"Vivo en conflicto con las palabras"
Un buen d¨ªa, Juan Jos¨¦ Mill¨¢s se tendi¨® sobre el div¨¢n de unos cuantos folios en blanco y comenz¨® a escribir una novela con t¨ªtulo ambicioso: El mundo. El escritor, poco a poco, logr¨® vencer el pudor que producen todos los desnudos autobiogr¨¢ficos, la termin¨® y la guard¨® en un caj¨®n. "Para que reposara", dice. Cuando venci¨® las dudas y supo que aquella confesi¨®n podr¨ªa manejarse por la calle, se present¨® al Planeta y gan¨® hace justo un a?o. "Estaba muy seguro de ella". Tanto, que el ¨¦xito de su obra m¨¢s personal crece. Acaba de cumplir un aniversario redondo: ayer consigui¨® el Premio Nacional de Narrativa.
El mundo no es una novela ¨¦pica, y sin embargo est¨¢ regada con la aventura de la vida. Tampoco se trata de una obra que intente deslumbrar por el malabarismo de un lenguaje epatante, pero guarda en sus p¨¢ginas verdades sobrecogedoras, aut¨¦nticas y emocionantes sobre el poder de las palabras. En ella, Mill¨¢s (Valencia, 1946) cuenta su infancia, su despertar. "El punto de vista en un escritor es indispensable, es ese espacio moral con el que miramos lo que nos concierne", dice el autor.
"Hay que mirar el mundo desde el s¨®tano. A ras de suelo"
A las dos y media de la tarde, la calle de Juan Jos¨¦ Mill¨¢s se atesta de chiquillos con hambre. Salen del colegio que est¨¢ al lado de su casa, en la Alameda de Osuna, y obligan a los viandantes a hacer eslalon entre un baile de hormonas. No es el hambre de estrecheces que Mill¨¢s pudo vivir en su infancia valenciana y madrile?a. Pero hay un hambre com¨²n. El de la curiosidad hacia todas las cosas. Cualquiera de esos chavales podr¨ªa ser ¨¦l mismo. Aprendiendo a ver la vida agazapado desde el mismo lugar: "Desde el s¨®tano, a la vida hay que mirarla desde el s¨®tano. A ras de suelo".
Ayer, Mill¨¢s tuvo un gran d¨ªa normal. Madrug¨® como un jornalero, desayun¨® caf¨¦ y fruta, dio su paseo diario con esos zapatos que imitan el andar de los masai, celebr¨® con su mujer, Isabel Men¨¦ndez, que iban a empezar a imprimir una nueva edici¨®n de su libro El equilibrio emocional -de divulgaci¨®n sobre psicoan¨¢lisis-, escribi¨® dos columnas y a las 12.00 le llam¨® Rogelio Blanco, director general del Libro para darle la noticia. "No sab¨ªa ni que se reun¨ªa el jurado, ni que yo era finalista".
Tan lejos ha llegado aquella novela que parec¨ªa salida de una broma. "Me propusieron cerrar mi serie sobre las sombras en El Pa¨ªs Semanal con una sobre m¨ª mismo. Me pareci¨® un chiste, pero cuando me dijeron que no, me obsesion¨¦. Cuando logr¨¦ disociarme y hab¨ªa tomado notas, se me ocurri¨® la primera frase y comprend¨ª que ah¨ª no hab¨ªa un reportaje, sino toda una novela", comenta.
As¨ª que empez¨®: "Mi padre ten¨ªa un taller de aparatos de electromedicina...". Y de golpe, como en un viaje astral, Mill¨¢s se coloc¨® all¨ª, frente al ni?o que fue, desplegando recuerdos como un mapa. "Nunca pens¨¦ que fuera a hacer un libro autobiogr¨¢fico. He llegado a descubrir grandes cosas. Tampoco creo que siga".
La memoria le llev¨® a toparse con grandes verdades creativas y a enfrentarse a su lucha con las palabras. Una batalla que Mill¨¢s describe abiertamente en las p¨¢ginas de El mundo. "M¨¢s que una rebeli¨®n, en m¨ª siempre ha existido una extra?eza frente al lenguaje. Vivo en conflicto con las palabras. Para m¨ª, son sonidos con textura, con olor, con sabor, son casi objetos. Algunas me penetran y me duelen, aquella relaci¨®n ha sido fundamental para hacerme escritor". El misterio y esa constante escapada de la l¨®gica que le jugaban los vocablos le fascinaba: "Pod¨ªa pronunciar 'casa' y me imaginaba la m¨ªa, pero si dec¨ªa 'ca', no se me aparec¨ªa s¨®lo la mitad". En medio de esos problemas matem¨¢ticos, siempre ha buscado la verdad escondida y disfrazada por lo aparentemente importante: "Cuando hablo para escritores en ciernes siempre digo lo mismo, que no vayan al grano, al contrario, que lo fundamental puede estar en los detalles, en lo anecd¨®tico, en los lapsus...". Como aquel chiste freudiano que ¨¦l mismo cuenta: "Un amigo le dice a otro: 'El otro d¨ªa tuve un lapsus grave'. '?Cu¨¢l?', le pregunt¨®: 'Le dije a mi mujer: Cari?o, p¨¢same la sal..., so cabrona, que me has arruinado la vida".
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