Culpables, millonarios e impunes
El mal hacer de una casta intocable de directivos est¨¢ detr¨¢s de la crisis financiera
"Cuando nace un brahm¨¢n, nace superior a la Tierra entera, es se?or de todas las criaturas, y tiene que guardar el secreto del dharma. Todo lo que existe en el mundo es propiedad privada del brahm¨¢n. Por la alta excelencia de su nacimiento, ¨¦l tiene derecho a todo. Esto es, es ¨¦l quien goza, quien viste, quien da a otros, y es a trav¨¦s de su gracia que otros gozan", se dice en el Libro de Manu. Las leyes de Manu est¨¢n contenidas en un antiguo manuscrito hind¨² que estableci¨® el sistema de castas en la India hace m¨¢s de dos mil a?os. El brahm¨¢n es la casta superior. S¨®lo unos elegidos pueden pertenecer a la misma y, como dice la cita, gozan de todos los derechos y su ¨²nica labor es instruir en el conocimiento del mundo al resto de castas (salvo a los parias o intocables, que no gozan de ning¨²n derecho).
Los ejecutivos han salido por la puerta de atr¨¢s, pero con las carteras llenas
El salario directivo ha subido un 45% en diez a?os. El del trabajador, un 7%
El FBI ha abierto una investigaci¨®n, pero ninguno ha sido procesado
Si el bot¨ªn del robo del siglo fue de 60 millones, ?c¨®mo se llamar¨¢ a ¨¦ste?
El capitalismo moderno ha emulado este sistema de castas. Sus brahmanes son los directivos y consejeros de las grandes corporaciones. Gozan de privilegios y prebendas por doquier: sueldos estratosf¨¦ricos, planes de incentivos, vacaciones, jet privados y club de campo a costa de la empresa... Y no tienen casi ninguna responsabilidad. Si las acciones suben, ellos son los que m¨¢s ganan gracias a los programas de opciones sobre acciones que premian la revalorizaci¨®n burs¨¢til. Si la cotizaci¨®n se derrumba o incluso si las firmas quiebran y los accionistas pierden todo lo invertido, ellos tambi¨¦n ganan. En caso de despido, cuentan con cl¨¢usulas que les aseguran indemnizaciones multimillonarias, conocidas como paraca¨ªdas de oro (golden parachute), de las que no disfrutan los trabajadores, los parias de este orden econ¨®mico.
El derrumbe del sistema financiero internacional ha sacado a la luz estas colosales prerrogativas de los directivos cuya gesti¨®n ha abocado a la desaparici¨®n a firmas hist¨®ricas como
Lehman Brothers o Merrill Lynch. Sus arruinados accionistas y ahorradores o los trabajadores despedidos se preguntan por qu¨¦ en lugar de ser reclamados por los juzgados, los ejecutivos han salido sin hacer ruido por la puerta de atr¨¢s y con las carteras llenas. S¨®lo las cinco mayores firmas financieras de Wall Street -Merrill Lynch, JP Morgan, Lehman Brothers, Bear Stearns y Citigroup- pagaron m¨¢s de tres mil millones de d¨®lares en los ¨²ltimos cinco a?os a sus m¨¢ximos ejecutivos, justo en el periodo en el que ¨¦stos se dedicaron a inflar las cuentas, empaquetando en fondos y otros activos opacos, pr¨¦stamos incobrables que han derivado en la mayor crisis financiera de la historia.
Cuando el sistema se colaps¨®, las firmas siguieron siendo generosas con los causantes de la debacle. Stanley O'Neall se llev¨® a casa 161 millones de d¨®lares cuando dej¨® Merrill Lynch; Charles Prince obtuvo 40 millones al dejar Citigroup, cifra similar a la que que obtuvo Richard S. Fuld, de Lehman.
El c¨®digo marinero tampoco va con los CEO (chief excutive officer, siglas en ingl¨¦s de consejero delegado). Si el barco se hunde, son los primeros en coger el salvavidas, un salvavidas de oro. La comisi¨®n de investigaci¨®n de la C¨¢mara de Representantes de Estados Unidos ha puesto al descubierto esta semana que la c¨²pula directiva de Lehman Brothers aprob¨® bonus por millones de d¨®lares para los ejecutivos que salieran de la empresa mientras negociaban con las autoridades federales el rescate de la quiebra. Su consejero delegado, Richard Fuld, cuya actuaci¨®n ha llevado a la desaparici¨®n del banco de inversi¨®n m¨¢s veterano de Estados Unidos (fundado en 1850), ganaba 17.000 d¨®lares a la hora.
Pese a ser reverenciados por diarios financieros como The Financial Times o The Wall Street Journal como prototipo de eficiencia y seriedad, su comportamiento caprichoso se asemeja m¨¢s bien al de los divos del pop o los artistas de Hollywood. James Cayne, el m¨¢ximo responsable de Bear Stearns, se march¨® a un torneo de bridge mientras colapsaban dos fondos de inversi¨®n que provocaron finalmente la desaparici¨®n de la quinta entidad financiera de Estados Unidos. ?Ni siquiera encend¨ªa el m¨®vil!
Angelo Mozilo, responsable de la quiebra del banco hipotecario Countrywide, consideraba una inexplicable afrenta personal que el consejo de administraci¨®n le pidiera explicaciones acerca de los viajes de su esposa en el jet privado de la compa?¨ªa, que le pag¨® 360 millones de d¨®lares en los ¨²ltimos cinco a?os.
La cultura del jet es consustancial a los CEO. Martin Sullivan, consejero delegado de AIG hasta que la aseguradora fue rescatada de la quiebra con fondos p¨²blicos por la Administraci¨®n de Bush, gast¨® el a?o pasado 322.000 d¨®lares en viajes privados o de vacaciones en el reactor de la empresa. Su colega Stanley O'Neal, presidente de Merrill Lynch, carg¨® gastos de avi¨®n y coche para uso particular por 357.000 d¨®lares en 2007. Abandon¨® la compa?¨ªa, hoy en manos de Bank of America, tras sufrir las mayores p¨¦rdidas de su historia, en octubre del a?o pasado, llev¨¢ndose 161 millones de d¨®lares bajo el brazo.
La constituci¨®n de ese modelo de direcci¨®n de las grandes compa?¨ªas que otorga plenos poderes y remuneraciones desmesuradas a un grupo limitado de ejecutivos, no sujetos a ning¨²n control efectivo ni a responsabilidad por su gesti¨®n, no es reciente.
Comenz¨® a fraguarse en los a?os ochenta y noventa, pero se ha consolidado completamente en lo que llevamos de siglo. Los datos no dejan lugar a dudas sobre la desigualdad laboral en la que se mueven estos asalariados de oro: en 1976, la remuneraci¨®n media de los m¨¢ximos ejecutivos de las corporaciones estadounidenses era 36 veces superior al sueldo medio de un trabajador de la empresa; en 1989, era 71 veces, y en 2007, cada directivo recibi¨® 275 veces m¨¢s que la retribuci¨®n que sus trabajadores, seg¨²n las cifras de The Institute for Policy Studies and United for a Fair Economy. Este mismo informe revela que entre 1996 y 2006 las retribuciones de los consejeros delegados crecieron un 45%, cuando el sueldo medio del trabajador estadounidense aument¨® s¨®lo un 7%.
Lo m¨¢s sangrante de ese abismo salarial entre gestores y gestionados es que los emolumentos de los directivos poco o nada tienen que ver en muchos casos con los resultados de la empresa que dirigen, a diferencia de lo que ocurre con los trabajadores que, ante la menor dificultad, s¨®lo les queda el camino de la moderaci¨®n salarial, cuando no directamente del despido.
El consejo de administraci¨®n de General Motors acord¨® en marzo pasado elevar el sueldo del presidente de la compa?¨ªa automovil¨ªstica, Rick Wagoner, hasta 2,2 millones de d¨®lares, la misma base salarial que ten¨ªa antes de 2006, cuando se le recort¨® el salario dentro del plan de ajuste de costes que puso en marcha la compa?¨ªa. El consejo acord¨® tambi¨¦n otorgarle bonus y opciones sobre acciones por m¨¢s de 10 millones de d¨®lares, pese a que la firma de Detroit present¨® en 2007 las mayores p¨¦rdidas de su historia que motivaron un plan de recorte laboral que afect¨® a 74.000 empleados, que se ir¨¢n a la calle sin bonus ni planes de opciones. A los accionistas no le van mejor las cosas. Los t¨ªtulos alcanzaron esta semana el nivel de 1950.
En materia de despidos, Wagoner ha superado de lejos a su antecesor en el cargo, Roger Smith, a quien el controvertido director de cine Michael Moore le dedic¨® su documental Roger & me en 1989, cuando cerr¨® la planta de GM de su localidad natal, Flint (Michigan), dejando en el paro a 30.000 trabajadores.
Moore, que a lo largo de toda la filmaci¨®n intent¨® sin ¨¦xito hablar con Smith, tendr¨ªa a¨²n m¨¢s dif¨ªcil charlar con Wagoner. La casta superior del neocapitalismo, como los brahmanes indios, no tiene que dar cuentas a nadie: ni periodistas, ni jueces, ni gobiernos, ni accionistas, ni impositores, ni contribuyentes. Para tapar los agujeros que ha causado su desastrosa gesti¨®n, los Estados han anunciado planes de inyecci¨®n de fondos p¨²blicos por m¨¢s de un bill¨®n y medio de euros que, en ¨²ltimo t¨¦rmino, saldr¨¢n del bolsillo de los contribuyentes.
Pero si alguien piensa que, ante este derrumbe general de la econom¨ªa, los CEO han entonado el mea culpa y optado por la austeridad, est¨¢ muy equivocado. Los m¨¢ximos directivos de AIG se fueron a pasar un fin de semana a Monarch Beach, un exclusivo hotel de California en el que las habitaciones valen 800 euros por noche, para celebrar que el Tesoro estadounidense les hab¨ªa salvado de la quiebra inyectando 85.000 millones de euros de fondos p¨²blicos. Seg¨²n se puso de manifiesto esta semana en la Comisi¨®n de la C¨¢mara de Representantes, los ejecutivos de la que fuera la mayor aseguradora estadounidense se gastaron m¨¢s de 440.000 d¨®lares, incluyendo "manicura, tratamientos faciales, pedicuras y masajes", a costa de los contribuyentes. "Es tan b¨¢sico como el salario, ya que supone recompensar el trabajo", se justific¨® el portavoz de AIG, Nicholas Ashoo.
"S¨®lo cuando la marea se retira, sabes qui¨¦n nadaba desnudo". Warren Buffet, el financiero estadounidense y el m¨¢s rico del planeta, suele repetir esta frase para describir la ceguera de accionistas y reguladores respecto a los directivos que gobiernan las empresas a su antojo y con total opacidad, de forma que nadie pueda conocer hasta su marcha la verdadera situaci¨®n de las cuentas.
El consejo de Washington Mutual, la entidad bancaria que lleg¨® a liderar la concesi¨®n de hipotecas en Estados Unidos, modific¨® en febrero los planes de bonos para sus m¨¢ximos directivos de forma que pudieran cobrar esos pluses sin tener en consideraci¨®n el ¨ªndice de impagados en el negocio hipotecario del banco cuando ¨¦ste ya se hab¨ªa disparado hasta extremos inadmisibles. Dos meses despu¨¦s, la compa?¨ªa era adquirida a precio de saldo por un grupo de fondos de inversi¨®n. Los directivos cobraron sus bonos al salir de la empresa, al tiempo que 3.000 empleados eran despedidos. El consejero delegado, Kerry Killinger, aleg¨® que de 2006 a 2007 se hab¨ªa bajado el sueldo un 21% hasta los 14,4 millones de d¨®lares.
Un consuelo escaso para los accionistas que hab¨ªan visto esfumarse m¨¢s de un 90% de su inversi¨®n y que, pese a sus p¨¦rdidas, tuvieron que abonar 20 millones de d¨®lares al gran Killinger, causante de su ruina, cuando finalmente decidieron echarle en septiembre pasado. Jean-Paul Votron, consejero delegado de Fortis, cobr¨® un 15% m¨¢s en 2007. Se le premiaba as¨ª por la compra de ABN Amro por 72.000 millones de euros. El banco holand¨¦s result¨® estar infectado por los activos basados en las hipotecas subprime y llev¨® a la quiebra a Fortis, que ha tenido que ser rescatado por los Estados de B¨¦lgica, Luxemburgo y Holanda.
La comisi¨®n de investigaci¨®n del Congreso tambi¨¦n destap¨® que Fuld autoriz¨® pagos de 20 millones de d¨®lares a dos directivos de Lehman cuatro d¨ªas antes de que la firma se declarara en bancarrota.
El experto Graef Cristal, que dirige una revista online dedicada a analizar las compensaciones de los ejecutivos, considera que el fen¨®meno de la crisis de las hipotecas subprime o basura se explica en gran parte por el sistema de remuneraciones instaurado por los bancos de inversi¨®n estadounidenses a sus ejecutivos, a quienes reparten el 50% de sus beneficios, m¨¢s que ning¨²n otro sector.
Los empleados de los mayores cinco bancos de inversi¨®n percibieron 66.000 millones de d¨®lares en 2007, de ellos, 39.000 millones en bonus. Esta cifra arroja una retribuci¨®n media de 353.089 d¨®lares por empleado, seg¨²n Bloomberg. Como su sueldo depend¨ªa directamente de lo que ganara la empresa, hincharon artificialmente las cuentas, comercializando piramidalmente fondos u otros instrumentos financieros respaldados por los ahora llamados activos t¨®xicos.
"En Wall Street como en Hollywood, los beneficios tienden a venir en grandes paquetes y todos quieren un trozo. Da igual que se trate de la pel¨ªcula Caballero Oscuro (la ¨²ltima de Batman) o de una gran fusi¨®n, quien tiene el poder de llevar a la gente al cine o de cerrar un acuerdo puede ganar lo que quiera", dice Cristal.
Contra esta insultante impunidad se han alzado voces desde el ¨¢mbito ciudadano y sindical. Curiosamente, la reacci¨®n de los dirigentes pol¨ªticos ha sido m¨¢s bien tibia. El presidente George W. Bush, empujado por los congresistas del Partido Republicano que ve¨ªan peligrar su esca?o por el clamor popular, se vio forzado a aceptar que los directivos de las firmas rescatadas por su plan de 700.000 millones de euros renunciaran a recibir las indemnizaciones pactadas, propuesta que se incluy¨® en la reforma del plan tras ser rechazado por la C¨¢mara de Representantes. As¨ª ha sucedido en el caso de AIG, o las financieras inmobiliarias Fannie Mae y Freddie Mac, cuyos presidentes cesados no hicieron valer sus cl¨¢usulas de indemnizaci¨®n.
La Oficina Federal de Investigaci¨®n (FBI) ha abierto una investigaci¨®n en 26 empresas en busca de posibles irregularidades contables. Y en la C¨¢mara de Representantes se ha constituido una comisi¨®n de investigaci¨®n por la que est¨¢n pasando los principales responsables del derrumbe.
En Europa, por el momento, s¨®lo meras declaraciones. La canciller alemana Angela Merkel conmin¨® a los directivos de Hypo Real Estate, rescatado de la bancarrota por un grupo de bancos y el Estado, a que respondan con su patrimonio personal. El Gobierno franc¨¦s oblig¨® a Axel Miller, consejero delegado del banco franco-belga Dexia, a renunciar a la indemnizaci¨®n de m¨¢s de tres millones de euros que le correspond¨ªan seg¨²n su contrato por dejar ese cargo. El presidente franc¨¦s, Nicolas Sarkozy, puso como primera condici¨®n para participar en el rescate de la entidad financiera que ninguno de los directivos recibiera indemnizaciones extraordinarias.
Fuera de declaraciones admonitorias y la moralina para electores, ning¨²n pa¨ªs ha anunciado cambios en la legislaci¨®n para limitar los sueldos de los directivos o definir mejor sus responsabilidades en caso de quiebra.
Todos los intentos por limitar los emolumentos de los ejecutivos han resultado en vano. A mediados de los ochenta, hubo una fiebre de fusiones. Los reguladores advirtieron que muchas de esas operaciones no respond¨ªan a ninguna estrategia empresarial sino a las indemnizaciones que recib¨ªan los directivos que cerraban los acuerdos. Por eso, impusieron en Estados Unidos un impuesto sobre todas las indemnizaciones que excedieran tres veces el salario anual de los directivos. La ¨²nica consecuencia fue que los ejecutivos cerraron cl¨¢usulas para que las compa?¨ªas se hicieran cargo de esa tasa. En 1992, la Securities Exchange Commission (SEC), que vigila los mercados burs¨¢tiles en Estados Unidos, oblig¨® a las empresas a informar de los emolumentos de sus directivos. No s¨®lo no se avergonzaron de revelar sus ganancias anuales, sino que las han multiplicado por cuatro.
Un a?o despu¨¦s se intent¨® poner coto a los sueldos estratosf¨¦ricos, limitando las deducciones fiscales a un mill¨®n de d¨®lares. Se hizo una excepci¨®n para las recompensas no dinerarias. Como consecuencia se dispararon las remuneraciones en opciones sobre acciones. Y ya se ha convertido en una moda entre los presidentes de las corporaciones ganar un d¨®lar al a?o. Los presidentes de
Yahoo!, Apple y Google est¨¢n en ese club. En 2006, ganaron s¨®lo un d¨®lar como salario base. ?Y millones de d¨®lares en opciones y bonos!
Los gobiernos piden sacrificios a ahorradores, accionistas y trabajadores para salir al rescate de bancos y aseguradoras a costa de miles de millones de las arcas p¨²blicas. Y los culpables de este saqueo no s¨®lo no son reclamados por la justicia, sino generosamente recompensados. Es como si a los asaltantes del tren de Glasgow les estuviera esperando el jefe de Scotland Yard en la estaci¨®n de Londres para colgarles una medalla. Su bot¨ªn fue de 60 millones de euros (al cambio actual) y se le llam¨® el robo del siglo. ?C¨®mo llamaremos a las haza?as de los villanos de Wall Street?
Paulson, uno de los nuestros
El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Henry Paulson, es, hoy por hoy, lo m¨¢s parecido a un mes¨ªas. Le han encomendado salvar el sistema capitalista mediante un plan de inyecci¨®n de fondos por 700.000 millones de d¨®lares, medio bill¨®n de euros, es decir, la mitad del producto interior espa?ol. Debe limpiar unas entidades que conoce a la perfecci¨®n puesto que en 2006, cuando fue fichado por George W. Bush para dirigir el Tesoro, era presidente de Goldman Sachs, el banco de inversi¨®n donde desarroll¨® su carrera durante 40 a?os.
Cuando dej¨® la firma, Paulson atesoraba una fortuna de alrededor de 500 millones de d¨®lares, fundamentalmente en acciones, que vendi¨® con fuertes plusval¨ªas. Como secretario del Tesoro, ha tenido que adoptar medidas como el rescate de AIG o Fannie, pero no quiso intervenir en favor de sus antiguos competidores como Bear Stearns o Lehman Brothers, comprados por otras entidades bancarias.
Ahora no le va a quedar m¨¢s remedio que administrar las firmas donde trabajan sus colegas. De hecho, el equipo encargado de gestionar esos fondos estar¨¢ integrado sobre todo por ejecutivos de Wall Street, incluyendo los de Goldman. Y es que, Paulson, aunque quiera salvar los ahorros del norteamericano medio, no deja de ser uno de los suyos. -
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