Cuando patriotismo rima con religi¨®n
Rafael S¨¢nchez Ferlosio, en su ¨²ltimo libro -'God & Gun. Apuntes de polemolog¨ªa' (Destino)-, analiza entre otros temas la fusi¨®n de religi¨®n y patriotismo en EE UU y los excesos que ello puede provocar al convertir al enemigo en encarnaci¨®n del mal absoluto
Mucho se ha hablado y se habla de la acendrada religiosidad de los americanos, predominantemente protestante, que es al fin la que da forma a esa peculiar moralidad. Una religiosidad casi fundida con el patriotismo, como m¨¢s adelante se ver¨¢, y al igual que la concomitante forma de moralidad, de la que puede servir de muestra la carta de cierto capit¨¢n de infanter¨ªa aerotransportada, Ian Fishback, fechada el 26 de septiembre del 2005, enviada al senador por Arizona, John McCain, y le¨ªda por ¨¦ste en el Senado, en su alegato contra el empleo de la tortura con los prisioneros cogidos en Irak. Fishback evoca la firme resoluci¨®n que, en sus tiempos de cadete en West Point, tom¨® ante s¨ª mismo de que nunca dejar¨ªa que sus soldados cometiesen alg¨²n acto deshonroso (dishonorable), pues quer¨ªa protegerlos de cargar con este peso, y ahora se le parte el coraz¨®n por haberles fallado a algunos de ellos en la guerra. Le encarece al senador la urgencia de establecer unas reglas espec¨ªficas (specific standards), para acabar con la confusi¨®n y la discordancia de opiniones que, en sus muchas consultas, ha podido comprobar con respecto a esta clase de comportamientos. Lo que quiero hacer notar con este ejemplo es c¨®mo lo que ah¨ª se reivindica no es sino el honor y la moral americana, nada que pueda estar por encima o m¨¢s all¨¢ de ellos; el capit¨¢n lo especifica claramente: "We are America, and our actions should be held to a higher standard, the ideals expressed in documents such as the Declaration of Independence and the Constitution" (1).
Cuando hay Dios, todo est¨¢ permitido. As¨ª que nadie tan ferozmente peligroso como el justo, cargado de raz¨®n
La actual "guerra contra el terrorismo" ha sido concebida desde el principio como guerra escatol¨®gica
El criterio del comportamiento con los prisioneros es, pues, Am¨¦rica misma, su naturaleza. Fishback no se preocupa m¨¢s que del ius in bello, de que el comportamiento individual de los soldados americanos responda al ideal de moralidad americano: ni por un momento se le pasa por las mientes poner en cuesti¨®n el ius ad bellum, el derecho de Am¨¦rica para hacer la guerra. Am¨¦rica no puede hacer m¨¢s que una guerra justa, porque Am¨¦rica, los americanos en cuanto americanos, son "los nuestros", y por definici¨®n "los nuestros son los buenos". Nadie lo coment¨® m¨¢s l¨²cidamente que el entonces director de Le Monde, Jean-Marie Colombani: consideraba la mezcla de poder y buena conciencia como un "c¨®ctel corrosivo", que borra cualquier duda o inhibici¨®n e impide la autocr¨ªtica. "Al cabo", dec¨ªa literalmente, "la convicci¨®n absoluta de ser un pa¨ªs 'fundamentalmente bueno', tal como el a?o pasado declar¨® a Fox News el presidente Bush, tiene por consecuencia l¨®gica la de satanizar al adversario; y una vez que est¨¦ deshumanizado, que sea el mal, todo est¨¢ permitido contra ¨¦l". Por mi parte, siempre he comentado c¨®mo se equivocaba aquel personaje de Dostoievski que dec¨ªa: "Si Dios no existe, todo est¨¢ permitido". Es cuando hay Dios cuando todo est¨¢ permitido. As¨ª que nadie tan ferozmente peligroso como el justo, cargado de raz¨®n.
En cuanto a la caracterizaci¨®n de la religiosidad americana, es Huntington el que, en la obra citada anteriormente, nos dibuja la "composici¨®n de lugar" originaria: "La mayor intensidad religiosa fue, sin duda, la de los puritanos, especialmente en Massachusetts. Ellos fueron los primeros en definir su asentamiento, basado en una 'Alianza con Dios', para la creaci¨®n de 'una ciudad sobre una colina', como un modelo para todo el mundo. Pronto los miembros de otras confesiones protestantes empezaron a considerarse a s¨ª mismos y a Norteam¨¦rica en general del mismo modo. En los siglos XVII y XVIII, los norteamericanos defin¨ªan su prop¨®sito en el Nuevo Mundo utilizando t¨¦rminos b¨ªblicos. Eran un 'pueblo elegido' con una 'misi¨®n en el desierto'; crear 'la nueva Israel' o 'la nueva Jerusal¨¦n' en lo que era claramente 'la tierra prometida". El mismo autor a?ade m¨¢s adelante: "En cierta medida, como dijo Tocqueville, los puritanos dieron forma a 'todo el destino de Estados Unidos". La propia idea de la Alianza va cargada de encono al aplicarse a la guerra de independencia contra Gran Breta?a. "La Revoluci¨®n reflejaba su 'alianza con Dios' y era una guerra entre 'los elegidos de Dios' y el 'Anticristo' brit¨¢nico".
Huntington habla tambi¨¦n de lo que ¨¦l llama, algo extra?amente, "religi¨®n civil", con lo que quiere referirse a la fusi¨®n de la religi¨®n con el patriotismo. La cita es algo larga, pero importa mucho: "En Estados Unidos', dec¨ªa Tocqueville, 'la religi¨®n [...] se entremezcla con todas las costumbres de la naci¨®n, con todos los sentimientos de patriotismo, de lo cual se deriva una fuerza muy peculiar'. La fusi¨®n entre religi¨®n y patriotismo resulta especialmente evidente en la llamada religi¨®n civil de Estados Unidos. En la d¨¦cada de 1960, Robert Bellah defin¨ªa la religi¨®n civil, 'en su mejor versi¨®n', como una 'percepci¨®n genuina de la realidad religiosa universal y trascendente tal como es vista o, casi se podr¨ªa decir, tal como aparece revelada a trav¨¦s de la experiencia del pueblo norteamericano'. La religi¨®n civil permite a los estadounidenses conjugar su pol¨ªtica laica con su sociedad religiosa, unir Dios y pa¨ªs, a fin de revestir su patriotismo de una especie de santidad religiosa y dotar a sus creencias religiosas de legitimidad nacionalista [cursiva m¨ªa]". Por mucho que resulten un tanto disparatadas algunas formulaciones de este p¨¢rrafo, sobre todo la cita de Bellah, creo que no podr¨ªa negarse que al hablar de "fusi¨®n" se est¨¢ aludiendo a una cosa que efectivamente se da. Unas p¨¢ginas antes, Huntington ha hablado de lo sorprendente del "modo y la medida en que los prelados cat¨®licos reconciliaron el universalismo cat¨®lico con el nacionalismo estadounidense. Haci¨¦ndose eco del tono, las ideas y las palabras de los protestantes evang¨¦licos, sosten¨ªan la legitimidad divina de la misi¨®n de Estados Unidos en el mundo". Y un poco m¨¢s adelante a?ade: "... el cardenal Spellman, seg¨²n dijo un estudioso del tema, equiparaba 'abiertamente los juicios y la acci¨®n de la naci¨®n estadounidense con los de Dios [...] La aceptaci¨®n por parte del cardenal Spellman de la misi¨®n mesi¨¢nica de Estados Unidos se hace as¨ª completa".
El universalismo (2) es, naturalmente, un rasgo que san Pablo ha impuesto a la Nueva Alianza, y los Estados Unidos, "la naci¨®n m¨¢s bendecida por Dios a lo largo de la historia", se han hecho, l¨®gicamente, sus depositarios y portaestandartes de su difusi¨®n mundial. En la carta, firmada por sesenta intelectuales americanos, de casi todas las creencias e incluso de ninguna, publicada en Le Monde del 15 de febrero del 2002, bajo el t¨ªtulo de "Lettre d'Am¨¦rique, les raisons d'un combat", podemos encontrar una autorizada confirmaci¨®n de esta misi¨®n mundial de los Estados Unidos; bastar¨¢ una frase: "A nosotros, americanos en tiempos de guerra y de crisis mundial, nos importa encarecer que lo mejor de lo que nosotros llamamos, sin pensarlo mucho, 'valores americanos' no es patrimonio de la sola Am¨¦rica, sino la herencia com¨²n de toda la humanidad". Sin embargo, al informarnos de esta funci¨®n de albaceas o fideicomisarios del testamento de Dios, se dir¨ªa que s¨®lo se refieren al legado del Dios judeo-cristiano, pero al final, como a manera de codicilo, aparece una especie de manda -no hay datos para decir si de igual o inferior valor jur¨ªdico- que incluye a los creyentes del Dios de Mahoma: "Queremos dirigirnos en particular a nuestros hermanos y hermanas de las sociedades musulmanas. Y os decimos sin ambages: nosotros no somos enemigos vuestros, sino amigos vuestros; no debemos ser enemigos los unos de los otros. Tenemos demasiados puntos en com¨²n. Tenemos muchas cosas que hacer juntos. Vuestra dignidad humana, no menos que la nuestra -vuestro derecho a una buena vida, no menos que el nuestro-, por eso es por lo que creemos combatir". Pero digo yo que puesto que el combate ("Les raisons d'un combat" se subtitula la carta) ven¨ªa siendo por entonces el de los bombardeos de Afganist¨¢n, ?no era demasiado ambicioso pretender que los bombarderos cargados de bombas fuesen al mismo tiempo recibidos como cargados de raz¨®n?
La actual "guerra contra el terrorismo" ha sido concebida desde el principio y sin vacilaciones ("sin complejos", como gusta de decir Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar) como guerra escatol¨®gica, y hasta casi santa, como mi amigo Emilio Men¨¦ndez del Valle -embajador y eurodiputado- ha ilustrado en un art¨ªculo de EL PA?S (26 de mayo de 2008), citando varias autobendiciones que as¨ª lo ratifican: "Est¨¢ claro que desde el principio persigui¨® disfrazar de religiosa la invasi¨®n de Irak. Con soltura, en octubre de 2005 dijo que Dios le hab¨ªa pedido acabar con la tiran¨ªa en Irak [...] Dos meses despu¨¦s declar¨® a Fox News: 'De alguna manera, Dios dirige las decisiones pol¨ªticas adoptadas en la Casa Blanca' [...] Todo esto puede parecer incomprensible a muchos europeos, pero no a muchos norteamericanos, incluida la mayor¨ªa de las Iglesias evang¨¦licas (un cuarto del electorado) que siguen al partido republicano y que han seguido a Bush y que manifiestan: 'Nuestro presidente es un aut¨¦ntico hermano en Cristo y, puesto que ha llegado a la conclusi¨®n de que la voluntad de Dios es que nuestra naci¨®n est¨¦ en guerra con Irak, con gusto cumpliremos".
La primera exigencia de la guerra escatol¨®gica es que Dios sea garante de la victoria de los nuestros. De esto se ocupa Garry Wills, en un largo art¨ªculo titulado "A Country Ruled by Faith" (The New York Review of Books, 16 de noviembre de 2006); en el ep¨ªgrafe 5, rotulado Faith based war, escribe: "There is a particular danger with a war that God commands. What if God should loose? That is unthinkable to the evangelicals" (3). Otra exigencia es la de que, tal como sugiere Colombani -citado anteriormente-, para salvaguardar la buena conciencia de la tan exigente religiosidad y moralidad americana, el enemigo sea representado como "no humano", con la consecuencia de que todo est¨¦ permitido contra ¨¦l. La secretaria de Estado, Condoleezza Rice, ha formulado desde fuera la condici¨®n jur¨ªdica de este nuevo enemigo: "Los terroristas capturados en el siglo XXI no encajan f¨¢cilmente en los sistemas tradicionales de justicia criminal o militar que fueron dise?ados para otras necesidades" (transcrito de La Vanguardia del 6 de diciembre de 2005). Pero hay ah¨ª una inversi¨®n de los t¨¦rminos de la relaci¨®n de consecuencia; son las "nuevas necesidades" las que exigen que las leyes tradicionales no encajen con el enemigo. Esto puede percibirse cabalmente en las palabras del presidente Bush para dar raz¨®n del veto contra una propuesta de las c¨¢maras para hacer ilegal la tortura del waterboarding: "Voy a vetar la ley, porque todo lo que necesitamos hacer tiene que estar dentro de la legalidad". Estas formulaciones autocr¨¢ticas recuerdan la redundante declaraci¨®n de intenciones del Yav¨¦ mosaico: "Tendr¨¦ misericordia del que tendr¨¦ misericordia y ser¨¦ clemente para con el que ser¨¦ clemente" (?xodo, 33, 19). No menos autocr¨¢tica es esa f¨®rmula, tan usada por los americanos como incomprensiblemente aceptada por los dem¨¢s, de "Me reservo el derecho". ?Qu¨¦ puede significar "Me reservo el derecho de bombardear Ir¨¢n"? No veo otra traducci¨®n posible que ¨¦sta: "Me arrogo la libre facultad de bombardear Ir¨¢n si decido hacerlo". Otro ejemplo pintoresco de este que podr¨ªamos llamar "modo tautol¨®gico" lo recordaba yo de la obra de Friedrich Meinecke La idea de la raz¨®n de Estado en la historia moderna, que cita la de Pietro Andrea Canonhiero, Dell'introduzione alla politica, la ragion di stato, ecc., de 1604: la cuarta nota espec¨ªfica que para Canonhiero define la raz¨®n de Estado es ¨¦sta: "Que no se pueda alegar, para justificar lo actuado, otra raz¨®n m¨¢s que la propia raz¨®n de Estado".
La prohibici¨®n de hablar, parlamentar, tratar, etc¨¦tera, con terroristas tiene, igualmente, el prop¨®sito de no contradecir la condici¨®n de "no-humano" que define el abismo escatol¨®gico entre las huestes del Bien y las del Mal. En un op¨²sculo sobre el campo de concentraci¨®n de Mauthausen, con fotograf¨ªas en blanco y negro tomadas por los nazis, mientras estaba todav¨ªa en activo, llamaba la atenci¨®n la manifestaci¨®n del abismo visualmente realizada en la diferencia del aspecto entre los guardianes y los prisioneros: de una parte los alemanes, bien alimentados, robustos, con sus uniformes "en perfecto estado de revista"; de la otra, los prisioneros, demacrados, cuando no esquel¨¦ticos, con sus pijamas blancos, como espectros de la condenaci¨®n que recordaban las figuras de Brueghel el Viejo, empujadas hacia el t¨²nel del infierno, en El triunfo de la muerte. Esta manifestaci¨®n visible del abismo escatol¨®gico entre los guerreros del Bien y los representantes no-humanos o infrahumanos del Mal me la han recordado im¨¢genes con la misma intenci¨®n expresiva, con figuras vestidas con un mono de color butano, caminando torpemente y agachadas, quiz¨¢ a causa de unos grillos que les un¨ªan tobillos y mu?ecas, y llevadas casi a rastras por dos soldados de uniforme, avanzando hacia otros cuatro que esperaban de frente, atravesados en el paso, con las piernas abiertas y las manos con los pulgares metidos tras el ancho cintur¨®n, altos, de hombros muy anchos, rasurados y con los uniformes impolutos. De Mauthausen a Guant¨¢namo, la intenci¨®n y el procedimiento de materializar visualmente el abismo entre hombres y no-hombres no han cambiado. -
1. "Nosotros somos Am¨¦rica y nuestras acciones deben responder a la m¨¢s elevada de las normas: la de los ideales declarados en documentos como la Declaraci¨®n de Independencia y la Constituci¨®n". 2. El "universalismo", como el "derecho natural", son dos cosas que no pueden jam¨¢s ser concretadas, sino quedar en la condici¨®n de entes de raz¨®n, o mejor todav¨ªa, fantasmas del intelecto, porque, concretadas, se falsifican, se convierten en su contrario, se destruyen. 3. "Hay un peligro particular en una guerra en la que es Dios el que tiene el mando. ?Y si Dios llegase a perder? Esto es impensable para los evang¨¦licos".
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