La Tercera Roma
Mosc¨² es la Tercera Roma. Y no habr¨¢ una cuarta". Esta famosa declaraci¨®n, escrita en 1511 por el monje Filoteo al zar Basilio III, habla de dos Romas anteriores: la imperial e italiana, la primera Roma, y la oriental e imperial Constantinopla, la segunda. Mosc¨² ser¨ªa la heredera de esta tradici¨®n de imperio "y no habr¨¢ una cuarta Roma".
La antigua convicci¨®n de que Mosc¨² es la Tercera Roma es una constante de la historia rusa y la contrapone a la tendencia occidental de la misma historia. Pedro el Grande fund¨® Petrogrado (San Petersburgo, Leningrado) como una ciudad italiana del norte de Europa. Catalina La Grande trat¨® de imponer una arquitectura neocl¨¢sica al pa¨ªs de las c¨²pulas bizantinas. La emperatriz se llam¨® a s¨ª misma "La Sem¨ªramis" del Norte, y a su capital, "Palmira".
McCain ped¨ªa una "liga de democracias" contra el regreso de Rusia; ahora tan s¨®lo pide "oraciones"
En la nueva realidad internacional no hay lugar para el unilateralismo
Que estas tendencias "occidentales" de la vieja Rusia chocaran con la posici¨®n "eslavista" que ve¨ªa en Rusia un mundo aparte del Occidente, la reserva del mundo eslavo frente al resto de Europa, no es sino una manifestaci¨®n aguda del secular conflicto ruso: ?d¨®nde termina Europa y empieza Rusia?, ?es Rusia parte de Europa o aparte de Europa? La respuesta a esta pregunta ha enriquecido la literatura y promovido el debate. De Dostoievski a Solzhenitsin, Rusia es presentada como algo aparte, "La Tercera Roma", el pa¨ªs del dolor que se transforma en salvaci¨®n, la naci¨®n portadora de la salud del alma.
S¨®lo que al mismo tiempo, Rusia se abre a la influencia de la filosof¨ªa alemana de Hegel (la historia culmina en el Estado) y de Marx (la historia culmina en la revoluci¨®n internacional de la clase trabajadora). El Estado sovi¨¦tico se afirma y se debate entre el internacionalismo marxista y el nacionalismo eslavista. La Internacional Comunista expresa a aqu¨¦l; el socialismo en una sola naci¨®n, a ¨¦ste. Stalin trat¨® de ser a la vez internacionalista y nacionalista. Al cabo, opt¨® por la dictadura personal para resolver las oposiciones. Los partidos comunistas de Occidente conocen auge y decadencia (Francia, Italia). Los de oriente establecen dictaduras "proletarias" (China, Corea, Vietnam). Pero al cabo, se transforman en sistemas de capitalismo autoritario, en tanto que en el Occidente el comunismo se funde en una izquierda muy cercana a la social-democracia.
?Y Rusia? La ca¨ªda del r¨ªgido sistema post-stalinista dio lugar a una peculiar y muy dif¨ªcil transici¨®n encabezada por Mija¨ªl Gorbachov. En una extraordinaria entrevista concedida a EL PA?S, Gorbachov habla de acuerdos de transici¨®n con Occidente que Occidente no cumpli¨®. La promesa norteamericana a Gorbachov de que la OTAN no se expandir¨ªa hacia el Este si Rusiaapoyaba la unificaci¨®n de Alemania ha sido violada. La debilidad (y frivolidad) del Gobierno de Yeltsin permiti¨® que Rusia fuese parcialmente desmembrada y que el Occidente se instalara, con todo y misiles, en la antigua esfera de influencia sovi¨¦tica.
Gorbachov no anda con rodeos para decir que el gobernante georgiano, Saakashvili, no se hubiera movido si el Gobierno norteamericano no s¨®lo lo autoriza, sino lo empuja, a invadir Osetia del Sur con armas proporcionadas por los EE UU. La respuesta de Putin desenmascara esta acci¨®n y permite a Rusia restablecer su zona de vigilancia en el C¨¢ucaso. La respuesta occidental es tibia. McCain primero ped¨ªa una "liga de democracias" contra la Rusia de Putin. Despu¨¦s del conflicto del C¨¢ucaso, se limita a pedir "oraciones". Obama, con tibieza tambi¨¦n, se hace eco, y Bush, origen del conflicto, menea un t¨ªmido dedo para decir que "Rusia no puede salirse con la suya".
?C¨®mo que no? Lo hizo y no existe, hoy, poder que se lo impida. La raz¨®n de Putin es clara y es hist¨®rica: Rusia ha regresado como gran potencia al escenario internacional y reclama una zona de seguridad que, a su entender, le hab¨ªa sido arrebatada por los EE UU y sus socios europeos. Mosc¨² alega que su intervenci¨®n en Georgia es comparable a la intervenci¨®n occidental en Kosovo. Pero esto no explica ni excusa la sangrienta intervenci¨®n rusa en Chechenia.
?Autonom¨ªa de las antiguas rep¨²blicas sovi¨¦ticas o sometimiento a Mosc¨², la Tercera Roma? ?ste es el dilema que limita, al cabo, la novedosa pol¨ªtica de fuerza del zar Putin y le obliga, a la larga, a hacer un acomodo pol¨ªtico tanto con Europa como con los EE UU de la era pos-Bush. Al cabo, Europa depende de la exportaci¨®n de petr¨®leo y gas rusos, y Rusia depende de que se lo compren.
En medio de estos intereses a la vez complementarios y opuestos, Gorbachov propone la creaci¨®n de un Consejo de Seguridad Europea. Que Europa resuelva en la medida de sus fuerzas los problemas de Europa. Que los EE UU no demoren la agenda. "Reconocemos el poder de los EE UU, pero no su liderazgo", dice Gorbachov. "No tenemos por qu¨¦ seguir las instrucciones norteamericanas".
Las palabras del padre del gl¨¢snost y de la perestroika confirman la nueva realidad internacional que una y otra vez he evocado en estos art¨ªculos. El unilateralismo ha terminado. Condoleezza Rice, que hace siete a?os declaraba que los EE UU no necesitaban amigos y se bastaban a s¨ª mismos, hoy debe hacerle la corte a tiranos tan desagradables como Muammar el Gaddafi y reconocer, disfraz¨¢ndolo para ingenuos, el fracaso de la absurda e innecesaria guerra de Irak.
?Puede el pr¨®ximo presidente de los EE UU devolverle a Washington un papel de fuerza constructiva y asociada al orden internacional -el legado de Roosevelt y Truman-?
?Y puede Rusia encaminar su transici¨®n a un orden de libertades democr¨¢ticas y alejada del autoritarismo mesi¨¢nico y nacionalista de la Tercera Roma?
Bush el ingenuo dijo que un d¨ªa mir¨® a los ojos de Putin y vio el alma del ruso. Putin debi¨® re¨ªr. Para ¨¦l, Rusia no tiene alma. Tiene intereses. Lo mismo dijo Foster Dulles de los EE UU despu¨¦s de la invasi¨®n de Guatemala.
Quienes leemos la historia a trav¨¦s de las culturas mantenemos la fe en el alma de los EE UU -Melville, Dickinson, Faulkner- y en el alma de Rusia -Pushkin, Dostoievski, Pasternak-. ?sta es la Roma de la cultura y nos pertenece a todos.
Carlos Fuentes es escritor mexicano.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.