V¨ªctimas o victimistas
Durante mucho tiempo se ha acusado a los catalanes -y a la pol¨ªtica catalana- de adoptar actitudes victimistas en su confrontaci¨®n con Espa?a, es decir, de exagerar agravios y malevolencias como argumentos para lograr algunas compensaciones, aunque sean migajas caritativas o simple reconocimiento de la hipocres¨ªa opaca de la conllevancia. La calificaci¨®n de victimismo tiene doble filo: por un lado, desacredita el contenido real de las reivindicaciones o las reduce a caricaturas y caprichos merecedores de un desprecio benevolente; por otro, castiga la moral de los ciudadanos que acaban acostumbr¨¢ndose a aceptar mansamente soluciones siempre muy por debajo de las reclamadas. La desilusi¨®n continua, la p¨¦rdida de autoestima, el regodeo de la impotencia: ¨¦sos son sus resultados. Es decir, la acusaci¨®n de victimismo a una sociedad y a una pol¨ªtica es una manera de disfrazar las injusticias, pero la asimilaci¨®n social del conformismo victimista comporta la p¨¦rdida del empuje y la identidad de esa sociedad, un pueblo habituado al fracaso, un reba?o paciente en el que todos estamos dispuestos a ofrecer la otra mejilla para un segundo bofet¨®n.
No podemos asumir tanta cuota de solidaridad como se nos asigna
?ltimamente han aparecido -incluso en t¨¦rminos oficiales- muchos datos objetivos que sit¨²an mejor y, al parecer, definitivamente las justificaciones de aquellas quejas reivindicativas. Con la tramitaci¨®n del Estatuto y sus secuelas de mentiras y traiciones los antiguos greuges de Catalu?a se han confirmado de manera irrevocable. Y la sociedad catalana parece que por fin ha asumido como realidades ya incuestionables la injusticia de las balanzas fiscales, las insuficiencias infraestructurales, el desprecio de las identidades, la marginaci¨®n centralista y toda una serie de circunstancias que dificultan o anulan el progreso social y econ¨®mico del pa¨ªs. Y todos nos hemos dado cuenta de que los argumentos considerados "victimistas" eran en realidad referencias ver¨ªdicas. Ha quedado m¨¢s claro que, efectivamente, ¨¦ramos v¨ªctimas y no victimistas. Y que, a pesar de los esfuerzos de la sociedad civil para mantener con dificultades la progresi¨®n econ¨®mica, ten¨ªamos d¨¦ficit grav¨ªsimos que no se pueden resolver sin conquistar equidades fundamentales.
Se han reconocido insuficiencias estructurales en el planteo funcional del aeropuerto, en las cercan¨ªas ferroviarias, en el trazado del AVE, en los sistemas energ¨¦ticos, en el suministro de agua, en la ense?anza y en la cultura que la sociedad civil y el Gobierno aut¨®nomo -ni siquiera exigi¨¦ndoles m¨¢s orden y m¨¢s eficacia- no pueden resolver sin recomponer previamente la financiaci¨®n estatal. Y en estas condiciones, sin superar las insuficiencias que nos empobrecen, no podemos afianzar el pa¨ªs, ni, adem¨¢s, asumir tanta cuota de solidaridad como se nos asigna. Hace poco un pol¨ªtico bien informado ha tenido que reconocer que en Catalu?a hay m¨¢s pobres que habitantes en alguna de las autonom¨ªas espa?olas -por ejemplo, Extremadura-, aquellas que consumen buena parte de nuestra participaci¨®n solidaria, un dato importante para definirnos como v¨ªctimas reales y no como victimistas, un dato que los l¨ªderes pol¨ªticos deber¨ªan declarar con m¨¢s claridad, m¨¢s exigencia, sin cobard¨ªa ni pudor mojigato.
?Los partidos pol¨ªticos catalanes y sus l¨ªderes est¨¢n a la altura de la nueva situaci¨®n ante la posibilidad de solidificar esa nueva conciencia colectiva? No. No lo est¨¢n. No han sido capaces ni de mantener una unidad t¨¢ctica y estrat¨¦gica ante los abusos espa?oles. Han aceptado el incumplimiento de un compromiso estatutario de alt¨ªsimo rango legal y acabar¨¢n refugi¨¢ndose otra vez en el recurso pla?idero de un nuevo victimismo sin soluciones definitivas, entre excusas fatalistas y acomodaticias. Estamos m¨¢s dispuestos a llorar que a luchar. Entre el pacto Mas-Zapatero en la Moncloa y el De la Vega-Saura en un hotel de Vilanova, hemos pasado una serie de episodios incalificables, de renuncias sospechosas, de luchas por rid¨ªculas prebendas partidistas que acaban solidificando la idea de que Catalu?a no se merece mejor trato del que recibe porque no se atreve a defenderse como v¨ªctima y prefiere seguir jugueteando con un victimismo pobre, decadente, conservador, sin ning¨²n gesto discretamente heroico.
La posici¨®n de alg¨²n partido catalanista radical que vot¨® negativamente en el refer¨¦ndum del Estatuto pudo parecer un exabrupto o incluso una exageraci¨®n estrat¨¦gica, pero, con el complicado y desafortunado proceso de estos ¨²ltimos meses, cabe preguntarnos si una negativa clara de los catalanes no nos habr¨ªa llevado a una situaci¨®n menos bochornosa que la actual, con mayor capacidad para la efervescencia del di¨¢logo, menos acorralados en fatalismos insuperables, quiz¨¢ m¨¢s esperanzados en una posible renovaci¨®n de las fuerzas pol¨ªticas. No olvidemos que el victimismo es una f¨®rmula muy eficaz para desmoronar una sociedad dispuesta a abandonar la lucha en defensa de sus intereses y su identidad.
?Qu¨¦ pasar¨¢ cuando aparezca el dictamen del Tribunal Constitucional? ?Ser¨¢ otro bofet¨®n? Despu¨¦s de ¨¦ste, ?qu¨¦ nueva mejilla podremos ofrecer para seguir demostrando nuestras preferencias victimistas cuando no sabemos defendernos como v¨ªctimas reales?
Oriol Bohigas es arquitecto.
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