La Candelaria se reinventa
Paseo por el barrio hist¨®rico de Bogot¨¢, parando en el Museo Botero, en caf¨¦s ilustres y en un jard¨ªn-asador
Tal vez, como las familias felices de Tolst¨®i, tengan tambi¨¦n algo en com¨²n las ciudades que nacen al pie de enormes monta?as, una suerte de impronta definitiva de car¨¢cter, como si se tratara de ofrendas abandonadas a los pies de un gigante majestuoso. Los impresionantes cerros de Guadalupe y Monserrate que enmarcan el paisaje de Bogot¨¢ hacen que la ciudad quede de una extra?a manera a la orilla y a la vez que mire permanentemente hacia lo alto. Y quiz¨¢ sea ¨¦sa la primera de sus cualidades, su verticalidad. Una verticalidad que es una referencia constante.
No es posible estar en Bogot¨¢ sin sentir su presencia, el propio trazado urban¨ªstico en cuadr¨ªcula en el que todas las calles ascienden hacia los cerros y todas las carreras (avenidas) transcurren paralelas a ellos hace que se viva seg¨²n su mirada. Una mirada doble, porque de inmediato se descubre que existen tambi¨¦n dos tiempos, el de la cima y el de la ciudad. En uno la ciudad se agita, en el otro permanece inm¨®vil, en uno se da la vida como un caudal humano que transcurre voluminoso por la carrera D¨¦cima, en otro nada se mueve, y Monserrate mira "como si se riera", en palabras de Garc¨ªa M¨¢rquez, "todo el sentir lastimero que acusa la ciudad queda inmovilizado en la atenci¨®n de la monta?a".
Si uno se sit¨²a en la plaza de la catedral, a la altura de la calle Segunda queda directamente a las puertas del barrio hist¨®rico de La Candelaria, que es, al mismo tiempo, uno de los focos m¨¢s intensos de renovaci¨®n de la ciudad, tanto desde el punto de vista tur¨ªstico como del de los propios bogotanos. Atr¨¢s en el tiempo, la peligrosidad que hac¨ªa que este barrio fuera disuasorio hace una d¨¦cada, hoy la vida ha reintegrado para s¨ª el coraz¨®n del que naci¨® la ciudad misma, renov¨¢ndolo. Es muy posible que la vida de las ciudades tenga para s¨ª sus propios tempos, sus propios ciclos, como los de cualquier vida humana. Porque tambi¨¦n los barrios, como los hombres, no nacen s¨®lo una vez, tienen nacimientos m¨²ltiples, este barrio de La Candelaria ha nacido ya muchas veces. El ¨²ltimo de sus nacimientos ha sido propiciado por la apertura de muchos de sus nuevos centros; la biblioteca Luis ?ngel Arango, el Centro Cultural Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, el Museo Botero (que incluye la magn¨ªfica colecci¨®n privada de los cuadros adquiridos por el pintor), el Museo de la Casa de la Moneda, a los que se a?aden los que ya exist¨ªan, como el teatro Col¨®n, sin duda uno de los m¨¢s espectaculares de toda Am¨¦rica Latina.
Rincones semiprivados
La vida privada de los jardines de much¨ªsimas de las casas de La Candelaria ha quedado ahora descubierta con la apertura de nuevos restaurantes, antiguas casas cuyos patios se han convertido en peculiares rincones semiprivados. Es el caso, por ejemplo, de La Cicuta, un asador-jard¨ªn en la esquina de la Novena con la Primera, o el japon¨¦s La Totuma, en el callej¨®n del Embudo.
La Candelaria es un barrio que se recorre ascendiendo hacia el cerro, que impone su propia lentitud y que no ha sido tomado masivamente por los turistas, al igual que otros espacios del centro como la zona de la catedral o la carrera S¨¦ptima. Lo suficientemente alejado y lo suficientemente cercano, tiene la transparencia de los barrios en los que la vida est¨¢ insertada como un fruto, las casas se suceden una a una con la cristalina seguridad de que han sido creadas seg¨²n su naturaleza privada, deja y no deja verse.
No resulta extra?o descubrir que la ciudad naci¨® aqu¨ª mismo, en la peque?a plaza del Chorro de Quevedo. Todos los barrios como La Candelaria, cuyas vidas se hacen por igual hacia el exterior y hacia el interior, tienen esos peque?os espacios insospechados que acaban conform¨¢ndose como verdaderos corazones. Her¨¢clito afirmaba que el fil¨®sofo no debe decir, sino indicar. As¨ª parece tambi¨¦n que hay lugares, como la plaza del Chorro de Quevedo, que no dicen, sino que indican, que no pueden ser abordados como simples lugares f¨ªsicos, sino un poco ambiguamente, como se?ales, o en una forma un poco indirecta, como si se tratara de met¨¢foras. Es la energ¨ªa inquietante de esos lugares de los que han surgido f¨ªsicamente las ciudades y que no han devenido exactamente sus centros posteriormente, sino espacios sensibles, como hundidos en su historia, pero por los que la vida no ha dejado de transcurrir.
Bajando por el callej¨®n de El Embudo hasta la plaza de los Periodistas nos cruzamos tambi¨¦n en La Candelaria con el nuevo Bogot¨¢ y el proyecto del arquitecto Salmona (probablemente, la referencia nacional m¨¢s clara en la renovaci¨®n urban¨ªstica del centro) de su Eje Ambiental, que desciende, como una avenida acu¨¢tica, desde el cerro hasta la carrera Und¨¦cima.
El Pasante
Bogot¨¢ sigue siendo una ciudad de caf¨¦, en la que los caf¨¦s han seguido forjando su acontecer social, intransferible. Hay cierto vivir en los otros la propia vida que s¨®lo se manifiesta en los caf¨¦s y que Europa ha perdido en gran medida. Descendiendo desde la plaza de los Periodistas en direcci¨®n a la S¨¦ptima, en la estupenda y ruidosa plaza del Rosario se encuentra uno de sus caf¨¦s m¨¢s ilustres, el Pasante, que en cualquier otra ciudad ser¨ªa un monumento tur¨ªstico, pero que aqu¨ª sigue siendo de coraz¨®n bogotano con toda precisi¨®n, al igual que el caf¨¦ San Moritz, no lejos de all¨ª, en la calle 16 con la S¨¦ptima, rodeando la iglesia de San Francisco. Al entrar en ellos se concreta una especie de nostalgia, la nostalgia de un estilo de vida que nos han quitado (o que nos hemos quitado nosotros mismos), y nos parecen entonces doblemente solitarias estas ciudades que vivimos, como si ya no nos fuera posible ese abrirse las inquietudes entre unos y otros en los caf¨¦s, lo que es se?al indudable de la nobleza de una ciudad. Juro haber escuchado esta conversaci¨®n en un caf¨¦ de La Candelaria, entre una ni?a de cinco a?os y su padre.
"?Y t¨² cu¨¢ndo morir¨¢s?".
Y el padre:
"Yo no morir¨¦ nunca".
M¨¢s informaci¨®n en la gu¨ªa de Colombia de EL VIAJERO
? Andr¨¦s Barba es autor de Versiones de Teresa (Anagrama, 2006) y coautor de La ceremonia del porno, premio Anagrama de Ensayo 2007.
Gu¨ªa
Datos b¨¢sicos
? Prefijo telef¨®nico: 00571.
? Poblaci¨®n: Bogot¨¢, unos 7,5 millones de habitantes.
? Moneda: peso colombiano (un euro son 2,60 pesos).
C¨®mo ir
? Iberia (902 400 500; www.iberia.com), ida y vuelta a Bogot¨¢ desde Madrid, desde 694,15 euros, precio final.
? Air Comet (www.aircomet.com; 902 380 350), desde 674 euros.
? Avianca (www.aviancaeuropa.com), desde 838 euros.
Visitas
? Biblioteca Luis ?ngel Arango (www.lablaa.org; 343 12 12). Calle 11, 4-14. De lunes a s¨¢bado, de 8.00 a 20.00; domingos, de 8.00 a 16.00. En el mismo complejo: Museo Botero y Casa de la Moneda. Ambos, gratuitos y de lunes a s¨¢bado, de 9.00 a 19.00; domingos, de 10.00 a 17.00.
? Centro Cultural Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez (283 22 00; www.fce.com.co). Calle de la Ense?anza (11), 5-60. De 9.00 a 21.00. Entrada gratuita.
Informaci¨®n
? Turismo de Bogot¨¢ (283 71 15; www.bogotaturismo.gov.co).
? www.turismocolombia.com.
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