C¨®mo hacerse el sueco con la banca
El salvamento del sistema financiero de Suecia deja algunas lecciones para EE UU
Un sistema bancario en crisis tras el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Una econom¨ªa que no para de perder puestos de trabajo. Un Gobierno conservador que intenta evitar el p¨¢nico. ?Les suena?
A Suecia s¨ª, ya que estaba tan metida en el agujero en 1992 -tras muchos a?os de regulaci¨®n imprudente, pol¨ªtica macroecon¨®mica miope y el fin de su expansi¨®n inmobiliaria- que su sistema bancario era, a todos los efectos pr¨¢cticos, insolvente. Pero a diferencia de Estados Unidos, Suecia no se limit¨® a rescatar a sus instituciones financieras haciendo que el Estado se hiciera cargo de las deudas incobrables. Tambi¨¦n se abri¨® camino arrancando combativamente acciones de los bancos antes de que el Estado empezase a firmar cheques.
El origen de la crisis sueca guarda gran parecido con el de EE UU
Los tumultuosos sucesos de las ¨²ltimas semanas han producido muchos asentimientos mudos en Estocolmo. Y pese a todas las diferencias entre Suecia y EE UU, las autoridades suecas dicen que su pesadilla puede ense?arle a Washington cosas que a lo mejor se le est¨¢n pasando por alto.
Algunos analistas estadounidenses han propuesto que el Gobierno de Estados Unidos reciba acciones de los bancos como pago por la ayuda que probablemente reciban, como hizo Suecia. Pero ni el Gobierno de Bush ni el Congreso parecen plante¨¢rselo seriamente. Y eso a pesar de que el Gobierno estadounidense ya ha intercambiado su garant¨ªa soberana por acciones en las hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac, y en American International Group, el gigante de los seguros.
La crisis sueca tuvo unos or¨ªgenes asombrosamente similares a los de la estadounidense. Noruega y Finlandia vivieron una experiencia similar, y tambi¨¦n ellos recurrieron a la ayuda estatal para salir de la ci¨¦naga que la mala pol¨ªtica hab¨ªa provocado.
La liberalizaci¨®n financiera en la d¨¦cada de los ochenta aliment¨® una fiebre de pr¨¦stamos inmobiliarios en los bancos suecos, que apenas se preocuparon por si el valor de la garant¨ªa podr¨ªa evaporarse en tiempos dif¨ªciles. Los precios inmobiliarios explotaron.
La burbuja se desinfl¨® con rapidez en 1991 y 1992. Un esfuerzo vano por defender la moneda sueca, la corona, tuvo como consecuencia una incre¨ªble subida de los tipos de inter¨¦s a un d¨ªa, que en un momento dado llegaron al 500%. La econom¨ªa sueca se contrajo durante dos a?os inmediatamente despu¨¦s de una larga expansi¨®n, y el desempleo, situado en el 3% en 1990, se cuadruplic¨® en tres a?os. Despu¨¦s de que una serie de quiebras bancarias condujeran a soluciones puntuales, el momento de la verdad lleg¨® en 1992, cuando el Gobierno del primer ministro Carl Bildt optaba por la soluci¨®n de hacer limpieza.
Con pleno respaldo de la oposici¨®n de centro izquierda, el Gobierno conservador de Bild anunciaba que el Estado sueco garantizar¨ªa todos los dep¨®sitos bancarios y las deudas de los 114 bancos del pa¨ªs. Suecia cre¨® un organismo para supervisar las instituciones necesitadas de recapitalizaci¨®n, y otro para vender los activos, principalmente inmuebles, que los bancos manten¨ªan como prenda hipotecaria.
Suecia les dijo a sus bancos que limpiaran sus balances antes de acudir a la recapitalizaci¨®n del Estado. En una situaci¨®n similar, m¨¢s avanzada la d¨¦cada, Jap¨®n cometi¨® el error de dilatar el proceso, retrasando a?os la soluci¨®n.
Despu¨¦s vino la necesidad de sangrar a los accionistas. Lundgren, ex ministro de Econom¨ªa, recuerda una conversaci¨®n con Peter Wallenberg, en aquel momento presidente del SEB, el mayor banco de Suecia. Wallenberg, descendiente de una de las familias m¨¢s famosas del pa¨ªs y administrador de una gran parte de su econom¨ªa, oy¨® del ministro de Econom¨ªa que no habr¨ªa vacas sagradas. Los Wallenberg se dieron la vuelta y acudieron a la recapitalizaci¨®n privada, obviando por completo la necesidad de ayuda estatal. Al a?o siguiente, 1993, el SEB obten¨ªa beneficios. "Por cada corona que met¨ªamos, quer¨ªamos la misma influencia", dice Lundgren. "Eso garantizaba que, en ciertos bancos, ni siquiera tendr¨ªamos que entrar".
Al final de la crisis, el Estado sueco se hab¨ªa hecho con grandes porciones del sector bancario, y el organismo casi hab¨ªa cumplido su dura labor de drenar el capital social antes de inyectar efectivo. Cuando los mercados se estabilizaron, el Estado sueco cosech¨® los beneficios volviendo a sacar a Bolsa los bancos. El Estado sigue siendo propietario del 19,9% de Nordea, un banco de Estocolmo que fue nacionalizado en su totalidad y ahora es un gigante muy reconocido en Escandinavia y la regi¨®n del mar B¨¢ltico.
Poco despu¨¦s de anunciar el plan, el Gobierno sueco descubri¨® que la confianza internacional volv¨ªa con m¨¢s rapidez de lo esperado, aliviando la presi¨®n sobre su moneda y aportando de nuevo dinero al pa¨ªs. Se evit¨® una seria carest¨ªa de cr¨¦dito. Y as¨ª la oposici¨®n de centro izquierda, aunque desconfiaba por la posibilidad de que el Gobierno dejara a los bancos salirse de rositas, presentaba en privado sus argumentos sobre la penalizaci¨®n a los accionistas.
Suecia emple¨® el 4% de su producto interior bruto, 65.000 millones de coronas (6.800 millones de euros), en rescatar a los bancos con problemas. Es ligeramente menos, en referencia a la econom¨ªa nacional, que el m¨ªnimo de 480.000 millones de euros, aproximadamente el 5% del PIB, que el Gobierno de Bush calcula que costar¨ªa una medida similar en EE UU. Pero se recuper¨® suficiente con la venta de los activos t¨®xicos y de las acciones bancarias que se vendieron despu¨¦s, de modo que el coste acab¨® siendo inferior al 2% del PIB. Algunos funcionarios creen que se acerc¨® m¨¢s a cero, seg¨²n c¨®mo se calculen ciertas tasas de rendimiento.
En retrospectiva, el alto cargo sueco dice que la actitud de firmeza con los bancos ayud¨® a alcanzar el ¨¦xito. Elimin¨® el "riesgo moral", el problema de aliviar a los inversores de las malas decisiones. Aunque la propiedad estatal de los bancos va contra la cultura estadounidense, a Lundgren le preocupa que si la ayuda p¨²blica estadounidense pende de un delgado hilo, pol¨ªticamente hablando, podr¨ªa fracasar. El Tesoro estadounidense planea ahora comprar directamente los activos t¨®xicos sin exigir acciones. Si quiere restaurar la solvencia del sistema, tendr¨ªa que pecar de pagar demasiado a los bancos que causaron la crisis, opina Lundgren. "Si la valoraci¨®n se hace mal, los contribuyentes salen perdiendo", dice. "Y eso disminuye la legitimidad del plan".
(c) The International Herald Tribune, 2008. Distribuido por The New York Times Syndicate.
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