?Cu¨¢ndo acabar¨¢ la crisis?
Cu¨¢ndo acabar¨¢ la crisis? Es razonable hacerse una pregunta tan ambiciosa y, ya no digamos, intentar responderla?
S¨ª y no. No porque, las predicciones, incluso cuando aciertan, se suelen hacer realidad de manera muy diferente de como fueron concebidas. Y s¨ª porque cuando las econom¨ªas se adentran en aguas sin cartografiar es mejor que lo hagan dotadas de una hip¨®tesis de trabajo con la que comparar los acontecimientos.
Una posible carta de navegaci¨®n para los pr¨®ximos a?os la proporcionan las pautas de comportamiento que pueden, mejor que peor, identificarse en las pasadas crisis. Con ellas en la mano, puede aventurarse que la fase aguda que afecta a los mercados financieros tiene todav¨ªa un a?o m¨¢s de recorrido, hasta el oto?o de 2009, cuando, previsiblemente, las bolsas llegar¨¢n a su nivel m¨¢s bajo de este ciclo. A partir de ese momento, y coincidiendo con la recuperaci¨®n de los ¨ªndices, el estado de ¨¢nimo general empezar¨¢ a mejorar, aunque a¨²n le quedar¨¢ seguramente un a?o m¨¢s de fase aguda al sector inmobiliario (sobre todo si se ve afectado el sector de oficinas y locales comerciales), as¨ª como a las cajas de ahorros y a los bancos m¨¢s volcados en el cr¨¦dito hipotecario. El final de la fase aguda habr¨ªa que situarlo, por tanto, a finales de 2010.
En el corto plazo, la situaci¨®n de descalabro econ¨®mico no va a mejorar
Ni siquiera est¨¢ claro que las materias primas hayan alcanzado ya sus precios m¨¢ximos
Sin embargo es probable que haya tambi¨¦n una fase cr¨®nica cuya duraci¨®n (calculada utilizando los mismos patrones hist¨®ricos) podr¨ªa prolongar hasta siete a?os m¨¢s la enfermedad que padecen las econom¨ªas desarrolladas.
?Y c¨®mo describir esa fase cr¨®nica? Con lo que en la jerga anglosajona suele llamarse double dip o triple dip. Es decir, la doble o triple ca¨ªda que, tras haberse recuperado del tropez¨®n inicial, sufrir¨¢n probablemente las econom¨ªas de Occidente que habr¨ªan entrado as¨ª en un largo periodo en el que alternar aceleradamente crecimiento y recesi¨®n.
Lo errado o correcto de este diagn¨®stico depender¨¢ del acierto en elegir las referencias hist¨®ricas adecuadas, que en este caso son la recesi¨®n norteamericana de 1907 (con las dos reca¨ªdas que la siguieron) y la de 1973-1975 (junto con las dos reca¨ªdas del periodo 1980-1982). Y de lo que de original e inesperado tenga la crisis actual.
Una comparaci¨®n as¨ª tiene algo malo y algo bueno. Lo malo es que las dificultades econ¨®micas son de orden superior a las experimentadas en cualquiera de los ¨²ltimos 25 a?os y lo bueno es que quedar¨¢n muy lejos de la gravedad de la conocida Gran Depresi¨®n de los pasados a?os treinta, y tambi¨¦n muy lejos de lo sucedido en otro periodo poco conocido al que suele llamarse la otra Gran Depresi¨®n (a?os setenta del siglo XIX). Una situaci¨®n, si el diagn¨®stico es correcto, mala pero no desesperada, en la que la buena gesti¨®n de la crisis de liquidez actual por parte de los bancos centrales ha conjurado el peligro de las quiebras bancarias masivas propias de los a?os treinta (entonces se redujo el producto nacional neto de Estados Unidos a la mitad) y que, sin embargo, podr¨ªa hacer que vi¨¦ramos ca¨ªdas del PIB de la magnitud de la que experiment¨® el de Estados Unidos en 1982: 1,9% negativo.
Las semejanzas y diferencias entre los periodos comparados dar¨ªan para horas de discusi¨®n. Sin embargo, lo que hace ¨²nicas en la historia la crisis actual y la de los a?os 1973-1975 es que la desaceleraci¨®n de las econom¨ªas coincide con una fuerte subida del precio de las materias primas (en otras recesiones lo normal es que el retroceso de la demanda hiciera caer el precio de ¨¦stas). De ah¨ª que lo espec¨ªfico e inusual tanto de los a?os setenta como del momento actual sea que el retroceso de la actividad se produce a la vez que la subida de los precios. Y, por si eso fuera poco, hasta el diagn¨®stico sobre el origen o el factor de aceleraci¨®n de ambas crisis es id¨¦ntico: la pol¨ªtica monetaria extremadamente laxa de la Reserva Federal norteamericana en 1971-1972, primero (para huir de la recesi¨®n de 1970), y de 2001-2004, despu¨¦s (para huir de la de 2001). En ambos casos, la pol¨ªtica de dinero f¨¢cil termin¨® provocando los excesos especulativos y el aumento de la inflaci¨®n. (En 1907 no exist¨ªa la Reserva Federal, pero tambi¨¦n los excesos en la compra de activos a cr¨¦dito precipitaron la crisis).
?Por qu¨¦ es tan dif¨ªcil la situaci¨®n?
Porque buena parte de los recursos propios de bancos y cajas de ahorro se ha destruido o se va a destruir en este proceso, por lo que necesitar¨¢n un tiempo para reconstruirlos, reduciendo o eliminando el pago de dividendos (o de sus dotaciones a la obra social en el caso de las cajas), as¨ª como realizando ampliaciones de capital para, de esta forma, poder volver a conceder el nivel de pr¨¦stamos que permite crecer a las econom¨ªas. Mientras dure esa situaci¨®n los pr¨¦stamos ser¨¢n, pues, m¨¢s escasos y caros.
En paralelo, el sector inmobiliario de pa¨ªses como Espa?a o Estados Unidos tendr¨¢ que dar salida a la acumulaci¨®n de viviendas no vendidas, algo que impone un par¨®n de la construcci¨®n. Y la construcci¨®n es el sector que con mayor rapidez crea o destruye empleo.
Habr¨¢ en el proceso sectores m¨¢s perjudicados que otros. De manera muy general puede decirse que si la comparaci¨®n con 1974 es adecuada, los tipos de inter¨¦s se mantienen bajos y la inflaci¨®n relativamente alta (es decir, con tipos de inter¨¦s reales negativos como ya ocurre en este momento) se producir¨¢ una tremenda transferencia de riqueza desde los ahorradores hacia los deudores ya que a la vez que el ahorro pierde poder adquisitivo el coste real de devolver una deuda con inflaci¨®n por medio se reduce.
?Se puede hacer algo para salir de la crisis?
Desgraciadamente, a corto plazo, no. O muy poco. Aqu¨ª las grandes l¨ªneas de actuaci¨®n siguen siendo las de los a?os setenta y ochenta que ya se esbozan en las propuestas que hacen los grandes partidos: reducci¨®n de tr¨¢mites y de impuestos (sociedades y plusval¨ªas), desde la derecha, y aumento del gasto social y de las obras p¨²blicas, desde la izquierda. Cada una de esas propuestas ha dado buenos resultados en alg¨²n momento de la historia: con Ronald Reagan, las primeras, y con Franklin D. Roosevelt, las segundas. Aunque en ambos casos tras periodos tan largos de dificultades econ¨®micas que se puede dudar de cu¨¢l fue el m¨¦rito de las medidas y cu¨¢l el del paso del tiempo. La debilidad de los sindicatos y el aumento del desempleo probablemente impedir¨¢ que se genere la espiral incremento de precios/incremento de salarios que tambi¨¦n caracteriz¨® los a?os setenta.
Sea como sea, los desequilibrios internacionales son demasiado grandes como para que cualquier pa¨ªs pueda hacer nada aisladamente. Adem¨¢s, el margen fiscal de que goza Estados Unidos es demasiado bajo (con un d¨¦ficit camino del 5% de su PIB) y el que fue super¨¢vit espa?ol era demasiado peque?o para la magnitud del desaf¨ªo. Con el agravante, en el caso espa?ol, de que cualquier pol¨ªtica de obras p¨²blicas que no vaya coordinada con el resto de la Uni¨®n Europea agravar¨¢ el d¨¦ficit comercial que ya acumula Espa?a. Y es que crecer cuando tus socios comerciales no lo hacen est¨¢ fuertemente contraindicado como aprendieron a su costa en el primer Gobierno de Fran?ois Mitterrand cuando el intento de salir por su cuenta de la crisis de los setenta llev¨® al sector exterior y al franco franc¨¦s a una situaci¨®n insostenible.
En el corto plazo, pues, la situaci¨®n no va a mejorar. Ni siquiera est¨¢ claro que las materias primas hayan alcanzado ya sus precios m¨¢ximos. No al menos hasta que haya pasado un oto?o pre?ado de los peligros que el vac¨ªo de poder que se produce en la Casa Blanca durante la campa?a electoral norteamericana alienta, im¨¢n inevitable de las tensiones geopol¨ªticas.
Juan Ignacio Crespo es director europeo en Thomson Reuters.
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