Evitar el socialismo para ricos
Imaginen que esos banqueros y empresarios que nos propon¨ªan desregular toda la econom¨ªa y sacar al Estado de cualquier actividad que no fuese la de polic¨ªa y de justicia (la ley y el orden) hubiesen logrado su objetivo. ?Qui¨¦n atender¨ªa ahora sus angustiadas llamadas de auxilio para que el Estado les rescatase de las situaciones de quiebra?
El Estado regulador ha sido el gran invento del siglo XX. No me refiero al Estado interventor (en nuestro caso, el franquista), sino al llamado Estado keynesiano (en memoria del gran economista liberal John M. Keynes, que propuso soluciones eficaces contra la Gran Depresi¨®n de 1929), capaz de estabilizar la econom¨ªa cuando las cosas vienen mal dadas y de garantizar el bienestar de los ciudadanos. Ese gran invento hay que protegerlo tanto de sus enemigos como de algunos de sus m¨¢s fervientes partidarios.
Para juzgar si las f¨®rmulas son las id¨®neas, hay que conocer los detalles, porque en ellos est¨¢ el demonio
?Debemos utilizar al Estado -es decir, los impuestos de los ciudadanos- para salir al rescate de bancos que en ¨¦pocas de vacas gordas hicieron elevados beneficios y pagaron astron¨®micas retribuciones a sus directivos, pero que ahora se ven amenazados de quiebra por la imprudencia, avaricia e incompetencia de esos mismos directivos? ?ste es el debate en curso tanto en EE UU como en la Uni¨®n Europea y en Espa?a.
Es tentador defender que en el pecado llevan la penitencia. O que cada palo aguante su vela. Pero hay razones para no caer en la estupidez de dejarse sacar un ojo si al enemigo le sacan los dos. Una quiebra bancaria generalizada no s¨®lo se llevar¨ªa por delante a los imprudentes, sino al conjunto de la econom¨ªa al provocar una depresi¨®n del cr¨¦dito. De ah¨ª que tenga sentido una cierta nacionalizaci¨®n del riesgo que amenaza de quiebra al sistema financiero. Pero antes de entrar en los detalles de esa nacionalizaci¨®n, veamos de d¨®nde surge el riesgo de depresi¨®n.
En los a?os de dinero barato y abundante, muchas personas y empresas se endeudaron m¨¢s all¨¢ de toda prudencia. La idea era que todo lo que se pod¨ªa comprar sub¨ªa, sub¨ªa y sub¨ªa, y nunca bajar¨ªa. Eso llev¨® a muchos a comprar todo lo que les financiaban los bancos, sin poner un euro propio, y a muchos otros a endeudarse para especular con activos financieros e inmobiliarios. Vamos, la locura.
D¨¦jenme hacerles una recomendaci¨®n: ac¨¦rquense a alguna librer¨ªa o biblioteca y lean el cap¨ªtulo De c¨®mo fui protagonista de las locuras de 1929 de la biograf¨ªa de Groucho Marx. Es la mejor descripci¨®n breve que conozco de c¨®mo nos podemos volver locos con la Bolsa y creer que es posible hacerse rico sin trabajar. "Marx, la broma ha terminado", le dijo su asesor de inversiones a Groucho el martes negro del 29, cuando, de repente, Wall Street se hundi¨® y el p¨¢nico se extendi¨® como reguero de p¨®lvora.
Ayer como hoy, despu¨¦s de comprar activos con el dinero que no se tiene, siempre llega un momento en que algo hace que la broma se acabe. A partir de ese momento, la gente endeudada intenta vender activos y con lo recaudado reducir su deuda. Pero como todos, llevados del p¨¢nico, quieren vender al mismo tiempo, se produce lo que el economista Irving Fisher llam¨® la "desbandada de vendedores". Esto hace que el remedio sea peor que la enfermedad, porque la ca¨ªda de precios se intensifica y el riesgo de quiebra es mayor. Adem¨¢s, como los potenciales compradores conocen esa necesidad de vender, esperan a comprar para obtener un precio a¨²n m¨¢s bajo. Esta inhibici¨®n de los compradores hace que los precios se hundan a¨²n m¨¢s, poniendo a los vendedores en situaci¨®n de quiebra.
Pero una fuerte y repentina ca¨ªda de los precios de los activos no s¨®lo arruina a los muy endeudados, sino que puede arrastrar tambi¨¦n a los bancos, empresas y personas con un balance saneado. Eso es as¨ª porque la ca¨ªda de precios produce una fuerte p¨¦rdida de riqueza en el activo de las econom¨ªas. Entramos entonces en riesgo de depresi¨®n generalizada provocada por la desaparici¨®n del cr¨¦dito bancario y la ca¨ªda del consumo de los hogares. Eso es lo que ocurri¨® en 1929 y lo que puede ocurrir ahora.
?Qu¨¦ hacer para evitar la depresi¨®n? Alguien tiene que actuar como mano visible reguladora, actuar como esos grandes dep¨®sitos que existen en el subsuelo de las grandes ciudades como Barcelona para embalsar las aguas pluviales en los momentos de grandes riadas y soltarlas de forma controlada una vez que el temporal amaina.
En este caso, esa labor reguladora la puede hacer el Estado nacionalizando el riesgo de quiebras a trav¨¦s de alg¨²n organismo que act¨²e como comprador de ¨²ltima instancia. Aunque tambi¨¦n la podr¨ªan realizar grandes inversores privados. De hecho, en estas situaciones surgen buenas oportunidades de negocio. Recuerdo que a Manuel Girona, banquero catal¨¢n del siglo pasado, le preguntaron una vez c¨®mo se hab¨ªa hecho rico. "D¨¢ndole gusto a la gente", contest¨®, "es decir, comprando cuando la gente quiere vender y vendiendo cuando quiere comprar".
Pero en este momento, esa funci¨®n de comprador de ¨²ltimo recurso la tiene que hacer el Estado. Hay que hacer algo que evite el riesgo de depresi¨®n, pero hay que hacerlo evitando que se utilicen los impuestos de los ciudadanos para salvar patrimonios privados y mantener las elevadas retribuciones de los directivos. Y lo que se haga no puede ser un simple "par¨¦ntesis en la econom¨ªa de mercado", como con fraudulenta inocencia pidi¨® el presidente de la patronal espa?ola. Tiene que significar una modificaci¨®n radical del modelo del sistema financiero desregulado que nos ha conducido a esta crisis.
Pero para juzgar la idoneidad de las f¨®rmulas que finalmente se aprueben hay que esperar a conocer los detalles, porque en los detalles est¨¢ el demonio. En este caso, el peligro es que nacionalizando los riesgos se haga socialismo para ricos. Es decir, privatizar las ganancias y socializar las p¨¦rdidas.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la UB.
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