?Qui¨¦n nombr¨® a Earl Warren?
La realidad pol¨ªtica se ha impuesto, digan lo que digan los textos constitucionales y legales, a la hora de renovar instituciones claves en nuestra democracia, como son el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional. Y esa realidad es la de un descarnado spoil system a la espa?ola, es decir, reparto de cuotas correlativas al poder de cada uno. En el caso de los nacionalistas vascos y catalanes, siempre francos y directos en lo de entender los aspectos retributivos de la pol¨ªtica, se ha llegado a nombrar directamente para los cargos de consejeros a quienes hasta ayer mismo eran diputados suyos en el Congreso. ?Para qu¨¦ guardar las formas, habr¨¢n pensado, si de lo que se trata es de gobernar una instituci¨®n? ?Qu¨¦ mejor que designar como miembro representante a un diputado de toda confianza y obediencia?
Hacer vitalicios algunos cargos en la judicatura har¨ªa m¨¢s independientes a los jueces
Han pasado m¨¢s de 100 a?os desde la ¨¦poca de la Restauraci¨®n y es triste comprobar que determinadas caracter¨ªsticas de la pol¨ªtica espa?ola permanecen enquistadas a prueba de democracias y modernidad. En este caso, la de que los partidos pol¨ªticos act¨²en finalmente como partidas, que se reparten los puestos disponibles en instituciones p¨²blicas, consejos consultivos, organismos reguladores y todo lo que no est¨¦ protegido por la carrera burocr¨¢tica. De forma que cada cambio electoral va seguido de los "ceses" de los paniaguados de los partidos perdedores. Mientras la sociedad civil y la opini¨®n p¨²blica lo toleren como si fueran consecuencias naturales del sistema de partidos, poco puede hacerse en contra.
Ahora bien, hay un actor secundario en el sistema de reparto cuya cooperaci¨®n es necesaria y del que, sin embargo, se ocupa poco la politolog¨ªa: me refiero a la figura del jurista cortesano que acepta complacido el cargo que le ofrece el partido que corresponda. Y donde pongo "jurista" pueden poner "ingeniero", "economista" o "f¨ªsico nuclear", seg¨²n sea el caso. Si no existiera esta pl¨¦yade de profesionales que pululan por la corte dispuestos a medrar al amparo de un poderoso, nunca se podr¨ªa haber montado el sistema, ni en la ilustraci¨®n borb¨®nica ni en la democracia actual. Con lo que la cuesti¨®n de fondo ser¨ªa: ?qu¨¦ defecto estructural cong¨¦nito tiene la sociedad civil patria que produce tan pocos individuos independientes y, en cambio, tantos profesionales dispuestos a hipotecar su conciencia por la ideolog¨ªa, el mando o los dineros del poder? ?Por qu¨¦ Espa?a, por mucho que presumamos de lo contrario, es una de las sociedades menos individualistas de Europa, si entendemos por individualismo el predominio en la sociedad de personalidades fuertes e independientes?
El profesor Sosa Wagner, con la divertida mirada que le caracteriza, propon¨ªa hace tiempo situar el Tribunal Constitucional (y, de nuevo, pueden ustedes poner en su lugar al Consejo que deseen) en Soria, M¨¦rida o Teruel. Es decir, en un lugar poco atractivo para los cortesanos, donde se aburrieran tanto que prefirieran dejar su plaza a personas m¨¢s independientes y dedicadas. Yo a?adir¨ªa hoy otra soluci¨®n del mismo tipo arbitrista: la de hacer vitalicios los cargos.
A primera vista, resulta contraintuitivo proponer la permanencia de por vida de los cortesanos en su cargo; no parece sino que el sistema empeorar¨ªa todav¨ªa m¨¢s en lo que tiene de sectario. Y, sin embargo, si lo reflexionan un poco se dar¨¢n cuenta de que no ser¨ªa as¨ª. La ¨²nica posibilidad de que un jurista cortesano act¨²e independientemente, seg¨²n la norma de su propia raz¨®n profesional, es la de que se sienta libre para hacerlo, es decir, que no tenga ning¨²n inter¨¦s por favorecer a este o aquel partido. Y la probabilidad de que ello suceda aumenta haci¨¦ndole vitalicio, suprimiendo esa rev¨¢lida peri¨®dica a la que hoy se les somete. Un cortesano que se examina cada cuatro a?os, si es fiel a su propia l¨®gica cortesana, estar¨¢ atrapado por la fidelidad debida. Si no cumple, no proseguir¨¢ su carrera. En cambio, si tiene el puesto a perpetuidad podr¨¢ incluso dejarse llevar por su pensamiento, su raciocinio y su evoluci¨®n en la apreciaci¨®n de la realidad.
No ha habido durante el siglo XX un juez del Tribunal Supremo de Estados Unidos con mayor trascendencia por sus fallos progresistas en materia de derechos c¨ªvicos que Earl Warren, y, sin embargo, fue nominado en 1953 por un presidente conservador como Eisenhower, precisamente por su orientaci¨®n af¨ªn a esta tendencia pol¨ªtica. Pero, y ¨¦ste es el punto, su independencia le permiti¨® desarrollar un pensamiento propio y liberal. Y aplicarlo. ?Podr¨ªa haberlo hecho si hubiera tenido que pasar cada cuatro a?os la rev¨¢lida de un nuevo nombramiento?
La democracia actual tiene estas paradojas, que para garantizar el funcionamiento independiente y democr¨¢tico de ciertas instituciones p¨²blicas lo mejor ser¨ªa disminuir el grado de democracia utilizado para componerlas. Que a m¨¢s democracia, peor democracia.
Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Soroa es abogado.
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