"Cervantes nos dio la voz que nos une a todos"
?Por qu¨¦ es tan actual Cervantes? ?Por qu¨¦ Don Quijote? Cruzando el Atl¨¢ntico la v¨ªspera de la II Guerra Mundial, Thomas Mann escogi¨® el Quijote como la lectura que le permitir¨ªa, a un tiempo, despedirse de Europa y asegurarse a s¨ª mismo el regreso a un continente devastado pero salvado, acaso, por la permanencia de unas cuantas obras de arte.
Thomas Mann le dec¨ªa no a un mundo que en s¨ª mismo era una negaci¨®n pero le dec¨ªa s¨ª al mundo de Don Quijote. Imagino que Mann rescat¨® un ejemplar -uno solo- del Quijote a punto de incendiarse para siempre en la fogata con la que el r¨¦gimen totalitario quer¨ªa convertir en cenizas cuanto negase su poder.
?Y por qu¨¦ ser¨ªa Don Quijote el libro a rescatar de las llamas?
Toda gran obra es un llamado a la acci¨®n: imaginamos, hablamos, actuamos
Acaso porque a partir del Quijote se puede recrear el mundo. Como si el mundo estuviese siempre a un paso de la cat¨¢strofe y s¨®lo la palabra pudiese salvarlo, la imaginaci¨®n sostenerlo y la acci¨®n proyectarlo.
Toda gran obra literaria nos propone la salvaci¨®n m¨ªnima de la palabra.
Toda gran obra literaria nos propone imaginar. Tenemos un pasado que debemos recordar. Tenemos un porvenir que podemos desear.
Pero s¨®lo recordamos y deseamos en el presente: aqu¨ª y ahora, en el tiempo que nos es concedido por vivir.
Toda gran obra es un llamado a la acci¨®n: hablamos, imaginamos y actuamos. No s¨®lo por el gusto de actuar, sino porque queremos una acci¨®n que nos permita decir y nos permita imaginar.
Pensemos en las obras literarias que conjugan palabra, imaginaci¨®n y acci¨®n.
Son muchas. Pero ninguna re¨²ne las tres -palabra, imaginaci¨®n y acci¨®n- con la intensidad del Quijote.
Por algo, cuando la Academia Noruega consult¨® hace poco a 100 escritores de todo el mundo sobre la mejor novela de todos los tiempos, 50 contestaron: Don Quijote de la Mancha. La competencia no era menor. Los tres autores siguientes eran Dostoievski, Faulkner y Garc¨ªa M¨¢rquez. Y en sus obras encontraremos las virtudes que Cervantes nos ofrece: la creaci¨®n de una realidad paralela a la del mundo existente. Una realidad que no exist¨ªa previa a la publicaci¨®n del libro y que ahora existe, no porque el novelista la haya creado, sino porque el escritor nos ha permitido ver lo que ya estaba, y no lo ve¨ªamos, o lo que a¨²n faltaba, y no lo imagin¨¢bamos.
El mal es el precio de la libertad, nos dice Dostoievski en Crimen y castigo: lo es porque el mal nos revela lo que podemos ser siendo libres y le otorga a la libertad un precio superior, m¨¢s all¨¢ del peligro latente en el ser humano.
Todo es presente, nos advierte William Faulkner en Absal¨®n, Absal¨®n. Recordamos hoy, deseamos hoy, porque la unidad de todos los tiempos es la ¨²nica respuesta posible a la divisi¨®n de la tierra, de la comunidad y del alma. Y sumamos genealog¨ªas, nos recuerda Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez en Cien a?os de soledad: somos lo que hacemos a partir de lo que heredamos. Nadie escapa a la servidumbre y a la gloria de su ascendencia.
Puedo pensar que Dostoievski, Faulkner y Garc¨ªa M¨¢rquez escriben porque Cervantes fund¨® la novela moderna y nos dio a todos -autores y lectores- una manera nueva de ver el mundo.
Cervantes nos ense?¨® a recordar y a desear a partir de una libertad nueva, la del renacimiento europeo, y a pesar de antiguas opresiones, la del dogma autoritario. Cervantes uni¨® todos los g¨¦neros literarios previos -¨¦pica, picaresca, novela de amor, relato pastoral, novela morisca- para crear un g¨¦nero de g¨¦neros abarcador, incluyente, en el que tuviesen cabida todos los sue?os, las memorias, los deseos, las imaginaciones, las debilidades y las fortalezas del ser humano. No un ser humano liberado a la anarqu¨ªa, sino capaz de ejercer la libertad contra el orden de ser necesario -y eso ser¨ªa lo m¨¢s f¨¢cil- o en el orden -para ser m¨¢s dif¨ªcil-.
[...] Cervantes nos dio una voz, es la voz que nos une a todos los hispanoparlantes. Pero Cervantes tambi¨¦n nos dio una imaginaci¨®n. Una imaginaci¨®n del mundo en la que se reconocen autores y lectores de todos los pa¨ªses y de todas las lenguas. Prueba suficiente es la obra del m¨¢s grande novelista latinoamericano del siglo XIX, el brasile?o Joaquim Machado de Assis, Machado de la Mancha le llamo yo, el fabulador de un mundo manchado, impuro, sincr¨¦tico, barroco, que es el nuestro. Manchar con tal de ser, contagiar con tal de asimilar, multiplicar las apariencias a fin de multiplicar los sentidos: tal es el signo de Machado. Machado, el brasile?o milagroso, nos sigue descifrando porque nos sigue imaginando, y nos imagina para recordarnos que nuestra verdadera identidad iberoamericana se llama imaginaci¨®n literaria y pol¨ªtica, social y art¨ªstica, individual y colectiva. Creamos porque imaginamos. Imaginamos para crear.
Machado es el milagro de la literatura decimon¨®nica de Latinoam¨¦rica. Y los milagros, le dice Quijote a Sancho, son cosas que rara vez suceden. No obstante, milagro dado, ni Dios lo quita. Celebremos juntos el milagro manchego y el milagro carioca: de Cervantes a Machado, celebremos todo lo que nos une a los pueblos de Iberia, de Am¨¦rica Latina, Portugal y Espa?a, agradeci¨¦ndole al presidente de Brasil que haya incorporado la lengua castellana a los estudios escolares en su pa¨ªs, uniendo de una manera fehaciente la heredad com¨²n de Cervantes y Machado. Pero tambi¨¦n la pol¨ªtica de mutuo reconocimiento entre los pueblos de Iberia y de una Am¨¦rica tan diversificada como la genealog¨ªa del Quijote: euro, afro, indo, ¨ªbero, Iberoam¨¦rica mestiza y mulata como la literatura gloriosamente manchada y manchega de Don Quijote de la Mancha.
Extracto del discurso pronunciado por Carlos Fuentes.
Babelia
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