El escritor local y el mercado internacional
Qu¨¦ significa escribir -y pretender publicar- en Latinoam¨¦rica, cuando lo que se quiere es salir de Latinoam¨¦rica y darse a conocer en el mercado internacional? (L¨¦ase, sobre todo, espa?ol). Del r¨ªo Bravo a la Patagonia cada ciudad letrada tiene lo suyo. Las sucursales de Alfaguara o Planeta funcionan con mayor o menor incidencia, justicia o perversi¨®n. Y el alcance de las editoriales locales tambi¨¦n var¨ªa seg¨²n el barrio.
Durante m¨¢s de siete a?os en que estuve estirando mis yacimientos de tiempo por toda Latinoam¨¦rica, entre escritores en ciernes, triunfadores y frustrados, fui aprendiendo algo acerca de ciertos mitos. Porque independientemente del color que tenga el problema y el cristal con que se mire, los escritores atrapados en nuestros pa¨ªses de origen levantamos mitos literarios acerca de cu¨¢les son las alternativas para dejar de ser un autor local.
Podr¨ªamos alzar un muro de las lamentaciones con las dificultades de inserci¨®n del escritor que vive en Latinoam¨¦rica con respecto al campo literario espa?ol, pero la tarea se parecer¨ªa a una in¨²til muralla china, un colosal y ¨¢rido monumento del aislamiento. Otra cosa ser¨ªa ponernos pesimistas (l¨¦ase realistas) con respecto a los mitos donde cuelgan sus trabajos y sus d¨ªas tantos j¨®venes escritores del otro lado del Atl¨¢ntico. Quiz¨¢ una mirada desalentadora constituya el mejor est¨ªmulo para mirar hacia adentro, hacia la soledad del escritor de fondo, y no preocuparse demasiado por eso que llaman carrera, sobre todo cuando abundan tantos mitos, espejismos y falacias.
El primero y m¨¢s sustancioso podr¨ªa llamarse "el mito del pr¨ªncipe azul-concurso internacional". Muchos escritores viven convencidos de que un concurso te salva y te instala en el para¨ªso, cual pr¨ªncipe azul, y que si se tiene talento es probable ganar de un d¨ªa para otro un concurso internacional por encima de 50.000 euros, capaz de abrir todas las perspectivas con el golpe de un solo cheque. Es una verdad tan dura como una piedra el hecho de que los premios -sobre todo los m¨¢s cuantiosos- no suelen decidirse en el ¨¢mbito del azar y de la cualidad limpiamente literaria, sino en una acci¨®n conjunta, y muchas veces antihigi¨¦nica, entre las editoriales, los agentes, el marketing y los due?os del cotarro.
Pariente cercano del pr¨ªncipe azul, est¨¢ "el mito del editor-hada madrina": ser descubierto e instalado en el parnaso por alg¨²n editor que pasa por Latinoam¨¦rica a alg¨²n evento, feria del libro o cosa por el estilo. Como todo mito tiene sus ra¨ªces en la realidad: hay quien ha tenido la suerte de ser descubierto. Pero el campo literario espa?ol es tan multitudinario, complejo y competitivo que los resultados a mediano plazo dependen mucho m¨¢s de la presencia del autor conjunta a la gesti¨®n del agente y del editor que al golpe aislado de una novela o un premio. Pi¨¦nsese cu¨¢ntos han pasado bombos y platillos a disolverse en la cotidiana nada editorial. Ser¨ªa una especie de efecto Warhol: no m¨¢s de 15 minutos (o meses) de suerte, si ¨¦sta no se ancla en la constancia de la gesti¨®n y en la suma paulatina de los lectores. Como dice mi amigo el editor Javier Azpeitia: cada lector es una conquista.
?ste s¨ª que es rom¨¢ntico: "el mito de la b¨²squeda del templo perdido". O sea, mandar a ciegas a cuanta editorial exista, peregrinar al estilo del joven Hemingway o de Salinger de casa en casa, hasta que alg¨²n editor con visi¨®n de futuro apueste por uno. Quienes nos hemos buscado la vida en el prestigioso circuito de los lectores de editoriales, sabemos que cada mes llegan cientos de manuscritos a cualquier departamento de lectura. Entonces se lee poco y mal. Con editoriales grandes (e incluso no tan mastod¨®nticas) mandar a ciegas, probablemente, significa no ser visto. Muchas suelen utilizar la figura del agente como filtro, no leen manuscritos que no vengan de las agencias o recomendados por alguien.
En el otro extremo est¨¢ "el mito-enajenaci¨®n de que el mercado corrompe la literatura", y la gran obra se hace en recalcitrante soledad por uno y para uno y viva Kafka. Se tiende a pensar que toda gran obra tarde o temprano va a ser descubierta y a triunfar. Quiz¨¢ eso ocurr¨ªa mucho en otros tiempos (aunque no estoy tan seguro, puesto que de lo no rescatado nada se sabe por definici¨®n). Siendo optimistas, no creo que muchos quieran hoy ser descubiertos demasiado tarde, a lo Compay Segundo. Adem¨¢s, suponer que una gran obra es por naturaleza s¨®lo para minor¨ªas y reacia al mercado es como pensar que porque existe un sujeto que adem¨¢s de ser inteligente es tartamudo, para poseer una aut¨¦ntica inteligencia es necesario andar tartamudeando por la vida.
Lo grave de fomentar estos mitos durante mucho tiempo es que suelen convertirse en fuente de angustia y automarginaci¨®n. Por poner un caso, si un joven escritor talentoso de una esquina olvidada del mundo recibe en un a?o quince cartas-tipo con respuestas adversas a su obra por parte de las editoriales, puede sentirse muy mal pensando que a su literatura se le escapa algo.
Aunque hoy parece un lugar com¨²n, sienta bien volver a los or¨ªgenes siempre tan profil¨¢cticos: escribir sin olvidar que en este oficio existe la soledad del escritor de fondo. El mercado est¨¢ ah¨ª, y seguir¨¢ estando y comport¨¢ndose seg¨²n sus reglas, sin que importe lo que piensa alguien en el altiplano. Est¨¢ claro que en toda periferia se levantan mitos con respecto al centro, pero quiz¨¢ no est¨¢ tan claro, aunque es una verdad incontestable, el hecho de que tales mitos s¨®lo contribuyen a que la periferia lo sea a¨²n m¨¢s. Como dec¨ªa Confucio: si el problema tiene soluci¨®n, no hay que preocuparse, y si el problema no tiene soluci¨®n, tampoco hay que preocuparse. -
Ronaldo Men¨¦ndez (La Habana, 1970) ha publicado recientemente la novela R¨ªo Quib¨² (Lengua de Trapo, 2008). www.ronaldomenendez.com.
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