Refundaci¨®n en Am¨¦rica Latina
Am¨¦rica Latina ya ha sido fundada en dos ocasiones, aunque siempre en una cierta continuidad. Pero una tercera, de m¨²ltiples y contradictorios significados, parece estar al caer. Y M¨¦xico, con la megamani contra la violencia del s¨¢bado, es el ¨²ltimo escenario en el que se ha dado un paso en esa direcci¨®n.
La primera fundaci¨®n se produjo durante el siglo XVI, con la creaci¨®n de la sociedad hispano-india -y negra- de la que hoy es heredera gran parte del mundo hisp¨¢nico; y la segunda, a las independencias que a partir de 2010 empezar¨¢ a conmemorar con seguras estridencias antiespa?olas todo el continente. Pero entre ambas hab¨ªa una homogeneidad b¨¢sica: la clase dirigente, peninsular y criolla, no dejaba nunca de ser espa?ola.
Antes que izquierda o derecha, hay otro signo m¨¢s esclarecedor: Occidente o no Occidente
La primera tentaci¨®n clasificatoria en esa carrera de refundaciones con que ha comenzado el siglo XXI latinoamericano es la de agruparlas en izquierda y derecha, por nominal que ello resulte. Y en el apartado de la izquierda aparece primero la Venezuela de Hugo Ch¨¢vez, seguida de la Bolivia de Evo Morales, y sin entrar en mayores matizaciones, Ecuador con Rafael Correa, Nicaragua con Daniel Ortega, Paraguay de Fernando Lugo y la Honduras de Manuel Zelaya, que acaba de ingresar en el ALBA con el que Caracas pretende disputar la cancha econ¨®mica a Washington. Hasta Cuba, decana de todas las izquierdas latinoamericanas, experimenta una modest¨ªsima refundaci¨®n guiada por Ra¨²l Castro en su b¨²squeda de alguna econom¨ªa de lo real.
En el agrupamiento conservador estar¨ªan prominentemente M¨¦xico y Colombia, donde la refundaci¨®n tiene una autonom¨ªa propia, apenas gobernada por sus dirigentes pol¨ªticos. Y entre una y otra definici¨®n flotan quienes ser¨ªa dif¨ªcil reunir en un lote tan preciso como los anteriores: Brasil, Argentina, Uruguay, Chile y Per¨², entre otros. Pero antes que izquierda o derecha, cabe otro signo identitario m¨¢s esclarecedor: Occidente o no Occidente, en la partida de bautismo.
M¨¦xico, bajo la presidencia del derechista Felipe Calder¨®n, es sintom¨¢tico. Lo que quiere la ciudadan¨ªa es refundar el pa¨ªs en la normalizaci¨®n de la democracia occidental; una refundaci¨®n en c¨¢mara lenta, que ya hab¨ªa comenzado incluso antes de la ca¨ªda del PRI en los ¨²ltimos a?os del siglo XX. Unas estructuras que fueron concebidas en los a?os veinte y treinta al servicio exclusivo del poder; un Ministerio de la Gobernaci¨®n, una polic¨ªa y un Ej¨¦rcito que s¨®lo exist¨ªan como medio para la aclimataci¨®n del ciudadano a una dictadura que se llam¨® "perfecta" porque perfecto era el encuadramiento, ni siquiera siempre represivo, de la masa social. Y esas estructuras son hoy incapaces de combatir a otro poder que se ha alzado sobre las ruinas y los vac¨ªos creados por el apartamiento del PRI: el crimen organizado. Una fuerza p¨²blica que es todav¨ªa menos eficaz porque ha sido desarticulado su eje de gravitaci¨®n; peor que una corrupci¨®n centralizada s¨®lo es una corrupci¨®n descentralizada. La refundaci¨®n de M¨¦xico ser¨ªa por ello el final de un camino, iniciado con el primer proceso de modernizaci¨®n del pa¨ªs, el Porfiriato y su liquidaci¨®n por la revoluci¨®n de 1911; o en su ¨²ltimo tramo, con la terminaci¨®n de la dictadura a la elecci¨®n de Vicente Fox en el a?o 2000.
El caso opuesto es Bolivia, donde Morales va m¨¢s lejos que ninguno de sus compa?eros de viaje: la desoccidentalizaci¨®n o deshispanizaci¨®n del pa¨ªs. Ch¨¢vez puede darle a su enigm¨¢tico "socialismo del siglo XXI", y encima "bolivariano", el significado antiliberal que le plazca, pero la meta es s¨®lo una acomodaci¨®n del capitalismo a sus intereses; Occidente rectificado, pero no un salto atr¨¢s.
El presidente boliviano, en cambio, persigue una revoluci¨®n no s¨®lo econ¨®mica, sino antropol¨®gica. El homus bolivianus ha partido ya en busca de su pasado. Y esa refundaci¨®n ha segregado en un clima que vocifera guerra civil su contrarrefundaci¨®n; la de Santa Cruz y las provincias rebeldes de la Media Luna, que quieren reinventar Austria-Hungr¨ªa como una disipada confederaci¨®n de las tierras bajas del este con el altiplano que sue?a un nuevo tahuantisuyo posincaico.
Am¨¦rica Latina trata de refundarse en este albor del siglo, en orden inevitablemente disperso. En Colombia, el se?uelo para el cambio ser¨ªa un sistema de partidos moderno, elevado sobre los rescoldos de una hoguera que alumbraron conservadores y liberales; y en M¨¦xico, una refacci¨®n de pies a cabeza del Estado, que lo ponga al servicio del ciudadano y de la democracia. No se trata de convertirse en otro pa¨ªs, como en Bolivia, sino de ser, por fin, una gran naci¨®n en este siglo que comienza.
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