"Los economistas han traicionado a la realidad"
Vive en Montmartre pero la cita es en el centro de Par¨ªs, en Marais. Comemos en la terraza pues, aunque ya hace fresco, nos ahorramos el zumbido de la m¨²sica de fondo. Lleva un traje oscuro y -previsor- un jersey de lana por encima de la camisa. Jean-Luc Gr¨¦au naci¨® en Argelia hace 65 a?os. Entonces el pa¨ªs era franc¨¦s pero dej¨® de serlo cuando ¨¦l cumpli¨® los 18. "En 1962 llegamos a Montpellier. Y all¨ª curs¨¦ mis estudios. La ciudad nos acogi¨® bien". Ning¨²n trauma de pied noir, de colonizador que desentona en la metr¨®poli. Y enseguida trabaj¨® en la patronal. Como economista. "Durante 27 a?os he estado dedicado a presionar a los diputados franceses. Hab¨ªa que asesorarles en materia econ¨®mica. Y defender nuestro punto de vista, claro". Que era el de un estricto liberal.
Su premonitorio libro sobre la crisis le ha puesto en ¨®rbita en Francia
Pero eso es ya un pasado remoto porque hoy, convertido en autor de ¨¦xito y subido a los p¨²lpitos de opini¨®n gracias a La trahison des ¨¦conomistes (La traici¨®n de los economistas), un bombazo en plena crisis, se ha descubierto como un intenso orador que no presta demasiada atenci¨®n al men¨². La ensalada se aburre en el plato y el salm¨®n a l'unilateral se queda fr¨ªo.
"Hace mucho que dej¨¦ de confiar en la capacidad autorreguladora del mercado. Lentamente. Primero Nixon abandon¨® la garant¨ªa del llamado patr¨®n-oro. Luego vinieron Reagan y Thatcher, la desregulaci¨®n y la venta del patrimonio del Estado. El paro y la miseria se hicieron end¨¦micos. Los ricos lo eran cada vez m¨¢s y la parte del salario cada vez es menor en el coste final de un producto".
Sus dos primeros libros fueron tan minoritarios como premonitorios, pero el tercero llega en el momento adecuado y se vende como rosquillas en un pa¨ªs ansioso de explicaciones. "Lo que yo defiendo, antes era inaudible". Porque la crisis le ha conferido una autoridad que antes monopolizaban esos "economistas traidores". ?A qu¨¦? "A la realidad".
?l es una excepci¨®n en un contexto donde domina el discurso no intervencionista: proteccionista, contrario a la moneda ¨²nica y defensor del Estado. "No creo que Europa tenga que ser proteccionista respecto a EE UU o Canad¨¢, pero es absurdo que no lo sea frente a China, Corea o Ucrania". Gr¨¦au pone el dedo en la llaga: los intercambios son desiguales cuando en un pa¨ªs existe protecci¨®n social y en el otro no, cuando en uno los salarios son altos y en el otro miserables.
La crisis actual, dice, es el final de un proceso de financiarizaci¨®n de la econom¨ªa. "Hoy el consejo de administraci¨®n deja que el gerente o director se fije el propio sueldo. Es descomunal. Fuera de toda l¨®gica. Y ¨¦l, a cambio, se ocupa de multiplicar el valor de las acciones en muy poco tiempo. Jugando con la deuda. Se confunde el inter¨¦s de la empresa con el de sus accionistas, de unos pocos. Y la burbuja estalla".
Lo explica con orden y calma. Con la calma del converso. "Soy una mezcla de keynesiano y schumpeteriano que se reconoce deudor ante Marx y, sobre todo, ante Adam Smith. Dif¨ªcil de clasificar". Pero si hace un a?o nadie quer¨ªa escuchar a los augures inclasificables, hoy los lectores franceses dan la raz¨®n a sus libros.
Y a nuestro alrededor, ahora caemos, el restaurante no se ha llenado. Impensable hace seis meses.
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