Roberto ?lamo gana por KO
El 21 de julio de 1992, cuatro d¨ªas antes de la inauguraci¨®n de los Juegos Ol¨ªmpicos de Barcelona, Jos¨¦ Manuel Ibar salta desde un d¨¦cimo piso y muere a los 49 a?os. As¨ª comienza Urtain, lo ¨²ltimo de Animalario, en el Valle-Incl¨¢n: por el ¨²ltimo round, con el boxeador tendido sobre la lona definitiva. Y luego remonta el r¨ªo, en cuenta atr¨¢s, a?o tras a?o, hasta hacer encajar el cad¨¢ver en la sombra de su padre muerto. Un aita tit¨¢nico, un coloso que, para demostrar que sigue siendo m¨¢s fuerte que su hijo, palma tras una apuesta salvaje, en un bar de Cestona, "al no soportar el peso de diecis¨¦is personas sobre su cuerpo". Si eso fue cierto, uno se queda con ganas de que le cuenten la historia del viejo Ibar: menudo personaje. Porque la cr¨®nica del reto?o, escrita por Juan Cavestany, promete m¨¢s de lo que da. "?Qu¨¦ he hecho yo para que todo lo que hago sea tan sucio?", repite Urtain una y otra vez. Buena pregunta. ?Se vende a la Mafia? ?Mata a alguien dentro o fuera del ring? Por lo que alcanc¨¦ a entender, nuestro hombre se mete a boxeador para ganar pasta, como un elevado tanto por ciento de p¨²giles. ?Se topa en su camino con una jaur¨ªa de promotores sin escr¨²pulos? No parece: su m¨¢nager no es mal tipo, y el ¨²nico que le levanta la bolsa es el ingl¨¦s que organiz¨® su combate con Henry Cooper, en Wembley. ?Acusaciones de tongo? Las hay, pero no parecen probadas. 68 peleas, 53 victorias, y 41 de ellas por KO. Y dos veces campe¨®n de Europa de los pesados: muchos tongos ser¨ªan esos. ?Qu¨¦ m¨¢s pasa con Urtain? Que bebe demasiado, folla demasiado, y se hunde tan r¨¢pido como subi¨®. Me temo, con todo respeto, que el suicidio no basta para construir un antih¨¦roe tr¨¢gico, porque su conflicto b¨¢sico, tal como nos lo venden, no es interior sino externo y, en mi opini¨®n, hinchad¨ªsimo: Urtain como v¨ªctima de la manipulaci¨®n franquista. ?Por hacerse una foto con Franco, episodio que a juzgar por lo que se repite en el texto equivaldr¨ªa poco menos que a una condenaci¨®n f¨¢ustica? Si tuvi¨¦ramos que poner en la picota a todos los que se retrataron en El Pardo no dar¨ªamos abasto. ?Urtain "utilizado" como emblema patri¨®tico? Tampoco me cuela, lo siento. Hay una escena en la que su m¨¢nager y Vicente Gil, m¨¦dico de Franco y presidente de la Federaci¨®n Espa?ola de Boxeo, urden el plan de lanzamiento del boxeador, pero su ret¨®rica no es muy distinta de la que arrop¨® a la selecci¨®n de f¨²tbol la pasada primavera. Donde m¨¢s acertado est¨¢ Cavestany es a la hora de atrapar la voz del protagonista, con verosimilitud, con muy buen o¨ªdo para los ritmos: un habla entrecortada, a ratos delirante, con gran fuerza dram¨¢tica. La veintena de personajes que le rodean en su ascenso y ca¨ªda rara vez van m¨¢s all¨¢ de la pincelada r¨¢pida o de la caricatura, como el promotor Lizarazu, que se expresa con los dejes garrulos de Mart¨ªnez Soria, o el mismo Vicente Gil, que, por razones igualmente enigm¨¢ticas, profiere un pintoresco soniquete cada vez que ha de llamar a una puerta. Tienen m¨¢s entidad humana los perfiles del m¨¢nager (curiosamente sin nombre), del periodista Manuel Alc¨¢ntara, del amigo y colega Pedro Carrasco, o de Cecilia y Marisa, las dos mujeres del Morrosko. Las grandes bazas del espect¨¢culo son la superlativa producci¨®n, la imaginativa puesta en escena de Andr¨¦s Lima y el hiperconjuntado trabajo de la compa?¨ªa, encabezada por un descomunal Roberto ?lamo. Urtain se presenta en la sala Francisco Nieva, que por sus dimensiones le sienta como un guante (box¨ªstico). Estamos a medio metro del ring (cortes¨ªa de Beatriz San Juan) donde transcurre toda la obra, y la recreaci¨®n de la atm¨®sfera del cuadril¨¢tero es impresionante, desde el juego de luces (Valent¨ªn ?lvarez y Pedro Yag¨¹e deben de haber visto veinte veces Toro salvaje: focos laterales que horadan un magma de vapor humeante y parecen crear una realidad alucinatoria en blanco y negro, como si todo sucediera en la mente del protagonista segundos antes de estamparse contra el suelo) hasta la no menos formidable envoltura sonora firmada por Nick Powell (rugidos del p¨²blico, gongs fantasmales, ecos de lejan¨ªsimos speakers). O, detalle sencillo pero astuto, esas casi imperceptibles rociadas de agua que caen sobre las gradas y provocan la viv¨ªsima sensaci¨®n de salpicaduras de sudor (o sangre) de los combates.
Las grandes bazas del espect¨¢culo son la superlativa producci¨®n, la imaginativa puesta en escena y el hiperconjuntado trabajo de la compa?¨ªa
Roberto ?lamo gana por triple KO, ya que encarna, en un verdadero tour de force, al Urtain alcoholizado y cuesta abajo, al p¨²gil arrasador y al padre obsesionado por superar a su hijo: habr¨ªa que remontarse al Kid Pe?a interpretado por Santiago Ramos en Esta noche, gran velada (1983), de Ferm¨ªn Cabal, para encontrar un impacto equiparable. Perfecto de emoci¨®n, de presencia f¨ªsica y de matices, mandando en todas y cada una de sus escenas durante las dos horas largas de espect¨¢culo, dif¨ªcil ser¨¢ que ?lamo (que entren¨® durante varios meses con Jero Garc¨ªa, campe¨®n de los welter) no se lleve los m¨¢s importantes premios de la temporada. Tambi¨¦n me gustar¨ªa destacar los trabajos de Mar¨ªa Morales, para m¨ª una revelaci¨®n, rebosante de verdad en el rol de Marisa, la segunda compa?era de Urtain, de Ra¨²l Ar¨¦valo (como Pedro Carrasco), Luis Bermejo (cuando encarna a Alc¨¢ntara) y Alfonso Lara, el m¨¢nager, papel que comparte, al parecer en d¨ªas alternos, con Alberto San Juan. L¨¢stima, como dec¨ªa antes, que sus respectivos personajes no est¨¦n m¨¢s desarrollados en el texto. Tras el tropiezo de Argelino, Andr¨¦s Lima recupera la contundente pegada y el juego de piernas de Hamelin y Marat-Sade. Ha comprimido y ajustado la pieza original, e imprime un poderoso ritmo a los rounds, con dos excepciones: la reuni¨®n terminal en el bar de Urtain y la escena de su consagraci¨®n montada sobre el ritornello de Mi gran noche, de Raphael, que en mi opini¨®n se alargan innecesariamente. Resumiendo: flojo texto, soberbio espect¨¢culo. (Tambi¨¦n les recomiendo el estupendo catch a cuatro del Lara: En la cama, de Julio Rojas, y, en sesiones golfas de fin de semana, el Tr¨ªo en mi bemol de Rohmer. En breve se lo cuento). -
Urtain. Teatro Valle-Incl¨¢n del Centro Dram¨¢tico Nacional. Hasta el 2 de noviembre.
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