Diab¨®lico Diego
El jerezano Diego Carrasco hace tiempo que abandon¨® la ortodoxia para convertirse en un creador libre, una suerte de Paolo Conte flamenco, que nunca puede desertar del origen, porque lo lleva impreso en los genes. En su viaje, se llev¨® un siempre asombroso dominio del tiempo, mucha picard¨ªa, desenfado y ?carisma! Haga lo que haga, ser¨¢ lo que es, un l¨ªder, adem¨¢s, con mucha categor¨ªa entre los suyos.
Con el tiempo, nos ha dejado una buena antolog¨ªa de temas que son de absoluta referencia y un formato de presentarse en directo semi el¨¦ctrico que, de forma valiente, ejecuta mayoritariamente en el comp¨¢s de doce tiempos, el suyo. Con todo ello, ya habr¨ªan existidos elementos m¨¢s que suficientes para un buen recital, que, a la postre, fue lo que se ofreci¨® con algunos a?adidos que, entre otros, refer¨ªan a la figura del Don Juan y su bajada a los infiernos.
El tiempo del diablo
Diego Carrasco. Con la colaboraci¨®n especial de Miguel Poveda (cante), Alfredo Lagos (guitarra), Jarcha y Moraito Chico (voz en off). Coro: Las Peligro. Banda: Curro Navajita, Fernando Carrasco, Ignacio Sintado, Juan Grande, An¨¦ Carrasco y Luisito Carrasco. Direcci¨®n: Pepa Gamboa. Colaboraci¨®n dramat¨²rgica: Antonio ?lamo.
Teatro Lope de Vega, 21 de septiembre.
Presentar al artista -intr¨ªnsecamente libre e ind¨®mito- configurado en clave de espect¨¢culo con dramaturgia tiene sus riesgos. No cabe duda de que Diego se ha sometido a la disciplina, pero el resultado sigue remitiendo a su personalidad art¨ªstica que se impone por encima de otros elementos que incluso llegan a estorbarle. Al final, siempre triunfan sus reflejos y su dominio tanto del comp¨¢s como de los silencios. Adem¨¢s, tuvo invitados de excepci¨®n que mayoritariamente funcionaron. Ni que decir tiene que lo hizo el guitarrista Alfredo Lagos como veh¨ªculo sutil entre distintos cuadros y m¨²sicas. Y Poveda, breve pero intenso y genial en su lucha contra los elementos.
Tambi¨¦n Jarcha, con un bello contrapunto vocal. No se puede decir lo mismo de Las Peligro, porque el apoyo que prestaron al artista rozaba la desmesura, y porque la reiteraci¨®n de tangos y rumbas choc¨® con el discurso dominante del jerezano.
Dicho lo cual, la noche ofreci¨®, entre sus muchas partes, diversi¨®n y raudales de arte. Sobre todo en los momentos en los que Diego, despacito y a comp¨¢s, engarz¨® letras suaves y con sentido, aunque no siempre audibles. La dispersi¨®n en que, en ocasiones, se sumi¨® la funci¨®n, se difumin¨® de forma fulgurante en la recta final con algunos de sus grandes ¨¦xitos, para una acogida que fue apote¨®sica.
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