobiliaria hace que se saneen ciertos barrios. Se env¨ªa a la gente a la periferia y ah¨ª empiezan los problemas.
P. Ahora han endurecido las leyes europeas sobre inmigraci¨®n.
R. ?Y nos lo venden como una medida progresista! C¨®mo se puede tragar esto. Y esa idea de segregar a los ni?os dentro de las escuelas... Entre la asimilaci¨®n imposible y el multiculturalismo hay que encontrar un acuerdo pragm¨¢tico.
P. ?Cu¨¢l?
R. Es que nunca puede ser fijo porque la sociedad cambia. Hay cosas que no se pueden establecer por ley. Las leyes sobre la inmigraci¨®n siempre terminan siendo anacr¨®nicas e injustas porque la inmigraci¨®n no para de cambiar. Y el multiculturalismo me parece muy peligroso como modelo. No se puede tolerar la ablaci¨®n del cl¨ªtoris porque forma parte de una cultura.
P. ?D¨®nde est¨¢ el m¨¢ximo tolerable?
R. Hay que buscarlo, pero siempre cambiar¨¢. Si la econom¨ªa necesita brazos no es lo mismo que si hay crisis. Pero el envejecimiento de la poblaci¨®n hace palpable que Europa necesita gente de fuera. Adem¨¢s, el contacto con los dem¨¢s nos enriquece. Pero lo que nos venden es miedo.
P. ?La literatura ayuda a explicar esos fen¨®menos, sirve para algo?
R. Puede explicar, pero no cambia nada.
P. Pero usted no para de escribir art¨ªculos, viaj¨® a lugares en guerra.
R. Son cosas distintas. Trato de dar testimonio c¨ªvico de cosas que me preocupan. No fui a Sarajevo por razones literarias sino por defender una causa que me parec¨ªa justa.
P. Cuando capturaron a Karadzic public¨® un art¨ªculo muy duro no s¨®lo con ¨¦l, tambi¨¦n con la ONU.
R. La colusi¨®n de Unprofor (las Fuerzas de Protecci¨®n de Naciones Unidas) con los sitiadores de Sarajevo fue vergonzosa. Ir a testimoniar all¨ª era casi un delito. En la base de la OTAN en Aviano, en Italia, te vaciaban la maleta de mala manera. Y retuvieron todo lo posible la informaci¨®n sobre la matanza de Srebrenica, cortaban las comunicaciones. Un negociador japon¨¦s lleg¨® a decir que los musulmanes se lo hab¨ªan buscado.
P. Tambi¨¦n ha establecido una relaci¨®n entre la guerra de Bosnia y el 11-S. ?Tan clara la ve?
R. La pregunta que nadie puede contestar es: ?hubiera durado el sitio de Sarajevo cuarenta y tantos meses si los sitiadores hubieran sido musulmanes, y los sitiados, cristianos? Ni una semana. Imaginar que esto no iba a tener un precio... Me cruzaba con ¨¢rabes en Sarajevo, ?qu¨¦ hac¨ªan all¨ª? Hab¨ªan ido a defender a sus correligionarios bosnios. Vieron la actitud occidental y se radicalizaron.
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