Para despu¨¦s de oto?o
Ten¨ªa raz¨®n Rodolfo Ares cuando declaraba, hace unos d¨ªas, que hay m¨¢s socialistas fuera del PSE que dentro de ¨¦l. Y ten¨ªa m¨¢s raz¨®n, incluso, de la que le gustar¨ªa: basta revisar el programa de los partidos pol¨ªticos de Euskadi para compartir esa conclusi¨®n. Eusko Alkartasuna se declara socialdem¨®crata. Aralar trabaja por el socialismo. Lo mismo hace Ezker Batua. El lehendakari, cuando habla de pol¨ªticas p¨²blicas, se expresa como un socialista convencido, y qu¨¦ decir de la izquierda radical, que vive, se desvive y desvive a los dem¨¢s, por una Euskal Herria Sozialista. Hasta un liberal, si queda alguno, torcer¨ªa la boca viendo c¨®mo el Partido Popular promueve el intervencionismo y pide incrementar la coerci¨®n p¨²blica sobre los bienes y las libertades de la ciudadan¨ªa. En este pa¨ªs, a socialista, el que no corre vuela. Ante ese panorama, la identificaci¨®n del socialismo con el PSE es un desider¨¢tum. Rodolfo Ares no quer¨ªa expresarse en tal sentido, pero sus palabras remit¨ªan, de forma involuntaria, a esa ecum¨¦nica verdad.
Lo que est¨¢ en juego es qu¨¦ partido detentar¨¢ la centralidad pol¨ªtica en Euskadi
De todos modos, la nueva estrategia electoral del PSE, dirigida a adquirir un perfil vasquista y arrebatar al PNV la centralidad pol¨ªtica, se puede ver favorecida, parad¨®jicamente, por esa consuetudinaria aceptaci¨®n del socialismo, ya sea real o irreal, ya sea de alta o baja intensidad. As¨ª como en otras ¨¦pocas era casi irremediable ser nacionalista (trasladen su memoria a principios de los a?os ochenta), la conversi¨®n mayoritaria a la socialdemocracia (de la que s¨®lo escapamos algunas almas descarriadas) convierte al Partido Socialista en centro del espectro pol¨ªtico, frente a versiones o m¨¢s radicales o m¨¢s timoratas de un mismo principio sustancial.
Quiz¨¢s el PNV quiso modernizarse al asumir, de forma t¨¢cita, la socialdemocracia, pero ello le ha trasladado al campo de juego del Partido Socialista y, como se sabe, los equipos que juegan en campo propio tienen todas las de ganar. Si a ello a?adimos un proyecto de consulta que bastantes nacionalistas reprueban (y muchos m¨¢s cuando hablan en voz baja), hay que concluir que el PNV ha renunciado a vertebrar Euskadi y deja, en consecuencia, un vasto espacio central que busca due?o. Esta combinaci¨®n de circunstancias desencadena un efecto in¨¦dito en nuestra historia pol¨ªtica: el PSE tiene su primera y gran oportunidad para ocupar ese espacio de centralidad y moderaci¨®n. La apreciaci¨®n no es exagerada. Para muestra un bot¨®n: muy probablemente sea el PSE el que impida la aprobaci¨®n el pr¨®ximo oto?o del proyecto de Ley de Vivienda del Gobierno vasco, un proyecto que har¨ªa las delicias de cualquier comisario estalinista.
En Euskadi llevamos tiempo enfangados en el debate nacional. Y aunque el avance en el proceso de construcci¨®n nacional vasca durante los ¨²ltimos treinta a?os ha sido extraordinario, el responsable fundamental de ese proceso, el PNV, no parece verlo as¨ª. Prefiere aventurarse por sendas extravagantes. Mientras tanto, la sociedad lleva camino de relativizar en pocos a?os la cuesti¨®n nacional, de situarla como uno de tantos debates y no como el ¨²nico que existe. Entonces cobrar¨¢ valor el programa econ¨®mico y social de cada partido y el PNV deber¨¢ preguntarse si ha gestionado correctamente su capital pol¨ªtico, su patrimonio ideol¨®gico, su historia y su prestigio.
Lo que est¨¢ en juego no es el derecho de los vascos a decidir. Lo que est¨¢ en juego es qu¨¦ partido detentar¨¢ la centralidad pol¨ªtica en Euskadi durante la primera mitad del siglo XXI. Ese es el debate; y lo dem¨¢s una distracci¨®n estacional, un oto?al divertimento.
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