Am¨¦n
Tambi¨¦n tiene su gracia que el continuado desprop¨®sito en que ha consistido la prolongaci¨®n de la vida del anterior Consejo General del Poder Judicial, con violaci¨®n flagrante de la Constituci¨®n, y su renovaci¨®n haya venido a culminar en la iglesia de Santa B¨¢rbara, s¨ªmbolo por excelencia de la fusi¨®n de todos los poderes espirituales y temporales en el Madrid de la dictadura. Todav¨ªa recordar¨¢n los mayores del lugar aquella ceremonia medievalizante en la que el cardenal Gom¨¢, primado de las Espa?as, fundi¨® en estrecho abrazo su venerable figura con la marcial apostura del general Franco, general¨ªsimo de los ej¨¦rcitos de Tierra, Mar y Aire. Era el 20 de mayo de 1939 y el invicto caudillo, rodeado por m¨¢s de una veintena de obispos, deposit¨® su espada victoriosa a los pies del Santo Cristo de Lepanto, tra¨ªdo de Barcelona para tan fausta ceremonia.
No se ha inaugurado un r¨¦gimen nacional y cat¨®lico en esta ocasi¨®n, s¨®lo se ha procedido a celebrar una Misa de Apertura del A?o Judicial, que ya se las trae. Pero el presidente del poder judicial, reci¨¦n propuesto, designado y nombrado por el presidente del poder ejecutivo, habr¨¢ o¨ªdo seguramente de labios del presidente del poder eclesi¨¢stico impetrar a las alturas una bendici¨®n similar a la que puso fin a la ceremonia de Santa B¨¢rbara: "El Se?or sea siempre contigo. ?l, de quien procede todo Derecho y todo Poder, y bajo cuyo imperio est¨¢n todas las cosas, te bendiga y con amorosa providencia siga protegi¨¦ndote..."; bendici¨®n que ya imparti¨® el arzobispo toledano Quirico al rey Wamba 1.266 a?os antes de que el cardenal Gom¨¤, un corpulento catal¨¢n de Tarragona, envolviera en un efusivo abrazo al general¨ªsimo -como escribe Gonzalo Redondo- y 1.335 a?os antes de esta llamada Misa de Apertura.
Y es que el tiempo no pasa sobre las realidades eternas y al final los pecados del poder ejecutivo vienen a lavarse en el agua bendita del poder eclesi¨¢stico. Tanta violencia ejercida sobre la Constituci¨®n durante estos dos ¨²ltimos a?os; tanto pacto por la justicia, o sea, cu¨¢ntos me llevo yo y cu¨¢ntos te llevas t¨²; tanto descaro al recordar a cada uno de los miembros del Consejo qui¨¦n manda aqu¨ª; tanta dejaci¨®n del Parlamento o, peor a¨²n, tanta desverg¨¹enza de diputados y diputadas al recibir entre aplausos, palmaditas y besos a quienes, como exclam¨® uno o una de ellos o de ellas: ?pero si son de los nuestros o de las nuestras!; tanto desprecio a la opini¨®n que asiste at¨®nita a la rendici¨®n de la clase judicial sin nadie que levante una voz contra esta farsa, para luego venir a escuchar misa en la iglesia de Santa B¨¢rbara.
?Nadie va a reaccionar? ?No quedan magistrados, jueces, fiscales, juristas de reconocido prestigio capaces de proclamar bien alto que esto no puede seguir as¨ª? No se explica, la verdad, que el presidente del Gobierno se re¨²na con el jefe de la oposici¨®n, lleguen a un acuerdo sobre la persona que ser¨¢ nombrada presidente del Tribunal Supremo y del CGPJ y lo pregonen a los cuatro vientos para que ninguno de los nuevos consejeros con ¨ªnfulas de independiente se llame a enga?o: la primera competencia que la Ley Org¨¢nica del Poder Judicial les atribuye -"propuesta por una mayor¨ªa de tres quintos para el nombramiento del presidente del Tribunal Supremo y del Consejo"- ha sido objeto de mofa por la pareja que les ha nombrado. Eso, para que los nuevos consejeros vayan aprendiendo, si es que les quedaba algo por aprender.
Esta invasi¨®n de organismos del Estado, dise?ados sobre el papel para garantizar el control y equilibrio de poderes, hasta convertirlos en terminales de los partidos, constituye uno de los m¨¢s graves quebrantos de nuestro sistema democr¨¢tico: tanto se ha vulnerado la Constituci¨®n en las relaciones del poder ejecutivo con el judicial, que ya forma parte de las costumbres pol¨ªticas y se repite en cada ocasi¨®n a las bravas y por la cara. No afecta s¨®lo al CGPJ, aunque en su caso, por la relevancia de su funci¨®n y por ser el judicial uno de los tres poderes cl¨¢sicos del Estado de derecho, los resultados, como se puede apreciar por la comatosa administraci¨®n de justicia que padecemos, son una verdadera cat¨¢strofe.
Consciente tal vez del espurio proceso que le ha llevado a la cima del poder judicial, su nuevo y dign¨ªsimo titular ha peregrinado a Santa B¨¢rbara para sentir el eco de la consoladora y milenaria plegaria de los arzobispos Quirico y Gom¨¤: "El Se?or, de quien procede todo Derecho y todo Poder, te bendiga". Y el coro de los reci¨¦n designados consejeros que responda: "Am¨¦n".
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