Un retorno sin gloria
El ¨¢rea metropolitana vuelve, tarde y mal. Quiz¨¢ no es el mejor momento, pero crear lo necesario nunca es inoportuno. Siempre que se sepa para qu¨¦ se quiere lo nuevo. Vuelve tarde puesto que llega con un retraso de m¨¢s de medio siglo. En 1953, cuando la ciudad hab¨ªa iniciado su recuperaci¨®n demogr¨¢fica merced a la inmigraci¨®n y los municipios del entorno empezaban a crecer con el desorden que caracteriz¨® los a?os siguientes se aprob¨® ya un plan metropolitano (llamado "comarcal") pero absurdamente se dej¨® para m¨¢s adelante la creaci¨®n de un ¨®rgano de gesti¨®n. En 1960 se cre¨® la Comisi¨®n de Urbanismo y servicios comunes de Barcelona y su comarca, dependiente del Gobierno Civil pero con competencias urban¨ªsticas de car¨¢cter local. ?ste es el territorio, de Castelldefels a Montgat, de lo que despu¨¦s fue la Corporaci¨®n Metropolitana y que parece que ahora quiere reconstruirse despu¨¦s de la lamentable disoluci¨®n por parte del Parlament en 1987.
El ente supramunicipal debe ser algo m¨¢s que el resultado de integrar las tres entidades metropolitanas
En la d¨¦cada de 1960 los equipos t¨¦cnicos que ya no eran necesariamente bur¨®cratas de la dictadura promovieron los estudios que demostraban que el ¨¢rea metropolitana era mucho mayor, por lo menos la regi¨®n primera de la Generalitat republicana, incluyendo adem¨¢s Garraf y Alt Pened¨¨s en el sur y hasta el Vall¨¨s Oriental y Maresme hacia el norte. Se aprob¨® inicialmente un "esquema director" ordenador de esta regi¨®n metropolitana que se qued¨® luego en los armarios. Se volvi¨® a la ciudad-comarca en un territorio restringido, sin que la existencia del plan de 1953 y de la Comisi¨®n de Urbanismo fuera capaz de hacer ciudad en aquella aglomeraci¨®n que en poblaci¨®n y superficie era similar a la ciudad de Madrid, la cual unos a?os antes hab¨ªa duplicado su territorio incorporando a los municipios perif¨¦ricos. Por cierto que en la d¨¦cada de 1940 el general que dirigi¨® las operaciones censales cuando descubri¨® que Barcelona superaba en habitantes a la capital exclam¨® "?no hemos ganado la guerra para esto!". Con la ampliaci¨®n se resolvi¨® el problema.
El crecimiento ca¨®tico de la d¨¦cada de 1960 y principios de la de 1970 sigui¨® suburbializando unos municipios mal gobernados por servidores del franquismo, que recibieron centenares de miles de inmigrantes del resto de Espa?a, con un gasto por habitante que era el tercio de Barcelona, sin servicios ni equipamientos b¨¢sicos suficientes y en los que el progreso consisti¨® en la continua sustituci¨®n del barraquismo o la autoconstrucci¨®n de pol¨ªgonos de mala calidad y escasa integraci¨®n en los d¨¦biles tejidos urbanos. Estos municipios perif¨¦ricos a la gran ciudad acumularon un cierto resentimiento y desconfianza hacia ella, se sintieron como el territorio de reserva que serv¨ªa de vertedero, en sentido literal y figurado, lo que molestaba a la "metr¨®polis".
La aprobaci¨®n de un buen plan metropolitano y la creaci¨®n de la Corporaci¨®n Metropolitana en 1976 con importantes competencias urban¨ªsticas fue, obviamente, un progreso para esta aglomeraci¨®n impropiamente llamada metropolitana. Una vez celebradas las primeras elecciones municipales todos los municipios de la periferia barcelonesa se integraron en la gesti¨®n de esta ciudad supramunicipal. Se inici¨® un urbanismo de sutura o articulaci¨®n de un territorio con enormes desigualdades pero con vocaci¨®n de ciudad. Sin embargo, la desconfianza hacia la ciudad central ten¨ªa ra¨ªces profundas y la existencia de gobiernos municipales elegidos les hizo l¨®gicamente muy celosos de su autonom¨ªa. La disoluci¨®n de la Corporaci¨®n aunque fue denunciada por los partidos de la oposici¨®n al Gobierno de CiU no preocup¨® para nada a los alcaldes "metropolitanos" que se sintieron liberados de la tutela de la gran ciudad y encontraron f¨¢cil acomodo en las numerosas instituciones sustitutorias, un conjunto absurdo de entidades de servicios, consejos comarcales y mancomunidades varias, incluida una con pretensiones de reemplazar a la antigua corporaci¨®n, pero sin sus competencias urban¨ªsticas. La pol¨ªtica supramunicipal compartida desapareci¨® lo cual ha reforzado el localismo a ultranza de todos los municipios, incluido el de Barcelona.
Ahora, cuando han pasado m¨¢s de 20 a?os se pretende volver a crear algo que ya empezaba a ser anacr¨®nico entonces. La gran regi¨®n metropolitana ya era, y mucho m¨¢s ahora, el territorio estrat¨¦gico, el de los desarrollos urbanos, el de planificaci¨®n y gesti¨®n de las infraestructuras y de los servicios metropolitanos. La Autoridad ?nica del Transporte, creada la d¨¦cada pasada, es de ¨¢mbito regional. Este territorio metropolitano real, que va m¨¢s all¨¢ incluso que la regi¨®n primera, requiere una gobernabilidad original, una articulaci¨®n innovadora entre la Generalitat y los municipios, que no creo que sea la "veguer¨ªa" que se pretende ahora resucitar. Es un territorio de geometr¨ªa variable con vocaci¨®n incluso de "eurorregi¨®n". Este territorio vive hoy una dial¨¦ctica contradictoria entre un potente y antiguo sistema de ciudades, de Vilanova a Matar¨® pasando por Terrassa y Sabadell, y quiz¨¢ Manresa, y una "urbanalizaci¨®n" (t¨¦rmino acu?ado por el ge¨®grafo Francesc Mu?oz, que acaba de publicar un gran libro con este t¨ªtulo) difusa y confusa de urbanizaciones segregadas y desarrollos basados en la vivienda unifamiliar. Es mucho m¨¢s que un "¨¢rea metropolitana", es la ciudad de ciudades futura. Es el encuentro en un territorio polic¨¦ntrico y discontinuo entre Barcelona y Catalu?a que no requiere una nueva instituci¨®n superpuesta a las otras, sino una organizaci¨®n pol¨ªtica en red.
Si, como parece, lo que se pretende ¨²nicamente es en integrar las tres entidades "metropolitanas" actuales (mancomunidad residual, transportes y medio ambiente) en una no s¨®lo es una nimiedad, es tambi¨¦n un error hist¨®rico. Conviene dar una estructura de gobernabilidad democr¨¢tica a esta ciudad plurimunicipal, pero no lo que ahora se propone. El ente supramunicipal debe poner en com¨²n el planeamiento urbano local, los programas de vivienda y de servicios sociales, la polic¨ªa municipal, la gesti¨®n del turismo y la de promoci¨®n econ¨®mica, etc¨¦tera. Es decir, un nivel de competencias propias de una ciudad. En un marco coherente con el pa¨ªs y la gran regi¨®n abierta en que se inserta. Sometido a una normativa que garantice la policentralidad, que priorice la mixtura social y funcional, que limite el crecimiento cuantitativo. Con una organizaci¨®n en la que los municipios de la primera corona tengan por lo menos tanta representaci¨®n como los de la ciudad de Barcelona y en ella participen todos los alcaldes y los presidentes de distrito que debieran ser electos directamente. Con el tiempo esta ciudad plurimunicipal deber¨¢ elegir su gobierno pero siempre los municipios conservar¨¢n la competencia de desarrollar planes y programas y las funciones de gesti¨®n y ejecuci¨®n en su ¨¢mbito.
Nada de esto es especulaci¨®n, es la innovaci¨®n necesaria para adaptarse a las din¨¢micas actuales. El problema es que pedimos que innoven los responsables pol¨ªticos que hoy poseen rentas de posici¨®n en el sistema actual.
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