Muerte en los Pirineos

El triste y austero sepelio coincidi¨® con la incesante actividad de la Guardia Civil, que llam¨® a declarar al presidente del PP de Huesca, Antonio Torres, para que detallara lo que sab¨ªa respecto a las amenazas que un a?o atr¨¢s hab¨ªa sufrido Grima. En aquella ocasi¨®n, el dirigente del partido le hab¨ªa acompa?ado a ver al subdelegado del Gobierno, Ram¨®n Zapatero, para exponerle la situaci¨®n y expresar la conveniencia de que el alcalde dispusiera de escolta policial ante el riesgo de que pudiera ser v¨ªctima de una agresi¨®n. Pero la autoridad gubernativa no vio la cosa tan grave y jam¨¢s le asign¨® protecci¨®n.

El capit¨¢n y su equipo de sabuesos estaban decididos a aclarar el crimen. R¨¢pida y eficazmente. Trabajaban veinticuatro horas al d¨ªa. Y hab¨ªan llegado a una conclusi¨®n de partida: que la muerte de Grima hab¨ªa sido estudiada, planeada y premeditada, no fruto de un calent¨®n de alguien, y que en ella hab¨ªan intervenido presumiblemente "al menos dos individuos". As¨ª lo hicieron constar en los primeros informes enviados a la autoridad judicial.

Fago era una olla a presi¨®n a punto de reventar. Pese a las amenazas, el alcalde nunca tuvo protecci¨®n

(...) Los periodistas hac¨ªan sus propias pesquisas. Interrogaban a los vecinos. Entrevistaban a los pol¨ªticos. Trataban de aventar los rumores y las maledicencias. Montaban guardia permanente ante el cuartel de Jaca para detectar cualquier movimiento de los agentes del caso Fago. Y, por la noche, algunos se reun¨ªan a cenar al pie de la imponente catedral rom¨¢nica, en el bullicioso restaurante Casa Fau, para dar buena cuenta de unas setas, un pescado o una carne y una fresca y crujiente ensalada de escarola, regado todo ello con una buena botella de vino.

-Eso de pegar un tiro a un t¨ªo es una cosa muy seria. "Matar a un hombre es muy duro: le quitas todo lo que tiene y todo lo que pudo tener", como dijo el viejo pistolero William Munny a un joven aspirante a serlo. Es una escena de la pel¨ªcula Sin perd¨®n, de Clint Eastwood -coment¨® enigm¨¢ticamente un avezado reportero, enamorado de los westerns.

-?Qu¨¦ quieres decir? -pregunt¨® un compa?ero novato.

-Que este asunto va de venganza. Un hombre mata por dinero, por una mujer... o por venganza. Me inclino por lo ¨²ltimo. Esto no huele a dinero ni a mujeres. Tal vez alguien resentido por alguna decisi¨®n de Grima. Aqu¨ª hay odio. En Fago hay m¨¢s de uno que ten¨ªa inquina contra el alcalde y que le consideraba un cacique.

-?Pues sab¨¦is que Grima hab¨ªa tenido un mont¨®n de trifulcas? Mirad, tengo un amigo en los juzgados que me ha soplado los pleitos en los que aparece su nombre. Los he anotado en este papel -terci¨® otro periodista local, jact¨¢ndose de sus buenos contactos.

En una libreta cuadriculada, garabateados deprisa y corriendo, figuraban los litigios: en el juzgado de instrucci¨®n n¨²mero 1 de Jaca hay las diligencias previas 550/03, 551/03, 594/04, 605/04 y 330/06, y los juicios de faltas n¨²meros 99/99, 175/01, 248/03, 313/03, 97/05 y 181/05.

-O sea, que Grima se las hab¨ªa tenido que ver en los tribunales m¨¢s de una vez desde 2003...

-?Qu¨¦ co?o! Espera, espera... que hay m¨¢s.

-?M¨¢s? ?Todav¨ªa m¨¢s?

-S¨ª, en el juzgado de instrucci¨®n n¨²mero 2 hay las diligencias previas n¨²meros 1/03, 680/03, 405/04, 475/04 y 411/05, adem¨¢s de los juicios de faltas n¨²meros 25/00, 77/04, 238/05, 110/06 y 168/06, aparte de una resoluci¨®n ejecutoria con el n¨²mero 76/06. El tal Grima hab¨ªa visitado unas cuantas veces los juzgados: unas ocasiones como denunciante y otras veces como denunciado, aunque s¨®lo hab¨ªa sido condenado una vez -explic¨® el joven periodista a los dem¨¢s colegas, dej¨¢ndolos un tanto boquiabiertos.

Los guardias civiles tardaron a¨²n menos que los periodistas en descubrir la guerra judicial en la que Grima se hab¨ªa visto envuelto durante los ¨²ltimos a?os. Hab¨ªa un pu?ado de vecinos con los que hab¨ªa mantenido conflictos y desavenencias que, lejos de apaciguarse con el paso del tiempo, se hab¨ªan envenenado a¨²n m¨¢s. Fago era una olla a presi¨®n a punto de reventar, pese a su apariencia de ser un remanso de paz en medio de los Pirineos. Era un espejismo: bajo los tejados de Fago anidaba el odio.

La prensa regional quiso ver cierto paralelismo entre lo que podr¨ªa haber sucedido en Fago con lo que ocurri¨® doce a?os atr¨¢s en la monta?a de Tor, en el Pirineo leridano, donde Josep Montan¨¦, cabeza visible de uno de los dos bandos en que estaba dividido el pueblo, fue estrangulado en su casa por una mano an¨®nima. El conflicto hab¨ªa echado ra¨ªces en 1986, cuando las trece familias de Tor crearon una sociedad de condue?os para evitar que pasase a ser de dominio p¨²blico. Los estatutos exig¨ªan que para ser propietario era preciso tener casa abierta all¨ª todo el a?o. Los desencuentros comenzaron en torno a 1980, cuando Montan¨¦ se decant¨® por convertir la monta?a en un complejo invernal. Medio pueblo, liderado por Jordi Riba, se opuso al proyecto porque prefer¨ªa mantener la explotaci¨®n forestal de aquel paraje.

Montan¨¦ fue declarado por los jueces en 1995 ¨²nico due?o de todos los terrenos, pero cinco meses despu¨¦s su cad¨¢ver fue hallado descompuesto. Quince a?os antes ya hab¨ªan muerto dos le?adores, empleados de Riba, tiroteados en un oscuro -y nunca aclarado- incidente registrado en la falda de la monta?a.

Sin embargo, en Fago no hab¨ªa disputas por la posesi¨®n de la tierra ni se conoc¨ªa ning¨²n proyecto que pusiera en peligro el statu quo local, ni Grima llevaba tanto tiempo en el cargo como para haber hecho tambalear los cimientos de ninguna sociedad rural. Es verdad que hab¨ªa recelos y desconfianza hacia los forasteros que estaban copando las casas y que, adem¨¢s, pretend¨ªan ser empadronados en Fago para tener los derechos que conllevaba tal condici¨®n. Pero, aparentemente, el enfrentamiento era contra la autoridad y contra el hombre que ejerc¨ªa la autoridad: para unos, lo hac¨ªa de forma plausible; para otros, de forma reprobable.

Aqu¨ª hab¨ªa habido broncas tan sonoras como la que hab¨ªan protagonizado meses atr¨¢s Enrique Orduna Garc¨ªa y su hijo Asier contra el alcalde, debido a que ¨¦ste les hab¨ªa impedido pasar con su ganado por las calles del pueblo. En una ocasi¨®n, el acaloramiento lleg¨® a tal extremo que en el fragor de la discusi¨®n llegaron a blandirse palos y piedras. Y despu¨¦s, cuando unos y otro se cruzaban por la calle -y se cruzaron muchas veces- es como si vieran al demonio reflejado en el rostro del contrario. Un odio africano incomprensible en la gran ciudad, pero explicable en un mundo herm¨¦tico y diminuto delimitado por unos cientos de zancadas.

El ya famoso Santiago Mainar era otro vecino que se las ten¨ªa tiesas con el mandam¨¢s. Amigos en otro tiempo, ahora eran enemigos irreconciliables, sobre todo desde que Mainar hab¨ªa perdido las elecciones municipales de 2004, a las que concurri¨® en la lista del PSOE. El agente forestal Mainar contaba a todo el que quisiera o¨ªrle que ¨¦l hab¨ªa montado un hotel rural s¨®lo para molestar al alcalde, y que ¨¦ste le hab¨ªa denegado las licencias, a la vez que se las hab¨ªa otorgado a s¨ª mismo para abrir un establecimiento similar.

Hab¨ªa m¨¢s: Mainar se jactaba de que se hab¨ªa hecho ganadero s¨®lo para fastidiar a Grima. Para eso levant¨® unas naves a las afueras del pueblo y, como no dispon¨ªa de agua para dar de beber a las reses, el regidor le hab¨ªa denunciado por sustracci¨®n de agua de la canalizaci¨®n.

Y hab¨ªa m¨¢s: Grima hab¨ªa requerido la intervenci¨®n del Servicio de Protecci¨®n de la Naturaleza de la Guardia Civil para que investigara si hab¨ªa arrojado animales muertos y purines al cauce del r¨ªo, sin que las pesquisas lograran probar la acusaci¨®n.

-Entre los muchos disparates que he tenido que soportar, puedo contar que una vez tuve que defenderme de una denuncia por delito ecol¨®gico porque se me acusaba de contaminar con purines el agua de boca de los pueblos situados por debajo de Fago. Los informes de la Confederaci¨®n Hidrogr¨¢fica del Ebro y del Departamento de Medio Ambiente de Arag¨®n desenmascararon las mentiras del alcalde. Impotente ante la sentencia, ¨¦ste arranc¨® la tuber¨ªa que suministraba agua a mis instalaciones ganaderas, servicio del que dispon¨ªa desde hac¨ªa quince a?os y que s¨®lo supon¨ªa un gasto m¨ªnimo y poco significativo, seg¨²n dijo un equipo de expertos en un informe requerido por el juzgado -detallaba Mainar a todo el que quisiera o¨ªrle.

Y despu¨¦s segu¨ªa desgranando un rosario de presuntas afrentas:

-En 2006, el alcalde consider¨® que mi garaje no era tal, sino un huerto

[dicho garaje se construy¨®, en efecto, hace quince a?os en el solar de un antiguo huerto], y me envi¨® una serie de circulares oblig¨¢ndome al cumplimiento de una normativa sobre huertos o yo qu¨¦ s¨¦... Desde entonces, no tuvo ning¨²n reparo en poner su coche en la puerta de mi garaje para dificultarme maniobrar con mi veh¨ªculo e incluso impedirme el paso. Y en enero de 2007, tras un sinf¨ªn de papeleos e informes, el Ayuntamiento de Ans¨® dio la licencia de actividad ganadera a las explotaciones agropecuarias que le hab¨ªamos solicitado, pese a las zancadillas que durante a?os nos puso el alcalde de Fago.

El Forestal, como se le conoc¨ªa en la comarca, estaba en el punto de mira de los guardias civiles desde el minuto cero, no s¨®lo porque sab¨ªan las trifulcas que hab¨ªa mantenido con el difunto Grima, sino porque en apariencia les hab¨ªa mentido a ellos. Dijo que el d¨ªa del crimen se recogi¨® en su casa sobre las siete y media de la tarde porque estaba fiebroso y que, antes de meterse en la cama, telefone¨® a su amiga Madalina Gravilug para comunicarle que no pod¨ªan verse.

Pero los hombres del tricornio hablaron un minuto m¨¢s tarde con la chica, a la que Mainar hab¨ªa puesto un piso en Sabi?¨¢nigo, y ¨¦sta les confi¨® que la susodicha llamada no se produjo el d¨ªa del crimen, sino el siguiente.

Habr¨ªa de pasar alg¨²n tiempo hasta que la tecnolog¨ªa aclarase esa inicialmente sospechosa contradicci¨®n: la compa?¨ªa telef¨®nica dictaminar¨ªa entonces que Mainar, en efecto, hab¨ªa llamado a su novia a las 19.18 horas del 12 de enero y que la conversaci¨®n hab¨ªa durado exactamente 90 segundos. El registro de llamadas probaba que era Madalina la que se hab¨ªa equivocado y que Santiago hab¨ªa dicho la verdad.

-?C¨®mo me mosquea este t¨ªo! Este hombre no me parece trigo limpio. Tendremos que marcarle de cerca -coment¨® el capit¨¢n Villal¨®n tras saber que la tal Madalina hab¨ªa puesto en entredicho la coartada de su amigo.

-S¨ª, mi capit¨¢n. ?Y se ha fijado usted en que El Forestal tiene la cara cruzada de ara?azos? Nos ha dicho que se los hizo una cabra, un cordero o no s¨¦ qu¨¦... Pero a m¨ª me resultan muy sospechosos. ?Qu¨¦ animal te ara?a la cara de lado a lado? ?No se lo har¨ªa con las espinas de los arbustos que vimos junto al cad¨¢ver del alcalde? ?No ser¨¢ que se lo hizo al ir a tirar el cuerpo al barranco? -razon¨® el sargento m¨¢s veterano de la unidad.

-Es cierto que todav¨ªa tiene un buen trancazo. Aparentemente est¨¢ con un gripazo. A¨²n tiene la voz tomada por la ronquera. O sea, que algo de verdad nos dijo cuando nos entrevistamos con ¨¦l... -terci¨® otro guardia, haciendo en esta ocasi¨®n de abogado del diablo.

-S¨ª, eso s¨ª. Pero un constipado no es algo tan grave que te impida moverte. Y para pegar un tiro a un t¨ªo no hace falta estar en plenas facultades f¨ªsicas. Yo estoy con el capit¨¢n. A m¨ª tambi¨¦n me da mala espina este Forestal -remach¨® el sargento.

Pero Mainar no era el ¨²nico sospechoso.