Dos a?os despu¨¦s
En este pa¨ªs, es decir, Espa?a, es f¨¢cil generar una sonrisa de conmiseraci¨®n, casi de desprecio, cuando uno dice que, casi siempre, las cosas son lo que parecen. Siempre hay alguien que nos recuerda que las alfombras tienen un env¨¦s, el env¨¦s de la trama, donde reside la raz¨®n de las cosas. Hay que volcar la alfombra, quitar el polvo y las pelusas y llegar a esa joya, escondida por la mano perversa del poder, que es la verdad. Y resulta que en vez de mirar y leer lo que pasa, darse cuenta que lo obvio es lo m¨¢s parecido a la verdad, se escucha cualquier cuento.
Terreno f¨¦rtil para los vendedores de tremendismo. En este sentido, la experiencia del di¨¢logo con los lectores ha sido aleccionadora. Nuestros errores y nuestros defectos quedan impresos. Se repiten, se corrigen y se reiteran. Pero es un di¨¢logo imprescindible y un remedio contra la arrogancia de la opini¨®n publicada.
Dos a?os despu¨¦s, cuando concluye este segundo periodo de Defensor del Lector, mantengo la convicci¨®n temporal de que el periodismo, pese a sus carencias y limitaciones, sigue siendo un pulm¨®n de la democracia. Sea por escrito, en la radio, en la televisi¨®n o en Internet, con lenguajes t¨¦cnicamente distintos -el peri¨®dico, es decir, el papel, siempre ser¨¢ un objeto de deseo que se pueda mirar, tocar, oler, incluso leer- la funci¨®n del periodismo es y ser¨¢ abastecer al ciudadano con la informaci¨®n necesaria para que se siga sintiendo ciudadano y no s¨²bdito. Due?o, en la modesta o inmensa medida de su capacidad, de una libertad de albedr¨ªo que le permitir¨¢ opinar y actuar con conocimiento de causa sobre los asuntos que afectan a su vida y a la de sus hijos. Un espacio que ampara el debate p¨²blico, que no excluye a la clase pol¨ªtica, pero que debe dar relieve a la sociedad civil.
En este peri¨®dico existe una idea no escrita, pero que se transmite entre las distintas generaciones, de que el diario pertenece a los lectores. Es una obviedad -el diario es lo que es en la medida que haya lectores, lectores cualificados, a?adir¨ªa yo- que son, en ¨²ltimo t¨¦rmino los que han hecho que este diario sea lo que es. A despecho de muchos.
Espacio para los lectores
La necesidad de tener lectores no la discuten ni siquiera los c¨ªnicos que esbozan una sonrisa sarc¨¢stica cuando se opina sobre la propiedad simb¨®lica del medio. Ello no impide que los lectores con m¨¢s deseos de participar en el medio se sientan frustrados. El espacio del lector -las cartas al director- ha sido un lugar importante e insuficiente. Los lectores siempre se han quejado del espacio -donde hay selecci¨®n hay agravio- a pesar de que entiendan que es limitado.
Las nuevas tecnolog¨ªas -el diario se desdobla, se multiplica en su versi¨®n digital sin perder su identidad- ya permiten abrir amplias alamedas a las opiniones de los lectores. El futuro tiene una inmensa ampliaci¨®n electr¨®nica en la versi¨®n digital. En un futuro no muy lejano la convergencia de las ediciones impresa y electr¨®nica dejar¨¢ de ser un imperativo hipot¨¦tico para convertirse en un imperativo categ¨®rico.
En el aire hay un relente de fin de ¨¦poca, como si las imprentas, las rotativas, fueran dinosaurios llamados a desaparecer como las linotipias o las m¨¢quinas de escribir. Aun as¨ª, nadie podr¨¢ robarnos la tipograf¨ªa. Acompa?ar¨¢ siempre a la lectura. Cambiar¨¢n los soportes, pero desde las paredes de las cavernas a la realidad virtual de la imagen l¨ªquida, el trazo humano que recoge la idea, o la imagen, sobrevivir¨¢ para contar una historia que los periodistas llamamos actualidad.
La revoluci¨®n tecnol¨®gica, los nuevos soportes, pueden multiplicar por mil los mensajes, contribuir a lo que llaman la niebla medi¨¢tica, en la que no se distinguen las voces de los ecos. Entonces, como ahora, ser¨¢ necesario el periodismo. Al margen de los soportes, la sociedad libre necesitar¨¢ siempre de ese espacio intangible que la prensa debe conceder a las voces que tengan algo relevante que decir. Los textos de los diarios, dicen los expertos, ser¨¢n cada vez m¨¢s interpretativos. La cuesti¨®n, sin embargo, no es si nosotros como lectores estamos o no de acuerdo con las posiciones de un autor, de un corresponsal, sino si ¨¦ste mantiene el equilibrio y la distancia propios de un an¨¢lisis period¨ªstico.
La informaci¨®n libre, solvente que no confunde los hechos y las opiniones, con una informaci¨®n basada en el testimonio de los protagonistas y contrastada, cuando se puede, con fuentes documentales, que aspira a ser independiente, incluso de uno mismo, seguir¨¢ siendo imprescindible. Es decir, la informaci¨®n de calidad en cualquier soporte.
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electr¨®nico (defensor@elpais.es), o telefonear al n¨²mero 91 337 78 36.
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