A?os
Si trabajaran en alguna empresa espa?ola probablemente los habr¨ªan prejubilado ya. Sustituidos por j¨®venes en ocasiones competentes, entusiastas y cordiales, pero muchas veces sobradamente sobrados y con el ¨²nico bagaje cultural de Wikipedia y Google. Y es que se impone lo que alguien ha definido como negociado Juvenalia. Dos factores al menos para que triunfe la aberraci¨®n de ir eliminando a un par de generaciones: el culto a la juventud y la bicoca que supone en muchos casos volver a pagar sueldos de hace un par de lustros.
Algunos de los h¨¦roes musicales de los ¨²ltimos meses en Espa?a, parad¨®jicamente, han sido artistas que, seg¨²n estos nuevos aires que corren, deber¨ªan no ya estar prejubilados sino en una residencia de la tercera edad. Busquen las fechas de nacimiento de Bob Dylan, Leonard Cohen, Neil Young, Mick Jagger o incluso Tom Waits y Springsteen. Por no hablar de Herbie Hancock, Caetano Veloso, Rub¨¦n Blades, Wayne Shorter o Paolo Conte. Por cierto, ?se imagina alguien que esa discriminaci¨®n por edad se ejerciera en funci¨®n de la raza, la orientaci¨®n sexual o la confesi¨®n religiosa? Que en lugar de apartar de la vida laboral a una persona por su carnet de identidad se hiciera, pongamos por caso, por ser mujer, homosexual, negro o jud¨ªo. Se armar¨ªa -y con raz¨®n- la de aqu¨ª es Cristo ?o no? Cuando en 2000 el cantante franc¨¦s Henri Salvador ofreci¨® a las discogr¨¢ficas el maravilloso Chambre avec vue se top¨® con las sonrisas esc¨¦pticas de los ejecutivos. Nadie en Par¨ªs quiso editarlo. Alegaban que el hombre estaba muy mayor. S¨ª, ten¨ªa 82 a?os -muri¨® hace unos meses con 90-, pero tambi¨¦n la voz sedosa de los mejores crooners. El disco pudo grabarse y editarse gracias a un joven admirador que convenci¨® a un amigo suyo para financiarlo. Vendieron dos millones de ejemplares y se llevaron los premios Victoires de la Musique (los Grammy de la industria francesa) al mejor disco del a?o y mejor cantante masculino. ?La reacci¨®n de Salvador? "Joder, qu¨¦ pandilla de gilipollas. Tienen el don de dejar escapar los buenos negocios".
"El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos", dice la canci¨®n de Pablo Milan¨¦s, que prescinde del reloj porque le agobia ver el avance inexorable de las horas. Dos compatriotas, Bebo Vald¨¦s, a punto de cumplir 90 a?os, y Omara Portuondo, que llega ya a los 78, publican disco. Son cubanos como los ahora a?orados Ibrahim Ferrer, Rub¨¦n Gonz¨¢lez, P¨ªo Leyva y Compay Segundo, que viv¨ªan en el olvido cuando Santiago Auser¨®n o Nick Gold los rescataron. Bebo ser¨¢ noticia por partida triple a principios de octubre: publica Juntos para siempre, a dos pianos con su hijo Chucho; se presentar¨¢n por primera vez los dos solos en una gira, y se edita Bebo de Cuba, la biograf¨ªa que firma el sueco Mats Lundahl.
Mala cosa es prescindir de alguien por cuestiones de edad o perderse la posibilidad de disfrutar de su arte o su talento porque ¨¦ste tenga supuesta fecha de caducidad. Puestos a ir a contracorriente no nos privemos siquiera de los muertos: porque ah¨ª est¨¢ lo que nos dejaron tipos como Mozart, Brel, Camar¨®n, Piazzolla, Jobim, Miles, Hendrix, Nick Drake... ?Alguien da m¨¢s?
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