Ux¨ªa, maravilla serena
La cantante pontevedresa encandil¨® a un p¨²blico al que lleg¨® a poner en pie en un recital en la Galileo Galilei
Tiene que prodigarse m¨¢s. Lo asumi¨® la propia Ux¨ªa Senlle, consciente de que los ocho a?os transcurridos entre Danza das areas (2000) y su flamante Eterno navegar es una inmensidad, por mucho que ese nuevo trabajo figure entre las grabaciones m¨¢s emocionantes y exquisitas de la temporada. Pero como es una artista minuciosa, la cita del mi¨¦rcoles en la Galileo Galilei trascendi¨® su condici¨®n de estreno discogr¨¢fico para erigirse en acontecimiento sociol¨®gico-musical. No queda claro que pagase mucha gente la entrada, pero all¨ª estaba el n¨²cleo duro de la colonia gallega en Madrid (de Tet¨¦ Delgado a V¨ªctor Coyote) code¨¢ndose con los grandes de la m¨²sica de ascendente tradicional, como Eliseo Parra, Luis Pastor o Luis Mart¨ªn D¨ªez, el fundador del Nuevo Mester de Juglar¨ªa.
Su voz es ahora templada y emotiva y huye siempre del aspaviento
A la cantante pontevedresa no le quedaba otro remedio que maravillar. Bien arropada, serena, siempre en su salsa, cumpli¨® los pron¨®sticos y maravill¨®. Y eso que las circunstancias personales no eran las m¨¢s propicias, renqueante a¨²n de una peque?a operaci¨®n quir¨²rgica reciente. "Ti canta baixi?o", le aconsej¨® el m¨¦dico el lunes, antes de tomar el avi¨®n. Como si fuera tan sencillo: cuando Ux¨ªa canta, canta. "S¨®lo le podr¨ªa haber hecho caso si me llamara Carla Bruni", bromeaba entre su c¨ªrculo de amistades.
Ha pasado tiempo ya desde la muchacha que prestaba su voz a los m¨ªticos Na L¨²a en los a?os ochenta, aquella chica modosita que dudaba si hab¨ªa escogido bien la vocaci¨®n: debut¨® sobre las tablas en un concurso de cantautores donde ning¨²n jurado le dedic¨® una triste menci¨®n de honor. Ha llovido incluso desde la Ux¨ªa que asombr¨® en 1995 con Estou vivindo no ceo, un ¨¢lbum del que siguen bebiendo docenas de m¨²sicos de ra¨ªz. Ni siquiera es ya el rostro visible de la plataforma Nunca M¨¢is, un compromiso por el que se granje¨® el rencor y la inquina de quienes jam¨¢s se hab¨ªan tomado la molestia de escuchar uno solo de sus discos.
La suya es ahora una voz templada y emotiva, que huye siempre del aspaviento en su busca de una expresi¨®n mucho m¨¢s esencial. Y en eso ha encontrado la horma de su zapato en el pianista, productor y arreglista Paulo Borges, un portugu¨¦s de las Azores. Un descubrimiento de tintes casi simb¨®licos, porque "desde las Azores se domina todo el Atl¨¢ntico", como anota la artista de Sangui?eda. Y de eso mismo versa su presente discurso musical.
Porque lo de Ux¨ªa ya no se circunscribe s¨®lo a la m¨²sica tradicional gallega, como cuando registr¨® las mejores grabaciones conocidas hasta la fecha de las emblem¨¢ticas Alal¨¢ das mari?as o Eu chorei chorei. Ahora enarbola la canci¨®n lus¨®fona, asume un cierto deje jazz¨ªstico y se empapa de salitre atl¨¢ntico en toda su extensi¨®n. Su garganta abraza ese inmenso tri¨¢ngulo de oc¨¦ano que se extiende entre Salvador de Bah¨ªa, Praia de Cabo Verde y Vilagarc¨ªa de Arousa.
Su misma alineaci¨®n instrumental es un infrecuente ejemplo de cosmopolitismo y audacia. El acordeonista de Berrog¨¹etto, Santiago Cribeiro, compart¨ªa espacio con el contrabajista de jazz Xacobe Mart¨ªnez Antelo, el trombonista lisboeta Rub¨¦n Santos y el delicioso cavaquinho (esa guitarrita parecida al timple canario o el cuatro) de un caboverdiano, Jon Luz.
Sobresali¨® la tenue sensualidad de As nosas cores, canto a la resistencia femenina que simbolizan mujeres como Malvela o la Se?ora Carmen; o esa fiesta colectiva que fue Danza ritual, con el p¨²blico ya fuera de sus asientos.
"Saber¨¢s que a morte non mata", canta Ux¨ªa en Sen ti. Algo parecido refiere en A lira, el tema popular con el que en las Azores se conjura la sombra siniestra de la parca. En efecto, se agradece estar vivo; aunque s¨®lo fuera para seguir escuch¨¢ndola.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.