?Alumnos peores, conocimientos mayores?
No tengo duda alguna de que el conjunto de ni?os y adolescentes que hoy visitan las aulas de nuestras escuelas y facultades tienen un nivel formativo y acumulan un conjunto de habilidades y conocimientos que no tiene parang¨®n en cualquier momento hist¨®rico anterior. Ante todo, por que son muchos m¨¢s que nunca, ya que desde hace tiempo estudiar como m¨ªnimo hasta los 16 a?os ya no es privilegio de algunos. Y segundo, porque la facilidad de acceso a informaci¨®n de todo tipo y la capacidad de disponer de la misma han incrementado exponencialmente el volumen de conocimientos disponible. A pesar de ello, las noticias que paulatinamente van apareciendo sobre nuestros sistemas educativos apuntan a un estado lamentable de los mismos. Esa contradicci¨®n tiene una parte de explicaci¨®n en los efectos que la democratizaci¨®n de la ense?anza ha generado y en el hecho de que los que antes no ten¨ªan ni acceso a las aulas hoy suman en las estad¨ªsticas de buenos y malos resultados, cuando adem¨¢s el sistema ha sido capaz de incorporar a muchos reci¨¦n llegados al pa¨ªs en un tiempo r¨¦cord.
"Los alumnos actuales son m¨¢s activos e inquietos de lo que lo ¨¦ramos yo mismo y mis coet¨¢neos"
Si trazamos un recorrido hist¨®rico de dos d¨¦cadas, la conclusi¨®n es que la educaci¨®n del pa¨ªs ha mejorado de manera muy notable en ese periodo, y lo ha hecho incorporando a j¨®venes que antes ten¨ªan muchas m¨¢s dificultades para acceder a los niveles superiores de la ense?anza, a ni?os y adolescentes procedentes de otros pa¨ªses en los que probablemente no hubieran accedido a esos niveles educativos, y -como nunca antes- a las mujeres. Dicho esto, es evidente que seguimos teniendo viejos problemas (los niveles educativos de los adultos son tremendamente negativos y no resisten comparaci¨®n alguna con los de los pa¨ªses a los que queremos compararnos) y nuevas preocupaciones (el alto nivel de fracaso escolar y de transici¨®n a los niveles posobligatorios de los adolescentes, aunque en este tema muchos otros pa¨ªses muestran problemas similares).
Las alarmas que se han ido activando en los ¨²ltimos tiempos han puesto m¨¢s de relieve los aspectos problem¨¢ticos y las carencias que las fortalezas que han permitido esos grandes cambios estructurales. Y en ciertas ocasiones, los medios de comunicaci¨®n han simplificado las evidentes complejidades del escenario educativo, buscando aquellos titulares que m¨¢s llamativamente refuerzan ciertos prejuicios y apriorismos. En ese contexto deber¨ªamos ver c¨®mo se ha publicitado el reciente estudio de la Fundaci¨®n SM que, bajo la direcci¨®n de ?lvaro Marchesi, trataba de analizar las relaciones entre j¨®venes docentes y sus colegas m¨¢s veteranos. El estudio, realizado a trav¨¦s de un cuestionario enviado a m¨¢s de 4.000 docentes y que fue contestado por unos 1.700 profesores, inclu¨ªa una pregunta que no ven¨ªa muy a cuento con relaci¨®n al tema central del estudio y que de hecho ocupaba s¨®lo uno de los 57 gr¨¢ficos que resum¨ªan los principales hallazgos del tema j¨®venes docentes-docentes experimentados. En esa pregunta se ped¨ªa la opini¨®n del conjunto de los profesores sobre qu¨¦ valoraci¨®n hac¨ªan de los alumnos actuales con relaci¨®n a los de hace unos a?os. La pregunta, planteada de manera equ¨ªvoca desde mi punto de vista, permit¨ªa escoger entre las siguientes alternativas: "tienen m¨¢s conocimientos", "son m¨¢s felices", "son peores que los de hace unos a?os", "tienen m¨¢s sentido de la justicia", "son similares a los de hace unos a?os". Como puede f¨¢cilmente observarse, no parece que sea sensato escoger entre alternativas que no tienen por qu¨¦ ser excluyentes. Un alumno puede ser feliz y tener un gran sentido de la justicia, y comportarse peor, o puede perfectamente ser un pedazo de pan, desde la perspectiva del docente, y ser m¨¢s bien infeliz y ab¨²lico ante problemas colectivos.
Los peri¨®dicos del d¨ªa 9 de octubre, que recog¨ªan las explicaciones de la rueda de prensa realizada por los impulsores del estudio, titulaban sin excepci¨®n: "Los alumnos de ahora son peores que los de hace a?os". La afirmaci¨®n se basaba en el hecho de que el 55,5 % de los 1.600 profesores implicados en la encuesta as¨ª lo afirmaban, mientras que el resto divid¨ªa sus opciones entre "son similares" (26,3%), "son m¨¢s felices" (7,3%), "tienen m¨¢s conocimientos" (4,5%) o "tienen m¨¢s sentido de la justicia" (2,2%). Los que m¨¢s de acuerdo estaban con el empeoramiento de los alumnos eran los profesores que llevaban m¨¢s de 30 a?os en la docencia, seguidos muy de cerca por los que llevaban menos de cuatro a?os. A la hora de explicar ese resultado, el resumen del estudio accesible en la web de la Fundaci¨®n SM menciona los cambios sociales acaecidos, la mayor permisividad de los padres y el menor respeto hacia el profesor. En la rueda de prensa se mencion¨® tambi¨¦n que "les cuesta m¨¢s aprender, atender y estarse quietos". Los promotores del estudio quitaron hierro al tema asegurando que para los docentes "cualquier tiempo pasada fue mejor".
No salgo de mi asombro. Mi experiencia docente y mi experiencia como padre m¨¢s bien me indica que los alumnos actuales son mucho m¨¢s activos, inquietos e inconformistas de lo que ¨¦ramos yo mismo y mis coet¨¢neos 30 o 40 a?os atr¨¢s, actitudes todas ellas imprescindibles para moverse en un escenario de conocimientos constantemente cambiante. Sin duda esos tiempos no eran mejores que los actuales para muchos de los que ten¨ªamos que aguantar una pedagog¨ªa obsoleta, jer¨¢rquica, autoritaria y metodol¨®gicamente deductiva. Confundimos constantemente los temas. No dudo de las dificultades de los docentes en momentos como los actuales, en que todo se mueve, y cuando otros agentes de socializaci¨®n y formaci¨®n han tendido a delegar en la escuela muchas de las tareas que antes se compart¨ªan. Pero no hay nada peor que endosar la carga de la situaci¨®n educativa a los alumnos, culpabiliz¨¢ndolos de problemas que deben ser compartidos y asumidos de manera colectiva.
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