Jabalinas y leyes contra bombas
Siempre he sospechado de los santones y de los gur¨²s. Digamos que no creo en la pureza, porque el ser humano es por definici¨®n contradictorio y turbio, mestizo y manchado. De manera que cuando alguien alardea de integridad y de bondad, cuando se vanagloria de un coraz¨®n muy limpio, suelo barruntarme lo peor: ausencia de autocr¨ªtica, fanatismos feroces, fatal intransigencia. De la detenci¨®n del genocida Karadzic me fascin¨®, sobre todo, esa segunda vida de sant¨®n bondadoso tras la que se ocult¨®. Puedo imaginar a unos cuantos pacientes embobados ante ese abuelete tan espiritual y encantador; ese viejo ser¨¢fico que les recomendar¨ªa buscar la armon¨ªa c¨®smica y la limpieza an¨ªmica y dem¨¢s pamemas habituales. Un recetario c¨¢ndido, tan s¨®lo puesto en solfa por los 20.000 asesinatos que Karadzic arrastra en la conciencia. Si lo pienso bien, no me parece casual que uno de los mayores genocidas de la segunda mitad del siglo XX haya escogido este disfraz de gur¨² venerable. La pureza es enemiga de lo humano.
Los individuos no somos perfectos, y tampoco lo es la sociedad. Y s¨®lo a partir de la asunci¨®n de esta verdad elemental podemos aspirar a ser mejores. La democracia, que, pese a todos sus fallos, sigue siendo el menos malo de los sistemas pol¨ªticos, es una organizaci¨®n social que se basa en el pesimismo. La democracia desconf¨ªa, con raz¨®n, de los seres humanos, de la ambici¨®n y la ferocidad de los individuos, y por eso crea un marco de derecho, para limitar los abusos y castigarlos. La democracia es el sue?o colectivo de ser mejores de lo que somos: acordamos respetar unas leyes que ponen l¨ªmites a la burricie humana porque queremos superar nuestras miserias y hacer de este mundo un lugar m¨¢s habitable. El Tribunal Penal Internacional que juzgar¨¢ a Karadzic forma parte de ese sue?o sensato. Para crear un tribunal as¨ª hay que tener mucha esperanza en la fuerza de la ley contra el infierno.
Es la misma esperanza que subyace, por ejemplo, en la pervivencia de los Juegos Ol¨ªmpicos modernos. S¨ª, claro, desde luego, los Juegos Ol¨ªmpicos son un negocio, y un circo medi¨¢tico, y una operaci¨®n comercial y diplom¨¢tica del pa¨ªs anfitri¨®n: v¨¦ase la mentira de modernidad que ha vendido China para disimular su realidad antidemocr¨¢tica. Y ni siquiera se salva del todo el aspecto deportivo, porque a menudo los Juegos han sido un matadero para los atletas, que se han reventado la salud con el dopaje bajo la feroz presi¨®n competitiva. Pero por debajo de toda esta farfolla siempre palpit¨® un ensue?o internacionalista y humanista, un anhelo de convivencia pac¨ªfica. Un ideal c¨ªvico tan atractivo y poderoso que los Juegos Ol¨ªmpicos no han hecho sino prosperar a?o tras a?o, e incluso en las dos ocasiones en las que la guerra los interrumpi¨®, en 1916 y 1940, volvieron a reanudarse con mayor envergadura y renovado ¨ªmpetu. Crecieron, por as¨ª decirlo, en la desgracia, justamente como ant¨ªdoto contra la violencia. Ese empe?o en lanzar jabalinas en lugar de bombas resulta emocionante, aunque la realidad se empe?e en llevar la contraria a los ideales, como ha sucedido en estos Juegos Ol¨ªmpicos con la guerra de Georgia y Rusia.
S¨ª, hay que reivindicar las jabalinas y las leyes contra los fusiles y la barbarie. Para los que no creemos en el M¨¢s All¨¢ hay algo profundamente consolador en la idea de un poder civil universal capaz de castigar a los malvados. El pasado 17 de junio, por ejemplo, 30 oeneg¨¦s de Am¨¦rica y Europa, dirigidas por el Frente Iberoamericano por la Libertad (FIAL) y la Plataforma Democr¨¢tica de Venezolanos en Madrid (PDVM), pusieron en marcha la campa?a internacional "Juzgar a Ch¨¢vez", para pedir al fiscal de la Corte Penal Internacional que investigue la presunta participaci¨®n del Presidente de Venezuela en las FARC, la brutal organizaci¨®n terrorista colombiana. Como recordar¨¢n, en los ordenadores incautados el pasado mes de marzo al l¨ªder guerrillero Ra¨²l Reyes se encontraron graves indicios que compromet¨ªan a Ch¨¢vez en una supuesta colaboraci¨®n y financiaci¨®n del grupo terrorista. Las FARC son un grupo criminal que, aparte de las muchas muertes que ha causado, mantiene secuestradas a 700 personas en condiciones infrahumanas. Si se demuestra que Ch¨¢vez les ha pagado y protegido, ser¨ªa tan culpable como ellos. No s¨¦ si la Corte Penal Internacional podr¨¢ ser muy efectiva, pero al menos existe. Es un alivio.
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