Un debate ideol¨®gico, de nuevo

La privatizaci¨®n del agua en Madrid reabre el debate sobre si un servicio p¨²blico puede y debe ser negocio y estar en manos de privados. Las f¨®rmulas son m¨²ltiples -gesti¨®n p¨²blica con asesoramiento privado como ha empezado a hacer Argelia, privatizaci¨®n absoluta como en Chile, gesti¨®n privada en un cierto marco regulado como decidi¨® el Reino Unido de Thatcher...- y funcionan mejor o peor seg¨²n se haya efectuado la privatizaci¨®n y seg¨²n la calidad de gesti¨®n de las empresas. El debate planteado es ideol¨®gico. ?C¨®mo garantizar que un privado realizar¨¢ las inversiones para dar un buen servicio o que reparar¨¢ una fuga si el coste de hacerlo supera el que implica la fuga? Y si se quiere, ?por qu¨¦ se privatizan los beneficios y se socializan las p¨¦rdidas?

En Madrid cae como una bomba que el Canal de Isabel II pueda cotizar en Bolsa. En Barcelona, donde gobierna la izquierda, ning¨²n ciudadano vivo puede concebir otra cosa que un recibo trimestral de Agbar, controlada por GDF-Suez y La Caixa, del que la compa?¨ªa se queda un 45% (el resto son impuestos y tasas): Agbar lleva 140 a?os con una concesi¨®n que abarca la mayor¨ªa de municipios del ¨¢rea metropolitana de Barcelona. El precio est¨¢ regulado y suele subir lo que la inflaci¨®n. La concesi¨®n de Agbar no tiene fecha de caducidad, cuesti¨®n que ha sido objeto de alg¨²n rifirrafe pol¨ªtico. Hay quejas sobre el sabor y el olor del agua; no muchas sobre el servicio. Las p¨¦rdidas por fugas suponen un 4% del consumo. La eficacia de la red (y el talante ahorrador) se miden: cada madrile?o consume 134 litros al d¨ªa; cada barcelon¨¦s, 106. Pero una cosa es la responsablidad de que el agua llegue a casa y otra, la de que llegue al dep¨®sito municipal, que ejerce la p¨²blica Aig¨¹es Ter Llobregat, eternamente codiciada por Agbar.