No siempre queda Par¨ªs
A la vista de las declaraciones de Gobierno y oposici¨®n a cuenta de la crisis, se dir¨ªa que no han tomado conciencia de que existe un estilo de hacer pol¨ªtica, incluso una manera de entenderla, que ha dejado repentinamente de funcionar. No basta, as¨ª, con que el Partido Popular insista en que hay que tomar medidas contra la crisis, dando a entender que guarda en la rec¨¢mara una misteriosa panacea, ni que el Gobierno se limite a responder exigiendo m¨¢s lealtad y menos catastrofismo, como si eso le eximiera de exponer con claridad su estrategia para los tiempos que se avecinan. La exhibici¨®n de optimismo desplegada en Nueva York con ocasi¨®n de la Conferencia General de Naciones Unidas produjo sonrojo, no porque algunos datos no fueran exactos, sino porque parec¨ªa reducir el papel del Gobierno al de mero glosador y propagandista de la econom¨ªa espa?ola, minusvalorando la trascendencia de sus responsabilidades y de sus opciones tanto en el plano interno como en el internacional.
El Gobierno no da pistas sobre el papel en la crisis que busca para la UE; tampoco la oposici¨®n
Si en algo deber¨ªan estar de acuerdo Gobierno y oposici¨®n es en que los medios de los que dispone Espa?a para enfrentarse a la crisis son limitados, como le sucede al resto de los pa¨ªses, incluidos los socios europeos. Pero, justo porque son limitados, no tiene sentido que el debate pol¨ªtico se desarrolle en Espa?a como si nuestro pa¨ªs tuviera en su mano convertirse en una isla de prosperidad en medio de la tormenta econ¨®mica general. El margen de maniobra es, por desgracia, escaso, y, pese a ello, exige de d¨ªa en d¨ªa tomas de posici¨®n que, no por restringidas y concretas, dejar¨¢n de ser decisivas para paliar, eventualmente, los efectos de la crisis. Por ejemplo, la respuesta ante iniciativas como la de Sarkozy, convocando a los cuatro miembros europeos del G-8 en Par¨ªs. El Partido Popular consider¨® que la exclusi¨®n de Espa?a era la prueba fehaciente de una "p¨¦rdida de peso" internacional, ese extra?o concepto elaborado cuando nuestro pa¨ªs, siendo m¨¢s o menos el mismo que es ahora, se mostraba junto a los poderosos de este mundo por razones que m¨¢s vale olvidar. Y el Gobierno, por su parte, no consigui¨® desmentir esa l¨®gica de creerse grande s¨®lo porque se aparece retratado con los grandes, al mostrarse molesto porque se le privase de una fotograf¨ªa a la que se cre¨ªa con derecho.
La cita promovida por Sarkozy desbordaba los cauces institucionales de la Uni¨®n, privando por v¨ªas de hecho a los 23 miembros restantes, y entre ellos, a Espa?a, de expresar sus opiniones y hacer valer sus intereses. En este sentido, la cumbre de Par¨ªs no contribu¨ªa a reforzar el proyecto europeo, sino a debilitarlo por la v¨ªa de fomentar recelos pol¨ªticos entre los socios en unas circunstancias econ¨®micas especialmente duras para todos. Oponerse o, cuando menos, mostrar una diplom¨¢tica aunque inequ¨ªvoca disconformidad con esta cita era algo que podr¨ªan haber hecho el Gobierno o la oposici¨®n, cuando no los dos, y no en nombre de la grandeza ofendida de Espa?a, sino en defensa de un proyecto que, como el de la Uni¨®n, constituye uno de los pocos resortes con los que se cuenta para hacer frente a la crisis. La simple sospecha de que la iniciativa de Sarkozy pod¨ªa dar lugar a un restringido directorio de las instituciones europeas pon¨ªa en riesgo cualquier acuerdo al que se pudiera haber llegado en Par¨ªs, por m¨¢s que, como se pudo apreciar de inmediato, el activismo irreflexivo de la presidencia francesa acabara en otro de esos compromisos que el inquilino del El¨ªseo se complace en calificar de solemnes, aunque nunca se acabe de saber del todo ni qu¨¦ cambian ni para qu¨¦ sirven.
Justamente con la reuni¨®n de ministros de Econom¨ªa y Finanzas de la Uni¨®n, Gobierno y oposici¨®n tienen de nuevo la oportunidad de abandonar ese estilo de hacer pol¨ªtica, incluso esa manera de entenderla, que ha dejado abruptamente de funcionar por la irrupci¨®n de la crisis. ?Espa?a se limitar¨¢ a estar de oyente en el Ecofin o, por el contrario, tiene propuestas para orientar la acci¨®n europea? Y si las tiene, ?cu¨¢les son? El Gobierno no ha dado hasta ahora pistas claras sobre el rumbo que desea para la Uni¨®n, pero tampoco la oposici¨®n ha ofrecido alternativas, entre otras razones porque, tal vez llevada por la inercia de la anterior legislatura, la palabra Europa sigue sin formar parte de su vocabulario pol¨ªtico m¨¢s frecuente. Y tras el Ecofin, los pr¨®ximos 15 y 16 de octubre llegar¨¢ un Consejo Europeo tal vez decisivo, puesto que se celebra en un momento en el que hay que acordar medidas para impedir, o al menos limitar, el contagio de la crisis financiera que llega del otro lado del Atl¨¢ntico. Al Gobierno le corresponder¨ªa decir qu¨¦ defender¨¢ en ese Consejo, lo mismo que la oposici¨®n deber¨ªa se?alar qu¨¦ har¨ªa si estuviera en el Gobierno. Ah¨ª radica, sin duda, uno de los principales debates sobre la crisis; un debate que, por lo dem¨¢s, hasta ahora ha brillado por su ausencia m¨¢s, mucho m¨¢s de lo que lo hizo Espa?a en esa extempor¨¢nea cumbre de Par¨ªs convocada por Sarkozy.
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