El coreano que ten¨ªa unos zapatos
Hace algo m¨¢s de 20 a?os, hice un viaje a Corea del Sur. Ten¨ªa mucho tiempo y poco dinero, lo que me condujo a un hotel barato, frecuentado por gente de provincias que deb¨ªa hacer gestiones en Se¨²l. La primera noche, apenas acostado, alguien llam¨® a mi puerta. Era el chico de la recepci¨®n, con una oferta: "?Girls, mister?". Le respond¨ª que no, gracias, y me olvid¨¦ del asunto. Hasta la noche siguiente, cuando se repitieron el golpeteo en la puerta y la oferta, aderezada esta vez con nuevos elementos: el muchacho me ofreci¨® a su "hermana peque?a". Volv¨ª a responder que no, quiz¨¢ de forma demasiado tajante. El muchacho debi¨® de hacer sus deducciones y no tard¨® ni 10 minutos en volver. En esa tercera visita, no se entretuvo en explicaciones: entr¨® sin decir nada, se quit¨® los zapatos y se meti¨® en mi cama. No crean que fue f¨¢cil echarle.
David Ho dispon¨ªa de cinco d¨ªas de vacaciones al a?o, y decidi¨® pasarlos conmigo. Pens¨® que podr¨ªa ense?arle
Esas peripecias nocturnas marcaron mi primera impresi¨®n de Se¨²l. La ciudad, en plena transformaci¨®n por las obras ol¨ªmpicas, me pareci¨® polvorienta, ca¨®tica y deprimente. Al cabo de unos d¨ªas conoc¨ª a David Ho, un joven disfrazado de ejecutivo. Su empresa, fabricante de productos para la construcci¨®n, le hab¨ªa proporcionado un traje azul y un malet¨ªn negro. Tambi¨¦n le proporcionaba alojamiento en una habitaci¨®n que David compart¨ªa con otros tres vendedores. Los zapatos, en cambio, eran de su propiedad, y David los mostraba con orgullo.
David dispon¨ªa de cinco d¨ªas de vacaciones al a?o, y decidi¨® consumirlos en mi compa?¨ªa. Yo era el primer occidental al que trataba, y pens¨® que podr¨ªa ense?arle ingl¨¦s y contarle c¨®mo era el mundo. No creo que aprendiera nada de m¨ª. ?l, en cambio, me ense?¨® muchas cosas. Era un tipo ¨¢vido, obsesionado con el trabajo y el progreso. Cualquier esfuerzo le parec¨ªa razonable. Quer¨ªa prosperar, ahorrar y acumular para sus descendientes, costara lo que costara. Seg¨²n ¨¦l, la riqueza era madre de todas las virtudes. La pobreza, en cambio, s¨®lo generaba miseria y humillaci¨®n.
El d¨ªa antes de volver al trabajo, me propuso que nos regal¨¢ramos "una comida especial". Mi presupuesto a¨²n daba de s¨ª y acept¨¦. Le acompa?¨¦ hasta lo que parec¨ªa un domicilio particular, tirando a ro?oso. Una mujer nos abri¨® y nos condujo a una habitaci¨®n, donde, tras consultar el precio, que me pareci¨® inusualmente elevado, encargu¨¦ "dos men¨²s completos". La comida no estuvo mal. El problema lleg¨® con los postres, consistentes en dos se?oritas de aspecto taciturno. No me sent¨ªa de humor para esos alardes, por lo que ced¨ª a David mi raci¨®n y sal¨ª a fumar al patio. Al cabo de un rato, no mucho, David me llam¨® y me pas¨® la factura. Era la mitad de lo estimado, porque se hab¨ªan negado a cobrar mi men¨². Me explic¨®, cabizbajo, que la propietaria y sus empleadas se sent¨ªan desoladas por no haberme complacido. Me march¨¦ casi avergonzado.
Peak everything, un libro que anuncia una era de escasez, me hizo pensar en David Ho. El argumento es razonable: tras un siglo de formidable abundancia energ¨¦tica, en el XXI nos enfrentamos a una escasez general. Hay menos petr¨®leo, menos gas, menos carb¨®n, menos minerales y, sobre todo, menos agua. Deduzcan esos elementos de la ecuaci¨®n econ¨®mica, aunque sea parcialmente, y surge un resultado inquietante. No puede consolarnos ni la fe en la tecnolog¨ªa: todo lo que poseemos, toda nuestra riqueza material, todos nuestros prodigios cient¨ªficos, se basan en un desorbitado consumo energ¨¦tico. La tecnolog¨ªa contempor¨¢nea surgi¨® de la energ¨ªa, empezando por la m¨¢quina de vapor. ?Energ¨ªa solar? Tambi¨¦n hace falta energ¨ªa para fabricar los paneles, y minerales escasos.
En el mejor de los casos, nuestro futuro se llama austeridad.
No s¨¦ qu¨¦ ha sido de David Ho. Nos carteamos un tiempo, luego se cort¨® el contacto. Corea del Sur se ha hecho muy rica en estas dos d¨¦cadas, posee una industria potent¨ªsima, una tecnolog¨ªa formidable y un alto nivel educativo. Quiero pensar que David ha prosperado al ritmo de su pa¨ªs y que ha conseguido acumular miles de cosas.
Hay quien piensa que la frugalidad forzosa nos har¨¢ mejores, menos inconscientes, m¨¢s solidarios y espirituales, quiz¨¢ m¨¢s alegres. Yo, como David, creo que nos har¨¢ m¨¢s pobres y m¨¢s propensos a humillarnos.
Peak everything, de Richard Heinberg. New Society Publishers, 2007. 213 p¨¢ginas.
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