Richard Serra regresa a Bilbao
El escultor estadounidense instala en el Guggenheim su obra 'Plow'
Richard Serra (San Francisco, 1939) refuerza sus palabras dibujando en un cuaderno de bocetos una rueda de bicicleta, en la que encuentra las mismas formas curvas de las gigantescas esculturas de acero en las que trabaja en los ¨²ltimos a?os. Tres a?os despu¨¦s de instalar en el Museo Guggenheim las siete esculturas que conforman La materia del tiempo ha vuelto a Bilbao para supervisar la colocaci¨®n en el exterior del edificio de la obra Plow (Arado, 1992), un pr¨¦stamo a largo plazo de un coleccionista.
Plow est¨¢ formada por dos piezas cuadradas de acero, de dos metros de lado y ligeramente inclinadas, que se hunden siete cent¨ªmetros en el suelo. Serra dice que es una obra que se define por su verticalidad, su peso, la gravedad, la localizaci¨®n y su capacidad de transformar el espacio que ocupa. Con las esculturas de La materia del tiempo y sus trabajos m¨¢s recientes busca, en cambio, la experiencia del espectador. "La percepci¨®n del p¨²blico es el tema central de las esculturas. No son dibujos ni piezas que uno coloque en un pedestal. Sin la experiencia al moverse entre ellas no hay contenidos, no hay esculturas", asegura.
"La escultura ya est¨¢ superando la frontera del consumo"
Reci¨¦n llegado de Londres, donde ha inaugurado una exposici¨®n de su obra reciente, Serra se reconoce feliz en el Guggenheim, el museo con la muestra m¨¢s significativa de su obra. "No puedo estar m¨¢s satisfecho. Cada vez que veo la instalaci¨®n pienso que es m¨¢s de lo que yo hab¨ªa previsto", dice. Ahora trabaja sobre esculturas que llevan la atenci¨®n del espectador a "los puntos ciegos". Las obras proponen un recorrido desconcertante entre las piezas de acero, por unos pasillos que no dejan ver hacia d¨®nde se dirige. Una vez m¨¢s la escultura juega con la psicolog¨ªa del espectador. "Los vol¨²menes son la forma constructiva de estas esculturas", precisa. "Lo que yo hago es redefinir el contexto y a?adir una tensi¨®n".
Serra cree que la obra cambia cuando se expone en espacios p¨²blicos. "En la calle nadie pregunta qui¨¦n es el autor y la obra debe abordar las comparaciones con el urbanismo. Se ve por el gran p¨²blico como algo in¨²til, que no satisface m¨¢s que necesidades l¨ªricas. Es lo contrario de lo que ocurre en un museo, donde lo que cuenta es la etiqueta". Convencido de que el arte cubre carencias del ser humano dif¨ªciles de discernir, Serra advierte de los riesgos de traspasar los l¨ªmites de lo comercial y conseguir p¨²blicos masivos. "Las publicaciones sensacionalistas no son lo mismo que Beckett", sentencia. "La escultura ya est¨¢ superando la frontera del consumo. Para muchos artistas, hoy el contexto es el mercado. El merchandising es el tema central, no se debate sobre la est¨¦tica de la obra, sino que se habla de su valor de intercambio".
Serra reh¨²sa dar nombres que avalen esta tendencia, pero precisa que est¨¢ siendo propagada por galeristas y coleccionistas hasta convertir al mundo art¨ªstico en "el ¨²nico mercado especulativo no regulado". Personalmente, el autor de La materia del tiempo -un encargo por el que el Guggenheim pag¨® 20 millones de d¨®lares (14,3 millones de euros, al cambio actual)- no tiene queja. "La situaci¨®n es muy dif¨ªcil para un artista joven. ?S¨®lo se va a preocupar de la producci¨®n comercial o abordar¨¢ la relaci¨®n con su propia experiencia?", se pregunta. "La cuesti¨®n es si enlazas con el p¨²blico o si investigas. Ni C¨¦zanne ni Picasso ni Pollock creaban obras para el mercado".
El futuro del arte, cree Serra, depender¨¢ de "la juventud inesperada". "La siguiente generaci¨®n decidir¨¢ si van a contratar a 200 colaboradores para desarrollar una idea o van a optar por una v¨ªa alternativa y so?ar el sue?o de todos los poetas del pasado. No lo puedo predecir".
Serra recurre a la iron¨ªa para esquivar las preguntas sobre la desaparici¨®n de su escultura en el Reina Sof¨ªa. "La mafia goza de estupenda salud en Madrid", dice. "[La desaparici¨®n] no es m¨¢s que una nota al margen".
El Guggenheim tambi¨¦n en el paladar, gracias al 'chef' Jose¨¢n Mart¨ªnez Alija. Ir al restaurante del Museo Guggenheim con EL VIAJERO
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