Europa sin complejos
"Europa est¨¢ siendo gobernada con intensidad". Esta afirmaci¨®n del incombustible experto en la Uni¨®n Europea que es el luxemburgu¨¦s Jean-Claude Junker est¨¢ justificada y permite conjeturar el nacimiento de esa Europa a la que Nicolas Sarkozy deseaba ver defender sin complejos el "capitalismo de los empresarios" frente al "de los especuladores", que, tanto a ojos del presidente franc¨¦s como de la mayor¨ªa de los europeos, tiene su sede en Estados Unidos.
Como tambi¨¦n adelant¨® el presidente Sarkozy, una vez pasada la crisis -nadie podr¨ªa decir cu¨¢ndo-, llegar¨¢ el momento de replantearse ciertas cosas y de poner en orden otras. Desde este punto de vista, hay tres escollos que salvar. El primero ser¨ªa la condena del sector financiero en aras del retorno a la industria. Tras el capitalismo industrial, vino el capitalismo financiero. El regreso a la industria ser¨ªa ahora como aquel "retorno a la tierra" -"la tierra es lo ¨²nico que no miente", proclamaba el mariscal P¨¦tain en Francia- que, a causa de la crisis de 1929, reivindicaban algunos durante el periodo de entreguerras.
Es importante preservar la econom¨ªa social de mercado frente al capitalismo financiero
Ahora bien, las finanzas son indispensables por dos motivos: el desarrollo de los intercambios internacionales y la prolongaci¨®n de la vida humana; tanto uno como otro hacen necesario el desarrollo del cr¨¦dito. El segundo peligro ser¨ªa no analizar bien el periodo que condujo a la crisis. No hay que tener miedo a afirmar, contrariamente a lo que dec¨ªa la mayor parte de nuestros dirigentes, que Alan Greenspan se equivocaba y Jean-Claude Trichet ten¨ªa raz¨®n. En Estados Unidos hab¨ªa demasiadas facilidades monetarias y demasiada liberalizaci¨®n; o, m¨¢s bien, una ausencia de reglamentaci¨®n y un exceso de liquidez, lo que, entre par¨¦ntesis, contribuy¨® a convertir a China en el primer acreedor de Estados Unidos.
El tercer peligro ser¨ªa renunciar -bajo la presi¨®n de la crisis y los estragos sociales y econ¨®micos que producir¨¢, o que produce ya- a la econom¨ªa abierta, que, a pesar de todo, ha sido un formidable factor de crecimiento y progreso, y restaurar el proteccionismo, progresivamente o de golpe. En este sentido, el tono de la campa?a electoral estadounidense no es en absoluto tranquilizador, y el fracaso, a comienzos del verano, de las negociaciones en la Organizaci¨®n Mundial del Comercio fue un signo premonitorio. Es el momento de recordar las certeras palabras de Fran?ois Mitterrand: "El proteccionismo es la guerra".
Las finanzas que a¨²n necesitan nuestros pa¨ªses han de seguir siendo internacionales. Como acaba de hacer la Uni¨®n Europea, es importante que las necesarias intervenciones de los Estados se organicen en un marco internacional y, antes que nada, en el de Europa.
A comienzos de la crisis, los medios econ¨®micos, que a menudo se muestran admirativos hacia el modelo estadounidense, celebraron la capacidad de reacci¨®n y el "buen gobierno" de los norteamericanos, concretamente a trav¨¦s del plan Paulson. Muchos se sintieron tentados de sacar a colaci¨®n la lentitud, complejidad o incluso par¨¢lisis de los europeos; o sus actuaciones dispersas. Pero, al margen de que otra de las consecuencias de la crisis ser¨¢ el cuestionamiento del modelo estadounidense, los europeos no tienen de qu¨¦ avergonzarse; al contrario. En efecto, la Uni¨®n Europea, respaldada ya por la zona euro y la acci¨®n del BCE, cuenta con una doble ventaja: por una parte, no es el origen de la crisis, lo que prueba que su mercado est¨¢ mejor regulado; por otra -y aunque esta idea pueda resultar ofensiva a o¨ªdos brit¨¢nicos-, cuenta con su propio modelo. Acabamos de escuchar a Angela Merkel hacer referencia a su vez a la "econom¨ªa social de mercado", un concepto que se ajusta mejor a Europa que la econom¨ªa de mercado desregulada. Ahora bien, conviene recordar que fue el modelo de la "econom¨ªa social de mercado" el que inspir¨® a los pioneros del Tratado de Roma e hizo posible, especialmente en Francia, el tr¨¢nsito hacia la econom¨ªa de mercado.
Por tanto, es importante para Europa -y m¨¢s que nunca en un momento en el que vuelven a prevalecer los imperativos del Estado y, globalmente, la necesidad de las regulaciones de tipo socialdem¨®crata- asumir su vocaci¨®n de preservar esa econom¨ªa social de mercado, y hacerlo sin complejos respecto al capitalismo financiero angloamericano, cuya quiebra estamos padeciendo todos.
Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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