Y despu¨¦s de ¨¦l, ?qui¨¦n?
Fabra busca perpetuar la dinast¨ªa en la figura de su hija Andrea
Yo soy Dios". Esta frase atribuida a Carlos Fabra es una muestra reveladora no s¨®lo de c¨®mo entiende el ejercicio del poder, sino de su concepci¨®n de la posici¨®n que sus colaboradores en Castell¨®n deben ocupar respecto a ¨¦l. No en vano Fabra ha optado siempre por rodearse de asesores, vicepresidentes, secretarios y diputados que no pudieran hacerle sombra, al menos en la pol¨ªtica local. Tambi¨¦n ha mostrado especial esmero en escoger entre sus alcaldes a ciudadanos agradecidos. "Es un hombre que exige una fidelidad absoluta a su persona", reconocen sus allegados.
Su entorno pol¨ªtico est¨¢ plagado de hombres de escasa oratoria, limitada habilidad pol¨ªtica y, en ocasiones, menguada formaci¨®n. El com¨²n denominador es la docilidad a los designios del presidente. Nadie le replica a Carlos Fabra. Todos le r¨ªen las ocurrencias y le jalean en sus intervenciones.
Quienes han tratado de prosperar en Castell¨®n sin el amparo de Fabra han sido 'alejados' al exterior
Carlos Fabra ha dispuesto en su beneficio otros cargos institucionales externos a la provincia, tanto en la Generalitat como en el Parlamento espa?ol. Han sido un premio a la fidelidad contrastada de algunos colaboradores.
El presidente no ha permitido alternativas o disensiones internas. Cuando alguien ha despuntado en el PP de Castell¨®n, ha tenido que irse, o Fabra lo ha mandado lejos. Es el caso de Juan Costa (cuyo padre era delegado de Hacienda en Castell¨®n, mientras su madre ocupaba concejal¨ªas en el Ayuntamiento). Costa nunca ha participado en pol¨ªtica local, provincial ni auton¨®mica. Figur¨® directamente en la lista al Congreso para iniciar su carrera en secretar¨ªas de Estado y ministerios. Y su relaci¨®n con Carlos Fabra, al margen de grandilocuentes declaraciones p¨²blicas, ha sido siempre distante.
Tambi¨¦n ha habido quien, a la vista del b¨²nker en el que convirti¨® el partido en Castell¨®n, sin posibilidades de ascender m¨¢s all¨¢ de lo que Fabra decidiera, opt¨® directamente por prosperar en los estratos auton¨®micos. Fue el caso del actual vicepresidente del Gobierno Valenciano, Vicente Rambla.
Caso diferente fue el de V¨ªctor Campos. Considerado como el hijo pol¨ªtico de Fabra durante muchos a?os, Campos empez¨® desde abajo. Fue concejal, diputado provincial, consejero y lleg¨® a vicepresidente de la Generalitat Valenciana mientras manten¨ªa la secretar¨ªa provincial en el PP de Castell¨®n y sosten¨ªa, hasta el l¨ªmite, la defensa de "su presidente". Era su heredero natural. Creado a imagen y semejanza suya.
En abril de 2007, poco antes de las ¨²ltimas elecciones auton¨®micas, cuando se encontraba en la cumbre de su vida pol¨ªtica, anunci¨® su dimisi¨®n alegando motivos personales. No figur¨® en ninguna lista y, aunque permaneci¨® unos meses en cargos org¨¢nicos del partido, finalmente, fue el propio Fabra quien le desbanc¨® tambi¨¦n de estas posiciones. En el entorno del presidente, V¨ªctor Campos es calificado como un traidor.
Lo cierto es que Campos nunca explic¨® las razones reales de su abandono de la pol¨ªtica, pero sus allegados confiesan que fue puro cansancio. No pod¨ªa seguir defendiendo la posici¨®n de Fabra y ser fiel a sus exigencias al mismo tiempo.
El dolor de la traici¨®n apenas dur¨® unos meses. Fabra encontr¨® enseguida un sucesor. Y esta vez alguien de la familia, de su misma sangre. Su hija Andrea. -
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