La 'pax' socialista
Por primera vez en la historia de Cuba, la mayor¨ªa de los opositores al Gobierno respaldan un cambio pac¨ªfico. Si la guerra civil vuelve al pa¨ªs ser¨¢ por el inmovilismo y la soberbia del r¨¦gimen
La cubana de 1959 no fue la ¨²ltima revoluci¨®n de la historia de Am¨¦rica Latina, pero s¨ª la ¨²ltima de la historia de Cuba. Esa historia, que la ideolog¨ªa oficial presenta como si concluyera en el socialismo, no ha terminado a¨²n. Sin embargo, casi 50 a?os sin revoluciones ni guerras civiles es un verdadero r¨¦cord para la trayectoria de la isla. El fin de la violencia como m¨¦todo de oposici¨®n podr¨ªa ser un logro parad¨®jico del socialismo y sus adversarios. Por primera vez en la historia insular, los opositores cubanos, mayoritariamente, respaldan un cambio pac¨ªfico.
Desde 1851, cuando tuvo lugar la insurrecci¨®n anexionista de Narciso L¨®pez, no han pasado veinte a?os sin que estalle una revoluci¨®n en Cuba. La siguiente fue en 1868, encabezada por Carlos Manuel de C¨¦spedes, y dur¨® diez a?os. Luego vendr¨ªan la llamada "guerra chiquita" (1879-1880) de Antonio Maceo y Calixto Garc¨ªa contra el Pacto del Zanj¨®n y las expediciones poco recordadas de Ram¨®n Leocadio Bonachea en Manzanillo y Carlos Ag¨¹ero en Varadero, entre 1883 y 1884. Finalmente, en 1895, se produjo la ¨²ltima revoluci¨®n separatista, liderada por Jos¨¦ Mart¨ª, M¨¢ximo G¨®mez y Antonio Maceo, que desemboc¨® en la primera ocupaci¨®n norteamericana (1898-1902).
El fin de la violencia como m¨¦todo de oposici¨®n podr¨ªa ser un logro parad¨®jico del socialismo
Salvo casos aislados, la derecha e izquierda latinoamericanas optan por la democracia
Entre 1902 y 1959, durante los 57 a?os que dur¨® la experiencia republicana, tambi¨¦n hubo revoluciones y guerras civiles por cada d¨¦cada. En 1906 estall¨® la "guerrita de agosto", una revuelta armada del Partido Liberal y los seguidores del general Jos¨¦ Miguel G¨®mez contra la reelecci¨®n de Tom¨¢s Estrada Palma, que propici¨® la segunda intervenci¨®n de Estados Unidos (1906-1909). Tres a?os despu¨¦s de la retirada de los norteamericanos, en 1912, oficiales negros y mulatos y miembros del Partido Independiente de Color se alzaron en armas contra la proscripci¨®n de dicho partido y fueron masacrados por el Ej¨¦rcito.
Apenas cinco a?os m¨¢s tarde, en 1917, una nueva guerra civil tiene lugar en Cuba. Empe?ado en reelegirse, el general G¨®mez se levanta con oficiales del Ej¨¦rcito y miembros del Partido Liberal contra la elecci¨®n del conservador Mario Garc¨ªa Menocal. La revuelta es llamada la "chambelona", en alusi¨®n al nombre de una orquesta popular, dirigida por Rigoberto Leyva, y una conocida conga que acompa?¨® la campa?a electoral del presidente G¨®mez y el vicepresidente Alfredo Zayas. Fue un Gobierno conservador, el de Garc¨ªa Menocal, el primero en lograr una sucesi¨®n presidencial pac¨ªfica en la historia de Cuba: la que se produjo en 1921 a favor del liberal Zayas.
Tras la reelecci¨®n de Gerardo Machado en 1928, como candidato ¨²nico, y la ampliaci¨®n de su mandato hasta 1935, se inici¨® en la isla un largo periodo de turbulencia pol¨ªtica. Los nacionalistas del ABC, los miembros del Directorio Estudiantil Universitario, los del Partido Comunista y una nueva generaci¨®n de oficiales del Ej¨¦rcito se opusieron por medio de huelgas, atentados y cuartelazos a la dictadura de Machado, que colaps¨® en agosto de 1933. Luego de la ca¨ªda de Machado y hasta 1939, por lo menos, aquellos actores pol¨ªticos y otros nuevos, como el movimiento La Joven Cuba de Antonio Guiteras o el Partido Aut¨¦ntico, pugnaron violentamente por el poder de la rep¨²blica.
Entre 1940 y 1952 hubo un periodo de paz relativa en la pol¨ªtica cubana, si se descuentan las diversas modalidades de gansterismo que sacudieron la vida p¨²blica. Entonces se produjeron tres sucesiones presidenciales pac¨ªficas continuas, la pr¨¢ctica parlamentaria logr¨® una importante estabilidad gracias a la Constituci¨®n de 1940, la separaci¨®n de poderes se hizo efectiva, la opini¨®n p¨²blica desarroll¨® su pluralidad y su autonom¨ªa y la competencia entre diversos partidos se desenvolvi¨® por las v¨ªas legales del c¨®digo electoral. Doce a?os dur¨® lo m¨¢s parecido a una democracia que han conocido los cubanos en dos siglos de historia moderna.
El golpe de Estado de Fulgencio Batista, en marzo del 52, se llam¨® a s¨ª mismo revoluci¨®n e hizo resurgir la violencia pol¨ªtica. El asalto al cuartel Moncada no fue la primera ni la ¨²nica reacci¨®n armada contra dicho golpe. En abril de 1953, el fil¨®sofo Rafael Garc¨ªa B¨¢rcena y un grupo de seguidores, afiliados al Movimiento Nacionalista Revolucionario, intentaron tomar el cuartel Columbia. Tambi¨¦n en abril, pero de 1956, 50 revolucionarios de la Organizaci¨®n Aut¨¦ntica y la Triple A, encabezados por Reynold Garc¨ªa, trataron de ocupar el cuartel "Domingo Goicur¨ªa" de Matanzas. Todav¨ªa en marzo de 1957, el Directorio Revolucionario fracas¨® en su intento de ejecutar a Batista en el Palacio Presidencial.
Entre 1957 y 1959, la violencia se generaliz¨® como resultado del choque de la revoluci¨®n y la dictadura. Entonces se produjo en Cuba un fen¨®meno como el descrito por Walter Benjamin en un conocido ensayo: el enfrentamiento de la "violencia sancionada y la no sancionada como poder", de la violencia que preserva un derecho establecido y la que se le opone para generar un nuevo derecho. Unos y otros, los oficiales y soldados del Ej¨¦rcito y los guerrilleros urbanos y rurales se consideraban "revolucionarios". Despu¨¦s de un siglo de tradici¨®n violenta, captada como nadie por Guillermo Cabrera Infante en Vista del amanecer en el tr¨®pico (1974), el concepto de revoluci¨®n desplaz¨® al de rep¨²blica en la cultura pol¨ªtica cubana.
En cuanto el Gobierno revolucionario comenz¨® a purgar a sus miembros liberales y dem¨®cratas y a torcer el rumbo hacia el comunismo, la oposici¨®n escogi¨®, una vez m¨¢s, el camino de la revoluci¨®n. En la primera mitad de la d¨¦cada de los 60, en Cuba se vivi¨® un estado de guerra civil latente, que se reflej¨®, al igual que a fines de los 50, por medio de invasiones, atentados, sabotajes, clandestinaje urbano y guerrillas campesinas como las del Escambray. El Gobierno cubano, apoyado por la Uni¨®n Sovi¨¦tica, se enfrent¨® a esa oposici¨®n, respaldada por Estados Unidos, con una sofisticada tecnolog¨ªa represiva y movilizadora. Los muertos y, sobre todo, los presos de esa guerra civil fueron m¨¢s que los de la insurrecci¨®n contra Batista.
Como todas las pacificaciones, la socialista cubana fue desp¨®tica, pero el fin de las revoluciones en Cuba no se debi¨® s¨®lo a los mecanismos de control del nuevo Estado. Tampoco dejaron de producirse guerras civiles, ¨²nicamente, como sostiene el discurso oficial, por el indudable consenso que gener¨® el socialismo en los a?os 60. El abandono de la violencia pol¨ªtica en el exilio y la oposici¨®n, aunque demor¨®, se extendi¨®, finalmente, a casi todos los actores pol¨ªticos, como una necesidad de ruptura con la tradici¨®n revolucionaria. En las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, el r¨¦gimen de la isla, que no renuncia a la violencia represiva ni a la militarizaci¨®n del pa¨ªs, ha tenido que hacer malabares para presentar a la oposici¨®n cubana como "terrorista".
La pax socialista tambi¨¦n tiene que ver con el cambio pol¨ªtico global y, espec¨ªficamente, con la transformaci¨®n de Am¨¦rica Latina luego de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn. A pesar de la guerra y el terrorismo, que marcan el nuevo contexto internacional, y de la inseguridad, el narcotr¨¢fico y la pobreza, que enturbian el panorama regional, la pol¨ªtica latinoamericana ha abandonado la violencia autoritaria o revolucionaria. Todos los pa¨ªses de la regi¨®n, menos Cuba, son democr¨¢ticos y casi todas las izquierdas de la regi¨®n -lenguajes aparte-, tambi¨¦n. Ese cambio ideol¨®gico e institucional de la pol¨ªtica latinoamericana ha tenido efectos positivos en la isla, a pesar de la persistencia del partido ¨²nico y la econom¨ªa de Estado.
El futuro no est¨¢ cifrado y una guerra civil nunca puede descartarse. En las ¨²ltimas semanas, un grupo de intelectuales socialistas (Pedro Campos, F¨¦lix Sauti¨¦, Haroldo Dilla, Juan Antonio Blanco...), residentes dentro y fuera de Cuba, militantes o ex militantes del Partido Comunista, debatieron, en publicaciones electr¨®nicas, una serie de reformas -autonom¨ªa empresarial, desestatizaci¨®n de la agricultura, libertad de movimiento, unificaci¨®n monetaria, revisi¨®n del C¨®digo Penal, divisi¨®n de poderes...- que, entre otras ventajas, tendr¨ªa la de conjurar ese peligro. El Gobierno de Ra¨²l Castro no parece escuchar las demandas de los propios socialistas cubanos: si la guerra civil vuelve a Cuba no ser¨¢ por iniciativa de opositores y exiliados, que defienden una transici¨®n pac¨ªfica, sino por el inmovilismo y la soberbia del r¨¦gimen.
Rafael Rojas es historiador cubano exiliado en M¨¦xico.
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