David Foster Wallace, el mejor cronista del malestar de EE UU
El escritor, que ya hab¨ªa hablado de sus tendencias suicidas, se quit¨® la vida
David Foster Wallace, de 46 a?os de edad, el mejor cronista del malestar de la sociedad norteamericana en la ¨¦poca a caballo entre los siglos XX y XXI, apareci¨® ahorcado en su domicilio de Claremont, California, el viernes, 12 de septiembre, por la noche. El cuerpo fue descubierto por la esposa del escritor, Karen Green, que inmediatamente se puso en contacto con la Polic¨ªa Local. La noticia se hizo p¨²blica 24 horas despu¨¦s, y ha causado una fuerte conmoci¨®n en la comunidad literaria estadounidense, que se debate entre la consternaci¨®n y la incredulidad.
Una de las notas m¨¢s persistentes entre quienes escuchaban la noticia por primera vez fue el recuerdo de que hace unos a?os, el propio escritor pidi¨® que lo internaran en una unidad de vigilancia hospitalaria pues no se sent¨ªa capaz de controlar su pulsi¨®n suicida. Foster Wallace era un personaje muy querido tanto por sus estudiantes y colegas de la Universidad de Pomona, donde impart¨ªa clases de escritura creativa, como por sus compa?eros de oficio. Tal vez uno de los rasgos m¨¢s llamativos de su personalidad fuera el contraste entre el afecto que inspiraba en cuantos trataban con ¨¦l y su marcada propensi¨®n a sumergirse en estados de ¨¢nimo sumamente sombr¨ªos.
"Entre la gente de mi edad hay una sensaci¨®n de malestar y tristeza"
Naci¨® en ?taca, en el Estado de Nueva York, en 1962, hijo de profesores universitarios, su padre de filosof¨ªa y su madre de literatura. Sus primeros libros La escoba del sistema (1987) y La ni?a del pelo raro (1989), escritos cuando ten¨ªa veintitantos a?os, llamaron la atenci¨®n por la fuerza incendiaria del lenguaje y la radicalidad de sus planteamientos literarios.
El inter¨¦s se elev¨® a asombro con la aparici¨®n en 1996 de la monumental La broma infinita, edificio narrativo de m¨¢s de mil p¨¢ginas, que contaba con un complejo aparato de varios centenares de notas, muchas de considerable extensi¨®n. La novela adquiri¨® el estatus contradictorio de ser considerada una obra de culto, pese a que goz¨® de una extraordinaria difusi¨®n. El consenso, sobre todo entre los escritores, es que se trataba de la novela m¨¢s audaz e innovadora escrita en Estados Unidos en la d¨¦cada final del siglo XX.
A los cr¨ªticos les resultaba dif¨ªcil encasillar a un autor como David Foster Wallace, pues se sal¨ªa de los l¨ªmites de lo estrictamente literario. Su est¨¦tica remit¨ªa a referentes tan dispares como la obra del cineasta David Lynch (Wallace escribi¨® una cr¨®nica memorable sobre el rodaje de Lost Highway) o los comentarios de alguien tan improbable como el c¨¦lebre icono de la televisi¨®n estadounidense David Letterman.
Punta de lanza de una generaci¨®n literaria que incluye nombres como William T. Vollman, Richard Powers, A. M. Homes, Jonathan Franzen o Mark Layner, una generaci¨®n convencida de que la circunstancia vital de nuestro tiempo no se puede explorar desde la est¨¦tica periclitada del realismo, la obra de Foster Wallace supone una forma radicalmente nueva de entender la literatura.
Sus estructuras narrativas son consecuencia directa de la sensibilidad de nuestra era; reventando los c¨®digos est¨¦ticos de las generaciones precedentes, su prosa tentacular mimetiza los sistemas del paradigma cultural en que vivimos: el v¨¦rtigo de las comunicaciones, el exceso de informaci¨®n, la influencia de las grandes corporaciones financieras, los iconos de la cultura pop, la industria del entretenimiento, el cine, el deporte y la m¨²sica, la amenaza omnipresente del terrorismo.
Publicada cuando el autor contaba 33 a?os de edad y ambientada en EE UU en torno al a?o 2025, La broma infinita propicia el entrecruzamiento de una portentosa diversidad de registros: de la trigonometr¨ªa al tenis, pasando por las drogas, la est¨¦tica grunge, la filosof¨ªa, y el cine. Por medio de un lenguaje en estado permanente de incandescencia, la novela lleva a cabo una s¨¢tira despiadada de nuestro tiempo, a la vez que un conmovedor escrutinio de la soledad del individuo.
Tuve ocasi¨®n de entrevistar a David Foster Wallace para EL PA?S en dos ocasiones. Hablando de su magnum opus, el escritor se lament¨® de que a casi todo el mundo se le hubieran escapado los aspectos m¨¢s sombr¨ªos de la novela, que consideraba una obra cargada de matices tr¨¢gicos: "Desde un punto de vista materialista", declar¨® entonces el autor, "los Estados Unidos son un buen lugar para vivir. La econom¨ªa es muy potente, y el pa¨ªs nada en la abundancia. Y sin embargo, a pesar de todo eso, entre la gente de mi edad, incluso los que pertenecemos a una clase acomodada que no ha sido v¨ªctima de ning¨²n tipo de discriminaci¨®n, hay una sensaci¨®n de malestar, una tristeza y una desconexi¨®n muy profundas. Sobre nosotros sigue pesando la sombra de episodios hist¨®ricos recientes, como Vietnam o el Watergate y ahora, el desastre que se avecina con la matanza que est¨¢ a punto de comenzar en Irak". Se?alando otro de los aspectos fundamentales del libro, a?adi¨®: "Otro tema central de la novela es el fen¨®meno de la adicci¨®n como s¨ªntoma del malestar de la sociedad capitalista: desde las drogas hasta otras formas m¨¢s gen¨¦ricas de adicci¨®n".
Con posterioridad a La broma infinita, Wallace public¨® colecciones de cuentos y ensayos, entre los que destacan Algo supuestamente divertido que no volver¨¦ a hacer (1997), Breves entrevistas con hombres repulsivos (1999), Historia abreviada del infinito (2003), Olvido (2004) y Hablemos de langostas (2005). David Foster Wallace ejerci¨® una influencia considerable entre los j¨®venes novelistas de su pa¨ªs, as¨ª como entre los europeos. Su obra ha sido traducida ejemplarmente en nuestro pa¨ªs por el novelista Javier Calvo.
Una de las intuiciones m¨¢s llamativas de Wallace es su l¨²cida valoraci¨®n del papel que le corresponde a la televisi¨®n que, tras superar un estado infantil, consideraba que estaba llamado a ser uno de los repositorios de las formas narrativas del futuro. "Nuestra relaci¨®n con la realidad est¨¢ violentamente mediatizada por el impacto de los medios visuales y la tecnolog¨ªa, sobre todo la televisi¨®n. Creo que la literatura seria mantiene una relaci¨®n sumamente compleja y ambivalente con la industria del entretenimiento en general".
En este sentido, el novelista estadounidense ten¨ªa ciertas reservas acerca de la omnipotencia de Internet: "No nos enga?emos: la Red no es m¨¢s que una avalancha de informaci¨®n, un laissez faire salvaje, sin est¨¢ndares ¨¦ticos. Se acosa al consumidor con un aluvi¨®n de ofertas seductoras, sin ayudarle a discernir a la hora de elegir. La explosi¨®n punto.com es la destilaci¨®n de la ¨¦tica capitalista en estado qu¨ªmicamente puro".
Campe¨®n del experimentalismo, siempre tuvo claro que no pod¨ªa quedarse en un mero juego de artificio realizado en el vac¨ªo: "Lo esencial es la emoci¨®n. La escritura tiene que estar viva, y aunque no s¨¦ c¨®mo explicarlo, se trata de algo muy sencillo: desde los griegos, la buena literatura te hace sentir un nudo en la boca del est¨®mago. Lo dem¨¢s no sirve para nada".
La inesperada desaparici¨®n del escritor en plena posesi¨®n de su talento ha causado una profunda desaz¨®n entre sus seguidores: ¨¦ramos muchos los que est¨¢bamos convencidos de que lo mejor de David Foster Wallace estaba a¨²n por llegar.
Eduardo Lago, director del Instituto Cervantes de Nueva York, gan¨® el Premio Nadal 2006 con su primera novela, Ll¨¢mame Brooklyn. Su pr¨®ximo libro, Ladr¨®n de mapas (Destino) saldr¨¢ en octubre.
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