?Hay alguien ah¨ª?
Ante la situaci¨®n econ¨®mica, cada d¨ªa que pasa m¨¢s grave, uno se encuentra todos los d¨ªas con una pregunta recurrente: ?hay alguien ah¨ª? Y m¨¢s en concreto: ?qu¨¦ hace el Gobierno?
Y la respuesta no es simple. Porque el Gobierno puede hacer cosas. Y no puede hacer otras. Y su margen de maniobra es el que es. Pero sigue teniendo margen de maniobra.
Vayamos por partes.
El Gobierno de Espa?a ya no puede adoptar determinadas medidas. Ya no tiene pol¨ªtica monetaria propia. Ya no puede modular la creaci¨®n de dinero ni su precio, es decir, ni los niveles ni la estructura de los tipos de inter¨¦s. Ni, por consiguiente, el volumen de cr¨¦dito, aunque sea de manera indirecta, aunque s¨ª puede pensar en c¨®mo introducir liquidez en el sistema. Y hacerlo en colaboraci¨®n con las entidades financieras que, me consta, est¨¢n dispuestas a implementar medidas que alivien la situaci¨®n financiera de empresas y particulares, en beneficio propio pero tambi¨¦n de la econom¨ªa en su conjunto. Y, en este contexto, es cierto que puede incidir sobre la distribuci¨®n del cr¨¦dito existente entre los sectores p¨²blico y privado, a trav¨¦s de lo que los economistas denominamos efecto crowding out or in.
El Gobierno debe generar expectativas positivas, dando la impresi¨®n de saber lo que se trae entre manos
En paralelo, dado que hemos transmitido nuestra soberan¨ªa monetaria al Banco Central Europeo, no podemos tampoco modular nuestro tipo de cambio. El euro ya no nos pertenece como, anteriormente, nos pertenec¨ªa la peseta. Es de muchos. Y bien est¨¢ aunque no podamos ejercer ning¨²n poder sobre el mismo. Antes, una devaluaci¨®n de la moneda empobrec¨ªa de inmediato a los agentes econ¨®micos pero, a su vez, permit¨ªa recuperar competitividad, tambi¨¦n de inmediato, m¨¢s all¨¢ de sus efectos inflacionistas o su impacto real sobre el d¨¦ficit de nuestras cuentas exteriores. Pero, en todo caso, yo personalmente no tengo duda de que la disciplina monetaria y cambiaria es un don de Dios.
Todo esto significa, pues, que el margen de maniobra de los Gobiernos se ha reducido dr¨¢sticamente.
Con anterioridad, los Gobiernos de la UE hab¨ªan renunciado, en virtud de la construcci¨®n europea, a pol¨ªticas comerciales propias. Esto est¨¢, afortunadamente, en el ¨¢mbito europeo (l'aquis communitaire), m¨¢s all¨¢ del debate sobre cu¨¢l deba ser nuestra pol¨ªtica comercial com¨²n, sobre todo despu¨¦s del fracaso de la Ronda de Doha. Pero ¨¦ste es otro tema del que hablaremos otro d¨ªa.
Hoy, lo que nos interesa es qu¨¦ es lo que podemos hacer. Y lo que no podemos est¨¢ claro. Est¨¢ en manos del Banco Central Europeo o de las instituciones comunitarias y, especialmente, de la Comisi¨®n Europea.
Asimismo, los m¨¢rgenes presupuestarios son menos extensos que antes, gracias a otro don divino: la normativa com¨²n y espec¨ªfica relativa a las exigencias de estabilidad presupuestaria que obligan a una cierta disciplina. Y menos mal. Estamos viendo c¨®mo se ha agotado r¨¢pidamente el super¨¢vit y hoy el mensaje desde el Gobierno es que no superaremos ?el 3% de d¨¦ficit! (con p¨¦simas consecuencias sobre la confianza en los mercados internacionales y que se reflejan en aumentos significativos de nuestra prima de riesgo en relaci¨®n, por ejemplo, a la deuda alemana).
Pero, en cambio, s¨ª caben actuaciones y pol¨ªticas en el campo de los ingresos y del gasto p¨²blico.
En los ingresos, modificaciones (a la baja) en los impuestos directos o en las cotizaciones sociales (compensables, en su caso, con impuestos indirectos). En el gasto, con medidas de contenci¨®n tanto en las remuneraciones del sector p¨²blico (?por qu¨¦ se ha descartado de entrada una congelaci¨®n salarial de los funcionarios? El coste pol¨ªtico es evidente, pero el mensaje de austeridad y solidaridad a la sociedad en su conjunto tambi¨¦n) como de redistribuci¨®n de los diferentes cap¨ªtulos de gasto. M¨¢s que nunca debe priorizarse la inversi¨®n en infraestructuras y en I+D (aunque las primeras informaciones en este ¨²ltimo punto son muy inquietantes).
Y por supuesto, caben actuaciones en el campo de lo que se denominan reformas estructurales.
?Estamos seguros de que no se puede avanzar en el proceso de privatizaci¨®n? Es cierto que poco m¨¢s se puede hacer en el ¨¢mbito estrictamente empresarial porque ya se hizo, en su momento, por gobiernos anteriores (y hablo con cierto conocimiento de causa). Pero s¨ª caben medidas mucho m¨¢s valientes que las que se plantean, en algunos servicios como, por ejemplo, puertos y aeropuertos (no la pseudo-privatizaci¨®n a la francesa que, aparentemente, se propone), ferrocarriles (m¨¢s all¨¢ de la t¨ªmida liberalizaci¨®n impulsada a nivel comunitario) o televisiones y radios. Otros pa¨ªses han privatizado incluso los servicios penitenciarios. No pongamos l¨ªmites a la imaginaci¨®n, a la que, por cierto, conviene incorporar a las comunidades aut¨®nomas y ayuntamientos que est¨¢n generando sector p¨²blico de manera poco conocida por la opini¨®n p¨²blica.
Por supuesto, hay que proseguir y profundizar en la liberalizaci¨®n de sectores estrat¨¦gicos, como las telecomunicaciones o la energ¨ªa o en los servicios profesionales, donde los m¨¢rgenes son todav¨ªa muy importantes.
Puede reformarse a fondo el funcionamiento de la Administraci¨®n, o mejor dicho, de las administraciones (General del Estado, auton¨®micas, locales y la de Justicia), acortando plazos y tr¨¢mites burocr¨¢ticos y aumentando la seguridad jur¨ªdica. Puede reformarse a fondo alg¨²n cap¨ªtulo de gasto, como el que se deriva de la incapacidad laboral transitoria, o la formaci¨®n profesional.
Y abordar, de verdad, una reforma consensuada para sacar de la mediocridad a nuestro sistema educativo (de nuevo, a la cola de los pa¨ªses industrializados), aunque sus efectos s¨®lo se noten a medio y largo plazo.
Y tantas y tantas cosas...
Pero, en cualquier caso, el Gobierno debe hacer una muy importante: generar expectativas positivas (no ilusorias ni equ¨ªvocas ni, por supuesto, falsas), es decir, haciendo buenos diagn¨®sticos, acertando previsiones y dando impresi¨®n de saber lo que se trae entre manos.
En definitiva, que hay una hoja de ruta y que alguien est¨¢ al tim¨®n y que no est¨¢ resignado ante la fatalidad.
Justo lo contrario de lo que hoy se transmite: ocultaci¨®n de la realidad, pasividad (e incluso pasotismo) y maniobras demag¨®gicas para desviar la atenci¨®n.
La situaci¨®n exige activismo del Gobierno. Aunque se equivoque a veces. Pero el mayor error es no hacer nada. Y eso es lo que hace el Gobierno. Mal asunto. ?Hay alguien ah¨ª?.
Josep Piqu¨¦ es economista y ex ministro.
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