Un verano raro
Coincidir¨¢n conmigo, ahora que volvemos al trabajo, que ha sido un verano raro. La primavera vino tarde y lluviosa y nos lo dej¨® esplendoroso y bien humedecido, pues apenas ha habido incendios. No ha tenido este verano como en otras ocasiones referencias para el recuerdo, no ha habido canci¨®n del verano, quiz¨¢s porque fue canci¨®n de primavera la astracanada que nos dej¨® Chiquilicuatre y las discogr¨¢ficas no se arriesgaron a sacar otra. La agitaci¨®n pol¨ªtica de nuestras calles casi ha desaparecido, no ha habido afortunadamente funerales por concejales asesinados, aunque el desgraciado accidente de Barajas nos oblig¨® a echar la mirada all¨ª, interrumpi¨¦ndonos la olimpiada de Pek¨ªn, alterando un poco lo que nos programaron. Y, adem¨¢s, sin que las hojas secas nos recuerden el fin del est¨ªo, pues todav¨ªa no se caen, sin que haya masiva publicidad en la tele de colecciones de fasc¨ªculos, sin anuncio del Plan Ibarretxe, nos encontramos de nuevo en el tajo tras este verano raro. Es posible que la depre haya hecho su entrada por todo lo alto, o que lo realmente determinante en nuestras vidas no fuera en esta ocasi¨®n el verano sino la primavera.
Los vendedores de esta sociedad de consumo, se han asustado. No nos ofrecen tantas cosas
Estamos acostumbrados a ver que las cosas ya no son lo que eran; ya ni siquiera las estaciones lo son, quiz¨¢s porque los que marcan nuestro reloj vital, los vendedores de esta sociedad de consumo, se han asustado. No nos ofrecen tantas cosas para comprar, la publicidad no es como a la vuelta del verano pasado. Por el contrario, cuando nos ofrecen algo, ellos, los que nos sacaban el dinero que no ten¨ªamos, son segundas marcas, productos blancos; ni siquiera sabemos si va a venir el Oriente a unos grandes almacenes, que todav¨ªa no s¨¦ para qu¨¦ ven¨ªa. Ni se publicitan juguetes de consolaci¨®n para los ni?os ante su vuelta a clase.
Nos ofrecen hasta coches m¨¢s baratos. Eran ellos, son ellos, los vendedores, los que nos producen la depresi¨®n. Porque al fin y al cabo, quitando estos ¨²ltimos a?os, que han producido una generaci¨®n bastante consentida, los ciudadanos de a pie nos hemos arreglado con cualquier cosa. ?ramos duros, berroque?os, hasta est¨¢bamos euf¨®ricos cuando viv¨ªamos en la depresi¨®n, pues de ella no sal¨ªamos. Sin Lexus, ni Audi, sin g¨¹isqui, sin viajes a Canc¨²n, que ¨ªbamos en el Vascongado, abarrotado en olor a multitud proletaria, a la playa de Deba y beb¨ªamos valdepe?as con sif¨®n. Si somos de hierro, hombre. A los que hay que animar es a los chavales, de paso a alg¨²n vendedor. A nosotros nos las han dado hasta en el paladar y aqu¨ª estamos.
Sigamos, pues, la consigna de la Liga de F¨²tbol, que se nos ha puesto ¨¢ulica despu¨¦s del rampl¨®n "a por ellos". Lo importante es el camino, no importa la meta, que m¨¢s o menos era lo que dec¨ªa Machado y cantaba Serrat, no hay camino, se hace camino al andar. Pero, por favor, no nos devuelvan a depresiones hist¨®ricas como la de la generaci¨®n del 98, que nos ponemos trascendentes y luego acaban como acaban. El siglo XX en su segunda mitad fue un buen siglo para el espa?olito, supimos aguantar, aquello s¨ª que fue "resistir es vencer", porque al final ganamos. No hay depresi¨®n, la depresi¨®n es la de ellos. Nos conformamos con tintorro con sif¨®n.
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