Una inauguraci¨®n a la carrera
"Nos han dado la cita de otra persona". Bego?a Izquierdo, de 22 a?os, y su madre, Rosa, sal¨ªan el jueves por la puerta principal del hospital Puerta de Hierro Majadahonda sin creerse lo que les hab¨ªa ocurrido. Tiene pendiente una revisi¨®n por el infarto cerebral que sufri¨® hace un a?o. No la han atendido porque la citaron con el n¨²mero de otro paciente. "El hemat¨®logo ha dicho que deje de tomarme las pastillas y ya est¨¢, sin verme ni nada", dice perpleja. Su madre est¨¢ enfadada: "Tendremos que esperar al a?o que viene para otra cita. Esto no habr¨ªa pasado en el otro hospital". Se marchan. Dejan atr¨¢s la fachada gris.
Es un hospital "de vanguardia", como repiten las notas oficiales. Cuatro plantas a estrenar, habitaciones con tele de plasma y sof¨¢ para invitados, maquinaria de ¨²ltimo modelo. La cara de la nueva moneda. Pero en sus primeras semanas de funcionamiento -"de rodaje", como dice el consejero de Sanidad-, ha salido a flote tambi¨¦n la cruz: pasillos con polvo y andamios en una esquina; un difunto que comparti¨® sala en la morgue con una carretilla llena de cartones, como mostraba una imagen captada por EL PA?S; s¨®lo tres de los 22 quir¨®fanos operativos; la di¨¢lisis a¨²n en el viejo hospital, pero sin servicio de urgencias cerca por si hay complicaciones; el laboratorio de inmunolog¨ªa cerrado y las muestras derivadas a otros hospitales y el programa inform¨¢tico da problemas.
Para Sanidad todo forma parte de un proceso normal. Por los pasillos, en algunos despachos sindicales y delante del caf¨¦ de la ma?ana, muchos trabajadores lo llaman de otra manera: una mudanza precipitada. "No nos hemos tra¨ªdo muebles, hemos tra¨ªdo gente y eso merec¨ªa un poco m¨¢s de planificaci¨®n", se?ala un cirujano que pide no ser identificado. Les han cambiado la forma de trabajar, y ellos trabajan con vidas humanas. Con historiales m¨¦dicos que pasaron de la noche a la ma?ana de una carpeta a un ordenador.
La inform¨¢tica es a¨²n un obst¨¢culo en el nuevo Puerta de Hierro. Los cirujanos quieren compaginar papel y pantalla. Lo pidieron en una carta a la gerencia. Uno de los firmantes explica que las historias escaneadas "no est¨¢n completas, ni bien ordenadas". Los anestesistas, en una carta mucho m¨¢s dura porque alertaban de que se pod¨ªa poner en peligro la salud de los pacientes, exigieron un curso de reciclaje para atender dos de las nuevas especialidades del hospital: obstetricia y pediatr¨ªa. La respuesta fue que cualquier especialista puede poner una epidural o dormir a un ni?o. Pero el anestesista an¨®nimo, con m¨¢s de 30 a?os de experiencia, explica que no es lo mismo. Los ni?os reaccionan m¨¢s que los adultos y son m¨¢s propensos a sufrir laringoespasmos.
La adaptaci¨®n va mejor en otras especialidades. Lo cuenta Jes¨²s Figuerola, fisioterapeuta: "El sistema de rehabilitaci¨®n es bastante aceptable, estamos a un 70% del rendimiento normal, no sufrimos como otros servicios". Disponen de m¨¢s espacio que en el viejo centro. "Nos permitir¨¢ desarrollar mejor el trabajo", asegura.
Los sindicatos CC OO, UGT y CGT han puesto el grito en el cielo por el traslado. SATSE, el sindicato de las enfermeras que es el que preside la junta de personal, pide tiempo y calma para adaptarse al nuevo centro y niega que las obras sean un inconveniente: "El viejo hospital estaba en obras continuamente", seg¨²n una portavoz.
En lo que coinciden todos es en que la nueva ubicaci¨®n les sale m¨¢s cara a los trabajadores. El mismo caf¨¦ cuesta 30 c¨¦ntimos m¨¢s, el men¨² ha subido de 3,70 a 5,15 euros al d¨ªa. Y las plazas de aparcamiento cuestan 40 euros al mes. Ellos ven un intento de negocio detr¨¢s de estas subidas. Como con las llaves. Antes las copias para una sala con m¨¢s de un trabajador eran gratis. Ahora vale "70 euros", seg¨²n los sindicatos, y sale de sus bolsillos.
Se quejan de la desorientaci¨®n. La misma que a Marta, una paciente de 25 a?os que acudi¨® el jueves a hacerse una ecograf¨ªa, le preocupa poco. "Es mucho m¨¢s grande, pero cuando lo aprenda de memoria ser¨¢ fabuloso", cuenta. Para una enfermera del laboratorio, los largos pasillos no son operativos. Se pasa el d¨ªa deambulando de un extremo a otro del hospital y sale agotada porque "a¨²n no funciona el tel¨¦fono y hay que bajar un piso cada vez que toca llamar". Ella tambi¨¦n cree que ha sido precipitado. Como el cirujano de las historias de papel que resume el malestar general: "La direcci¨®n no ha contado con nosotros, no ha pedido opini¨®n a los profesionales, y eso se nota".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.