Aqu¨ª mando yo
Castell¨®n es su feudo. Nadie escapa a su control. No acepta intromisiones externas, ni siquiera de su partido. Es el Gran Conseguidor: otorga peque?os y grandes favores. Exige fidelidad absoluta a su persona. Representa la figura cl¨¢sica del cacique en pleno siglo XXI
Carlos Fabra toma el micr¨®fono con gesto serio. La audiencia irrumpe en un murmullo de entusiasmo. Ha llegado el momento. Va a comenzar uno de esos actos en los que se muestra m¨¢s aut¨¦ntico. Viste traje y corbata sobre el improvisado escenario. Deja transcurrir unos segundos. Se hace el silencio a su alrededor. Se concentra. Da unos pasos muy breves. Inclina la cabeza ceremonioso. Las gafas oscuras, que forman parte indisoluble de su rostro desde la adolescencia para ocultar la p¨¦rdida de un ojo despu¨¦s de que su hermano le clavara de forma fortuita unas tijeras, ocultan su mirada. En ese instante emocional, ciertas cosas quedan aparcadas. Carlos Fabra es otro. No es el hombre todopoderoso en la ciudad, ni el pol¨ªtico acosado por una causa judicial que dura cinco a?os en el juzgado de Nules, por donde han pasado ya ocho mujeres jueces, a pesar de lo cual sigue pendiente de justificar, entre otras cosas, qu¨¦ ha pasado con cerca de seis millones de euros que Fabra ingres¨® entre los a?os 1999 y 2004.
Su influencia todo lo puede: el peque?o favor para el modesto y la recalificaci¨®n millonaria para el empresario
Cuando se convierte en Charly, se transforma. Es extravertido. Divertido. Ocurrente. Juerguista. Jugador
Nunca ha pretendido salir de su provincia, posiblemente consciente de que sus m¨¦todos no eran exportables
Suena la melod¨ªa.
Carlos Fabra arranca la primera estrofa:
-Milli viol¨ªni suonate dal vento... tutti colore del arco valeno... vanno a fermare... una pioggia d'argento...
Carlos Fabra entona Ciao, ciao, bambina en un perfecto italiano. Adora la canci¨®n italiana de los a?os setenta y a sus int¨¦rpretes, Domenico Modugno, Gianni Morandi, Nicola di Bari... Cuando est¨¢ entre los suyos, canta. Entre los suyos no es Carlos Fabra. Es Charly. Fuera de su recinto privado es Don Carlos. O el Presidente.
El aplauso est¨¢ asegurado. No es bueno contrariar a Don Carlos en Castell¨®n.
Si nos gui¨¢ramos por el habla popular, cabr¨ªa deducir que Castell¨®n es la ¨²nica provincia espa?ola que cuenta con un presidente. Porque todo el mundo sabe en la capital o en cualquiera de sus 135 pueblos qui¨¦n es aquel a quien todo el mundo llama "Presidente". S¨®lo hay uno. Carlos Fabra.
Fabra no es alcalde. No es el presidente de la Generalitat. No es ni siquiera consejero. Nunca ha sido cabeza de lista en ning¨²n proceso electoral. Ni ha sido ministro aunque mucha gente sostenga que pudo haberlo sido de haber querido. Fabra es el presidente de la Diputaci¨®n, un cargo de rango secundario en cualquier provincia espa?ola, salvo en Castell¨®n. Subsidiariamente es, adem¨¢s, presidente del Partido Popular en la provincia, el partido que domina tres cuartas partes de los puestos institucionales. Sin embargo, nadie lo duda: quien manda en Castell¨®n es Carlos Fabra.
Su vocaci¨®n pol¨ªtica viene de familia. Es el quinto en la l¨ªnea de sucesi¨®n de una dinast¨ªa de presidentes de Diputaci¨®n y alcaldes. Lo fueron, desde Victorino Fabra Gil (que ocup¨® dicho cargo entre 1874 y 1892) hasta su padre, Carlos. Padre, abuelo, bisabuelo y t¨ªo-tatarabuelo, la familia Fabra est¨¢ emparentada con el poder. La estirpe no se ha interrumpido: su hija Andrea (38 a?os) consigui¨® su acta de diputada del Partido Popular en las pasadas elecciones generales como n¨²mero dos en las listas por Castell¨®n, tras el ex ministro Juan Costa.
Pero la tradici¨®n familiar es una cosa y el ejercicio del poder es otra, y nadie ha llegado a parecer tan poderoso como ¨¦l dentro de la provincia. Incluso sus m¨¢s allegados aceptan que sus formas de actuar son las propias de un cacique. Su clientelismo se ha fraguado a lo largo de un sistema de concesi¨®n de peque?os favores y de un conocimiento muy preciso del ordenamiento territorial de Castell¨®n, plagado de peque?os municipios donde s¨®lo ocho ciudades superan los 20.000 habitantes (88 pueblos tienen menos de mil). "Su padre, a quien tambi¨¦n llamaban Don Carlos, hizo parte del trabajo durante los ¨²ltimos a?os del franquismo. Por entonces, era usual que todo peque?o alcalde se desplazara a la capital a pedir un favor de Don Carlos. Era el paso necesario para solucionar peque?os problemas", dice un ex alcalde.
Esa pol¨ªtica de cercan¨ªa la entendi¨® muy bien su sucesor. Ese "habla con Don Carlos" se ha convertido en una f¨®rmula a partir de la cual ha ido consolidando su poder. Los peque?os favores han llegado a extremos muy personales, desde un puesto de trabajo (entre sus 35 asesores en la Diputaci¨®n hay ex alcaldes, primos, hijos, hermanos de cargos de la provincia, sin considerar empleos en sociedades p¨²blicas, patronatos y concesiones) hasta una subvenci¨®n, pasando por un trato exquisito en el Hospital Provincial, dependiente de la Diputaci¨®n. "Mi madre se encontraba muy enferma y llam¨¦ a Don Carlos. Me dijo que no me preocupara y a los dos d¨ªas estaba ingresada en una habitaci¨®n para ella sola", cuenta una ciudadana. "?se es el tipo de favor menor que angustia mucho a la familia y produce una enorme gratitud", explica un pol¨ªtico de la oposici¨®n.
Carlos Fabra se convierte as¨ª en el Gran Conseguidor que todo lo puede: el peque?o favor para el modesto ciudadano y la recalificaci¨®n multimillonaria para el empresario, el puesto de trabajo por un lado y un aeropuerto para Castell¨®n por el otro. Todo el mundo da por sentado en la provincia que cualquier asociaci¨®n ciudadana va a contar siempre con una peque?a subvenci¨®n de la Diputaci¨®n. Por modesta que sea: para impulsar la Denominaci¨®n de Origen "Alcachofa de Benicarl¨®", para proyectos de la Asociaci¨®n Rumana de Castell¨®n, Valencia y Alicante, para el Conservatorio Profesional de M¨²sica del Alto Palancia, clubes de f¨²tbol, tenistas, golfistas y pilotos de rallies, la concentraci¨®n del club oficial de Harley Davidson o la Federaci¨®n de Asociaciones de Jubilados y Pensionistas. Todos pueden esperar algo de la generosidad del presidente. Carlos Fabra no s¨®lo es el Gran Conseguidor; es tambi¨¦n el Gran Benefactor.
Fabra ha tenido la habilidad de adaptar este sistema clientelar a la pol¨ªtica actual para conseguir actuar como un cacique dentro de un sistema democr¨¢tico de partidos. ?se ha sido su ¨¦xito hasta el momento y quiz¨¢ el origen de su declive. Dotado de don de gentes, de una extraordinaria memoria y de una capacidad de trabajo sobresaliente, ha tejido una red impenetrable en Castell¨®n que no escapa a su dominio y que envuelve al propio Partido Popular. Todos cuantos intentos hicieron tanto Eduardo Zaplana como, actualmente, Francisco Camps para infiltrar gente af¨ªn en cargos de la provincia han fracasado, de manera que Fabra se ha convertido en elemento decisivo para inclinar cualquier balanza en la lucha por el poder en la Generalitat valenciana. El caso m¨¢s reciente se ha vivido durante la precampa?a de Mariano Rajoy para ganar adeptos en su candidatura a la presidencia del partido. Fabra estuvo callado durante unos meses, no se postul¨® ni a favor de Rajoy ni de las tesis de Esperanza Aguirre. S¨®lo cuando vio el panorama m¨¢s claro tom¨® posici¨®n por el primero, y lo hizo afirmando que no ten¨ªa dudas al respecto. "Lo mejor que se puede hacer por el partido es avalar la candidatura de Mariano Rajoy", dijo, d¨ªas despu¨¦s de afirmar con rotundidad: "Yo soy de Fabra". A cambio de esa posici¨®n de fiel de la balanza, Fabra ha tenido otra habilidad: nunca ha pretendido salir de los l¨ªmites de su provincia, posiblemente consciente de que sus m¨¦todos no pod¨ªan ser exportables. Con raz¨®n sus nietas le llaman Carlitos de Castell¨®n y sus adeptos proclaman que nadie ha tra¨ªdo tanta prosperidad como ¨¦l.
Fabra elabora personalmente las listas electorales de cada municipio. Su memoria le permite no olvidar ning¨²n nombre, ning¨²n rostro, por tanto, ning¨²n favor anterior que deba ser compensado. Organizado territorialmente Castell¨®n en peque?os partidos judiciales, Fabra es consciente de la importancia que pueden tener unos cuantos votos en poblaciones del interior. Es quien da las consignas en tiempo electoral. Sin ir m¨¢s lejos, en las ¨²ltimas elecciones se ha detectado un incremento injustificado del censo electoral en algunas localidades: casas deshabitadas en las que figuraba gente empadronada, hoteles rurales ocupados por varias familias, vecinos que nunca hab¨ªan visitado su supuesto domicilio: hay al menos media docena de causas abiertas por un posible delito electoral. El resultado de todo ello es que ha convertido Castell¨®n en un fort¨ªn inexpugnable bajo su dominio.
Lleg¨® a la presidencia de la Diputaci¨®n de Castell¨®n en 1995. ?se fue su objetivo desde que comenz¨® a militar en Alianza Popular, donde se enfrent¨® al aparato del partido hasta conseguir hacerse con la direcci¨®n del mismo. Una vez asentado como cabeza visible del PP en Castell¨®n, pas¨® dos legislaturas en la oposici¨®n, tiempo en el que se dedic¨®, principalmente, a sus trabajos como secretario de la C¨¢mara de Comercio y como agente de seguros. Durante ese periodo fij¨® para su carrera un ¨²nico objetivo: la presidencia de la Diputaci¨®n. Curiosamente, no aspir¨® a ning¨²n otro cargo institucional. Se ha limitado a obtener un puesto de concejal, paso previo para que la aritm¨¦tica electoral de la provincia le permitiera ser elegido presidente exclusivamente con los votos de los diputados provinciales. Actu¨® entre bastidores con gran eficacia y eso explica que nunca tuviera la m¨¢s m¨ªnima intenci¨®n de someterse al escrutinio popular, a pesar de su don de gentes.
Porque simpat¨ªa nadie le niega, ni siquiera sus m¨¢s encarnizados rivales. Cuando Carlos Fabra se convierte en Charly, sus modales se transforman. Charly es un hombre extravertido. Divertido. Ocurrente. Juerguista. Jugador. Un brillante contador de chistes. Dice la leyenda popular que nadie ha visto re¨ªrse tanto a Ana Botella como cuando compart¨ªa mesa con Fabra durante las estancias vacacionales de la familia Aznar en Castell¨®n. Le gusta la buena comida acompa?ada de Don Perignon, el whisky con Coca-Cola para alternar y, por supuesto, cantar en italiano.
Esta parte menos conocida de su personalidad se fragu¨® durante la adolescencia, periodo en el que no fue un buen estudiante. "Cuando tuvo ese accidente en el ojo siendo un chaval, otros hubieran reaccionado de una manera diferente. ?l se ech¨® p'alante", recuerda una de sus amigas. Lejos de convertirse en un joven retra¨ªdo, Carlos Fabra era el amo de cualquier fiesta. Estudi¨® Derecho en Valencia y Granada. Era tambi¨¦n un hombre con suerte.
Mucho se ha especulado con los tres premios de la loter¨ªa que le han tocado en estos a?os. El ¨²ltimo, las pasadas navidades: gan¨® dos millones de euros por el gordo del sorteo del Ni?o. La justicia determinar¨¢ si fueron "reales" o "fabricados", pero es famosa su afici¨®n al juego. No es tan conocido que ya le toc¨® una quiniela durante su juventud. "No me acuerdo de la cifra. Pero era una cantidad importante para el a?o 1968. Y se compr¨® un Mini a los dos d¨ªas. Tal y como es Carlos, se gastar¨ªa el dinero en poco tiempo", comenta una amiga de la juventud.
Carlos es de los que viven al l¨ªmite. Se levanta muy temprano y se acuesta muy tarde. Alterna el acto oficial con la cena entre amigos. No descarta cualquier fiesta. Es desprendido con el dinero. "Cuando lo tiene y cuando no lo tiene", confirman sus amistades. "Estoy convencido de que nunca ha mirado el extracto de su cuenta bancaria", dice un amigo personal.
Sin embargo, son sus cuentas bancarias las que pueden acabar con su carrera pol¨ªtica, seg¨²n c¨®mo concluya un proceso judicial que puede ser calificado de chocante a la vista de algunos aspectos: iniciado como una denuncia en el juzgado n¨²mero 1 de Nules en el a?o 2003, se han sucedido en su instrucci¨®n un total de ocho jueces y cuatro fiscales. El proceso ha puesto de manifiesto, seg¨²n los datos que obran en las diligencias, numerosas irregularidades en sus cuentas personales. Durante 1999 se registran en sus cuentas ingresos en efectivo por un importe cercano a los 600.000 euros cuya procedencia Fabra no pudo justificar ante la Agencia Tributaria, por lo que el organismo present¨® contra ¨¦l una denuncia por delito fiscal. Los ingresos en efectivo se realizaron en 19 cuentas bancarias en las que Fabra era titular y en otras 75 en las que figuraba como autorizado. Con la declaraci¨®n de la renta que present¨® a Hacienda en 1999, el erario p¨²blico le devolvi¨® cerca de 3.000 euros. Una declaraci¨®n que result¨® negativa tras haber declarado cerca de 73.000 euros como ingresos del ejercicio.
Carlos Fabra y su esposa gastaron en 2004 el doble en amortizar pr¨¦stamos de lo que declararon a Hacienda haber ingresado. Fabra pag¨® un total de 131.000 euros como amortizaci¨®n de dos cr¨¦ditos hipotecarios que ten¨ªa vigentes. Sin embargo, seg¨²n la documentaci¨®n fiscal que obra en poder del juzgado de instrucci¨®n n¨²mero 1 de Nules, sus ingresos declarados ascendieron a 100.621 euros, teniendo en cuenta su sueldo como cargo p¨²blico y los valores que entonces pose¨ªa y de los que extra¨ªa rendimientos. Adem¨¢s, la documentaci¨®n que la polic¨ªa judicial y los peritos han recopilado en los bancos durante los ¨²ltimos d¨ªas desvela la existencia, entre 1999 y 2004, de seis millones de euros sin justificar.
El caso tiene su origen en un asunto donde se mezclan las relaciones personales y el sistema de favores. Dir¨ªase que el Gran Conseguidor fue traicionado. Vicente Vilar y su esposa, Monserrat Vives, formaban parte del c¨ªrculo privado de Fabra. Las respectivas mujeres llegaron a ser socias en la mercantil Artemis 2000. Vilar ten¨ªa una empresa de productos fitosanitarios, Naranjax, y le pidi¨® a Fabra que acelerara la concesi¨®n de autorizaciones para su distribuci¨®n a trav¨¦s de sus amistades en los ministerios de Agricultura y Sanidad durante el Gobierno de Aznar. Los documentos que forman parte de la instrucci¨®n demuestran c¨®mo no s¨®lo Carlos Fabra, sino m¨¢s diputados y senadores populares, se interesaron por la situaci¨®n en la que se encontraban las autorizaciones de Vilar. Presuntamente, Vilar pag¨® algunas cantidades a Fabra por dichos favores. El "negocio" se rompi¨® a causa de las desavenencias conyugales de la pareja Vilar. Su mujer le denunci¨® por violaci¨®n y Fabra la apoy¨®. La venganza de Vilar se convirti¨® en una denuncia: llev¨® documentos al juzgado y cont¨® detalles de las gestiones realizadas. El caso sigue abierto desde entonces y ha colocado a Fabra ante la opini¨®n p¨²blica espa?ola.
A partir de ese momento, su carrera pol¨ªtica est¨¢ tocada. Bien es cierto que su poder no ha mermado y que, electoralmente, el Partido Popular no ha sufrido mella en Castell¨®n. A pesar del acoso judicial, Rajoy lleg¨® a salir en su defensa este verano. "Es un ciudadano y pol¨ªtico ejemplar", manifest¨®. Pero el comportamiento p¨²blico de Fabra ha tomado otra orientaci¨®n. Se muestra crispado, responde con chuler¨ªa, llega al insulto (como el "qu¨¦ hijo de puta" que profiri¨® en un pleno reciente en supuesta referencia al portavoz de la oposici¨®n), y se comporta como si fuera inmune al proceso judicial y no tuviera que dar cuentas de sus actos a nadie, ni siquiera a su propio partido.
Su vida personal tambi¨¦n ha cambiado. Se separ¨® de su mujer, Mar¨ªa Amparo Fern¨¢ndez, procedente de una familia adinerada de Alcoi, y mantiene una relaci¨®n sentimental con Esther Pallard¨® (su anterior jefa de prensa y actual concejal y diputada provincial), una mujer casi treinta a?os m¨¢s joven que ejerce una notable influencia sobre el presidente, seg¨²n sus allegados. El nuevo Fabra ya no es tan bien visto en su c¨ªrculo de amistades, que observa con preocupaci¨®n c¨®mo su ritmo de vida, tan al l¨ªmite, no augura un buen desenlace.
Tiene p¨¢nico al avi¨®n y ni siquiera el hecho de que uno de sus hijos sea piloto ha contribuido a curarle esta fobia, as¨ª que se desplaza exclusivamente en autom¨®vil. No le importa: es incansable, puede con todo, tanto si se traslada a una capital para presenciar una corrida de toros (su gran afici¨®n) como si deleita a sus amistades en la caseta que paga, junto a destacados empresarios de Castell¨®n, en la Feria de Sevilla. Claro est¨¢, Don Carlos nunca deja abandonados a los suyos: los servicios de limpieza de buena parte de las instituciones de la provincia han sido concedidos a la empresa de un ex torero de Castell¨®n.
No deja atr¨¢s ning¨²n detalle. Le gusta regalar flores a las mujeres por su cumplea?os y agasajar a sus invitados en una fiesta. En una ocasi¨®n se las ingeni¨® para contratar a un cantante italiano. El hombre ten¨ªa un doble compromiso en su contrato, una actuaci¨®n cara al p¨²blico y otra de car¨¢cter privado.
Y en ese otro escenario reducido, entre risas y alcohol, el hombre de las gafas oscuras, Don Carlos, el Presidente, el Gran Conseguidor, se convirti¨® de nuevo en Charly y no eludi¨® interpretar un d¨²o. Tom¨® entonces el micro y cant¨®:
-... ciao, ciao, bambina... un bacio ancora... e poi per sempre ti perder¨®... -
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