El primero en caer
Gente mayor que ha visto desaparecer sus ahorros de toda la vida; padres de familia incapaces de pagar sus deudas hipotecarias; j¨®venes con estudios universitarios obligados a abandonar pisos reci¨¦n comprados, sus sue?os de prosperidad aniquilados: no es la excepci¨®n, es la nueva norma en Islandia, pa¨ªs cuya poblaci¨®n, la m¨¢s devastada por la actual crisis financiera mundial, se encuentra en estado de shock. "Como los sobrevivientes de un terremoto", se lamenta uno. "Nuestro 11 de septiembre", llora otro.
Islandia, una peque?a y desorbitada caricatura del crecimiento sin fin que parec¨ªa estar viviendo el mundo desarrollado, ofrece de repente una temible primicia de la debacle econ¨®mica que amenaza con reproducirse en Europa, en Estados Unidos y en el resto de los pa¨ªses ricos. Sin reservas de moneda extranjera, con casi la totalidad de la banca nacionalizada, y el pa¨ªs declarado pr¨¢cticamente "en bancarrota" por el primer ministro, el pa¨ªs est¨¢ en el epicentro de un terremoto global cuyo impacto ni el m¨¢s alocado c¨®mplice del ataque a las Torres Gemelas se hubiera atrevido a imaginar.
Los islandeses temen una emigraci¨®n masiva. Mil j¨®venes empleados de banco han sido despedidos en un mes
Se duda entre culpar al Gobierno, por haberlo desregulado todo, o a la extravagancia de los banqueros
Dos mujeres presiden los bancos nacionalizados. Los valores femeninos emergen ahora como una esperanza de futuro
El trauma -que se expresa con rabia, verg¨¹enza, miedo- parte del choque entre la enorme autosatisfacci¨®n acumulada durante a?os de desaforado crecimiento y lo estrepitosa que ha sido la ca¨ªda. Un informe de Naciones Unidas identific¨® a Islandia a principios de a?o como el mejor lugar del mundo para vivir. Un estudio acad¨¦mico publicado en importantes peri¨®dicos mundiales en 2006 afirm¨® que los islandeses eran la gente m¨¢s feliz de la tierra. Hoy Islandia est¨¢ a merced del Fondo Monetario Internacional, como si ocupara no el primer lugar, sino, como Sierra Leona, el ¨²ltimo en la lista del ?ndice de Desarrollo Humano de la ONU. Como s¨ªntoma de la desesperaci¨®n reinante, el Gobierno analiza la posibilidad de aceptar un pr¨¦stamo gigantesco de Rusia, pa¨ªs cuya poblaci¨®n, seg¨²n el estudio acad¨¦mico de 2006, es la m¨¢s infeliz del mundo.
Los criterios de desarrollo en los que se bas¨® la ONU no consist¨ªan ¨²nicamente en el hecho de que este pa¨ªs de 300.000 habitantes, ubicado en uno de los ecosistemas m¨¢s inh¨®spitos de la Tierra, hab¨ªa llegado a colocarse en el sexto lugar del mundo por su producto interior bruto per c¨¢pita. Cuando los islandeses se recuperen del susto recordar¨¢n que sus sistemas p¨²blicos de sanidad y educaci¨®n no tienen parang¨®n. Que el Estado contribuye de manera activa a que las madres tengan las mismas posibilidades de acceder al mercado laboral que los padres. Que Islandia es l¨ªder mundial en cuanto a energ¨ªa limpia y renovable: el uso de agua caliente proveniente de las entra?as volc¨¢nicas de la isla nutre al pa¨ªs de electricidad. Que hay una cultura de lectura y de m¨²sica que se encuentra en poqu¨ªsimos lugares del planeta.
Pero los logros acumulados a lo largo de los mil a?os de presencia humana en la isla se ven ahora en riesgo debido a la exuberancia vikinga, que muchos hab¨ªan identificado como el motor del milagro island¨¦s, como el motivo por el cual el pa¨ªs pas¨® en medio siglo de ser el m¨¢s pobre de Europa a uno de los m¨¢s ricos, con desempleo cero. En mayo pasado, el propio presidente, ?lafur Ragnar Gr¨ªmsson, se hab¨ªa jactado, en un discurso en Londres, de las ancestrales virtudes vikingas -la osad¨ªa masculina por excelencia de salir a conquistar el mundo en peque?os barcos de madera, sin miedo alguno- como motivo de "la superioridad empresarial" del island¨¦s. Hace dos semanas, en plena ca¨ªda libre de la econom¨ªa, Gr¨ªmsson fue operado del coraz¨®n, y el lunes pasado apareci¨® en televisi¨®n pidiendo disculpas a la naci¨®n por haber hecho el rid¨ªculo ante el mundo. Los banqueros islandeses, la vanguardia vikinga, operaban en 20 pa¨ªses y hab¨ªan comprado grandes empresas en Inglaterra y Dinamarca, sin excluir, como si fueran jeques ¨¢rabes u oligarcas rusos, un equipo de f¨²tbol londinense. Pero, al hacerlo, la deuda nacional se multiplic¨®; se rompieron los v¨ªnculos bancarios en los que se sustenta el sistema financiero mundial, y la burbuja islandesa explot¨®.
Los islandeses se debaten hoy entre echarle la culpa al Gobierno, por haber desregulado las leyes de manera tal que todo val¨ªa, o a los banqueros, cuya extravagancia era observada por el resto de los ciudadanos en las fiestas espont¨¢neas que montaban en los bares de Reikiavik, la capital, donde consum¨ªan champ¨¢n a 1.000 euros la botella como si fuera cerveza.
Thorir Bergsson es de los que se inclinan por culpar al Gobierno, y de los que espera que el Gobierno d¨¦ ahora con una soluci¨®n a su apremiante, y absolutamente t¨ªpico, dilema.
Bergsson, de 39 a?os, es cocinero en el que hab¨ªa sido hasta hace un mes un exitoso restaurante en el centro de Reikiavik. Ahora ha bajado la clientela en un 40%, han despedido a varios empleados y ¨¦l mismo se plantea la posibilidad de aceptar una reducci¨®n de su salario. Su mujer es antrop¨®loga y trabaja en el municipio de Reikiavik en el departamento de inmigrantes, un puesto de trabajo que pronto podr¨ªa tener poca relevancia, ya que los inmigrantes -de los pa¨ªses b¨¢lticos principalmente- se est¨¢n yendo, debido a que la moneda islandesa, el krona, est¨¢ en ca¨ªda libre y que de repente se plantea la seria posibilidad de que los propios islandeses empiecen a competir "por los trabajos de manos sucias", como dice Bergsson.
Pero esto no es lo peor. Lo peor es que Bergsson, sencillamente, no puede pagar su mensualidad hipotecaria, ni la del pr¨¦stamo de su coche, sin que los cuatro ni?os que viven con ¨¦l y su mujer pasen hambre. La pareja tiene dos hijos peque?os, pero cada uno cuenta adem¨¢s con un hijo adolescente de anteriores relaciones -situaci¨®n que en Islandia no s¨®lo es com¨²n, sino que se vive con entera naturalidad-. Entre los dos se ganaban muy bien la vida: lo que hace muy poco hubieran sido unos 8.500 euros al mes, o 850.000 kronas, y ahora son 6.000, con tendencia clara a bajar. Como muchos islandeses, optaron, aconsejados por el banco, por una hipoteca calculada en una mezcla de monedas extranjeras. La consecuencia ha sido que, si antes pagaban 160.000 kronas al mes por la casa, el banco les ha informado de que la pr¨®xima cuota ser¨¢ de 400.000. Por el coche tiene que pagar 60.000. "Si agregamos el 36% de impuestos que nos quitan de nuestros sueldos, nos quedamos pr¨¢cticamente con nada", dice Bergsson. "Por eso pienso ir al banco y decirles que no vamos a pagar. Todo el mundo est¨¢ en las mismas. El pa¨ªs entero est¨¢ congelado, a la espera de algo".
Por ejemplo: que con las divisas que lleguen del FMI, de los rusos, o, como muchos desean, de los primos escandinavos (ya que todos temen las condiciones que podr¨ªan imponer los otros dos), el gobierno pueda montar un plan de rescate. "Hay otra cosa que prefiero ni pensar", dice Bergsson, que insiste en que est¨¢ manteniendo la calma aunque sus ojos no oculten un aire de ansiedad que roza el dolor. "Mi casa, en la que hab¨ªa invertido tanta ilusi¨®n, adem¨¢s de dinero, pierde valor cada d¨ªa que pasa. ?Qu¨¦ va a significar eso para mis ahorros cuando sea mayor?".
Bergsson reconoce, de todos modos, que hay "mucha gente" pas¨¢ndolo peor que ¨¦l. Por ejemplo, los 1.000 j¨®venes empleados de banco -en muchos casos, la flor y nata del sistema universitario island¨¦s, con masters y doctorados en el extranjero- que han sido despedidos este mes y que hab¨ªan apostado por la buena vida con mucha m¨¢s exuberancia crediticia que ¨¦l. "Yo todav¨ªa puedo reconstruirme, pero los que m¨¢s pena me dan son todos los mayores que han perdido sus ahorros".
Ha sido sorprendente ver la reticencia de los islandeses (Bergsson es un caso excepcional) a contar los dramas que est¨¢n viviendo. Se demuestra en el hecho de que los peri¨®dicos islandeses casi no hayan publicado ninguna historia con nombre y apellidos sobre el impacto de la crisis en la calle. Es como si los periodistas entendieran que a los islandeses les da verg¨¹enza mirarse en el espejo. Por eso, la mayor¨ªa de las historias que uno oye son de segunda mano.
Como el caso, tambi¨¦n t¨ªpico, del suegro del escritor Throstur Helgason, que se jubil¨® el viernes anterior al lunes en el que nacionalizaron su banco, el Glitnir. "Tiene 70 a?os. Fue ejecutivo de una gran empresa hidroel¨¦ctrica", cuenta Helgason. "A principios de a?o, el banco le convenci¨®, a ¨¦l y a muchos en su situaci¨®n, para que pasara sus ahorros de toda la vida de una cuenta s¨®lida que daba un inter¨¦s del 14% a una que daba un 20%, y le aseguraron que, aunque en teor¨ªa ten¨ªa m¨¢s riesgo, en la pr¨¢ctica era igual de segura. La solidez de la banca mundial era su garant¨ªa, le dijeron. As¨ª que transfiri¨® los fondos y, apenas 48 horas despu¨¦s de haber concluido su vida laboral, vio c¨®mo todo el dinero acumulado a lo largo de su vida, para disfrutar de una feliz jubilaci¨®n, hab¨ªa desaparecido del mapa".
Helgason, que tiene tres hijos peque?os, tiene la enorme suerte de haber terminado pr¨¢cticamente de pagar su hipoteca. Pero tampoco se considera a salvo. Por un lado, porque su esposa, la directora del Festival de Cine Internacional Anual de Reikiavik, no sabe si la muestra se celebrar¨¢ el a?o que viene, ya que el principal patrocinador es un banco island¨¦s. Por otro, porque Helgason ha escrito tres libros que su editorial se hab¨ªa comprometido a publicar, pero ahora no posee el dinero para imprimir. Encima, dice Helgason, que es jefe de la secci¨®n de cultura de un diario island¨¦s, hay indicios de que la mayor cadena de distribuci¨®n de libros del pa¨ªs est¨¢ a punto de quebrar, lo que arrastrar¨ªa a la ruina a la principal editorial islandesa. "?Y todo esto en un pa¨ªs en el que, hasta ahora, la gente ha comprado m¨¢s libros que en cualquier otro!".
En cuanto a su tradici¨®n musical, el pa¨ªs ha sufrido otro duro golpe moral al anunciarse la cancelaci¨®n de una gira de la orquesta sinf¨®nica nacional programada en Jap¨®n este mes. "Los organizadores japoneses escribieron para decir que, dada la crisis que atravesaba Islandia, mejor que no vinieran", cuenta Helgason.
Una salida para los m¨²sicos -y los dem¨¢s islandeses preparados para competir en el ¨¢mbito internacional, que son muchos- es emigrar. Este, precisamente, es el temor m¨¢s grande de la docena de personas con las que EL PA?S habl¨® para este reportaje. "Si vamos a salir del l¨ªo, si vamos a reconstruir el pa¨ªs sobre bases m¨¢s s¨®lidas y duraderas, si vamos a dar el paso esencial de diversificar nuestra econom¨ªa, lo que no debe ocurrir es una estampida de cerebros", argumenta Svafa Gronfeldt, rectora de la Universidad de Reikiavik. "Somos un pueblo de sobrevivientes por definici¨®n. El haber creado una buena vida aqu¨ª ha sido fruto de una tremenda imaginaci¨®n y capacidad pr¨¢ctica. Nuestra gran ventaja hoy es que tenemos a gente joven altamente competitiva en el mercado mundial, que adem¨¢s se maneja a la perfecci¨®n en ingl¨¦s. Ahora, si se van...".
Thorir Bergsson no es un caso t¨ªpico, porque es cocinero (aunque uno de los s¨ªntomas del ¨¦xito island¨¦s ha sido la proliferaci¨®n de excelentes restaurantes en la capital), pero s¨ª refleja la actitud de mucha gente que comparte la opci¨®n de buscarse la vida en el extranjero. "No queremos irnos, aunque tanto mi mujer como yo sabemos que podr¨ªamos conseguir empleo fuera. Sin duda", dice. "Pero es que ser¨ªa terrible que gente de mi generaci¨®n abandonara el barco ahora. Aunque, claro, si el bienestar de nuestros hijos est¨¢ en juego, nuestro idealismo no durar¨¢ para siempre".
Dagur Eggertson, ex alcalde de Reikiavik y m¨¦dico de profesi¨®n, asegura que el trauma que vive el pa¨ªs se multiplica, especialmente en el caso de gente mayor que ha perdido sus ahorros, ante la posibilidad de que "los mejores y los m¨¢s listos" se vayan. "No s¨®lo es que nos costar¨ªa much¨ªsimo m¨¢s levantarnos econ¨®micamente; es que ¨¦ste es un pa¨ªs en el que las familias est¨¢n muy unidas, quiz¨¢ m¨¢s unidas ahora que nunca, y el impacto emocional ser¨ªa atroz. Conozco a un se?or que trabaja para el Gobierno cuyos tres hijos -dos de ellos banqueros; el otro, ejecutivo de una empresa de telefon¨ªa- acaban de perder sus trabajos. Ve casi inevitable que emigren los tres".
Pero Eggertson comparte la opini¨®n de Svafa Gronfeldt, la rectora de la universidad, de que Islandia puede dar una lecci¨®n al mundo sobre c¨®mo salir de la actual crisis. "Debemos reflexionar sobre la humillaci¨®n que hemos sufrido, abandonar estos viejos valores vikingos y reemplazarlos por otros".
?Qu¨¦ otros? La respuesta la tienen Gronfeldt y otra media docena de mujeres entrevistadas por este peri¨®dico: "Con valores femeninos". Islandia es el pa¨ªs con el porcentaje m¨¢s alto de mujeres con empleo. Pero, como dice Gronfeldt, hasta ahora casi todas se han quedado estancadas en el segundo o tercer nivel empresarial. "Las mujeres tienen la preparaci¨®n y la habilidad, y esta crisis va a acelerar el movimiento hacia arriba".
Ya se ha comenzado a experimentar el fen¨®meno, y de manera fulminante. Los nuevos presidentes de los dos grandes bancos nacionalizados son, por primera vez, mujeres, lo que un ministro describi¨® como un intento de implantar "una nueva cultura" en el mundo bancario y lo que provoc¨® este titular del Financial Times: "Mujeres islandesas, a limpiar el desorden masculino".
"S¨ª", dice Halla Tomasdottir, "pero esta vez, despu¨¦s de limpiar, nos vamos a quedar". Tomasdottir ha aparecido como la portavoz de una nueva corriente a favor de que las mujeres ocupen puestos clave de liderazgo en la nueva Islandia, que se espera que emerja de las ruinas de la antigua. "Antes s¨®lo rem¨¢bamos; ahora vamos a decidir ad¨®nde vamos".
Tomasdottir posee, hoy m¨¢s que nunca, los atributos de una gran capitana. Es la presidenta de Audur Capital, la ¨²nica consultora financiera de Islandia cuyos clientes no s¨®lo no han perdido dinero en la crisis, sino que han salido ganando. "Los ¨²ltimos cuatro a?os he estado observando, incr¨¦dula, el modelo imperante de inversiones. Todo pensado a corto plazo, sin tomar en cuenta las consecuencias sociales; apostar todo a enormes ganancias sin evaluar seriamente los riesgos; un grotesco exceso en los incentivos a los individuos que lideran las inversiones, y, en general, una preponderancia desmesurada de testosterona en la toma de decisiones".
"Las mujeres islandesas y en todo el mundo son m¨¢s pr¨¢cticas que los hombres, tienen los pies m¨¢s firmemente plantados en la tierra y estudian con m¨¢s mesura las consecuencias de los riesgos que toman", dice Tomasdottir, que el martes pronunci¨® un discurso sobre el tema -recibido con fervor- ante 100 de las mujeres m¨¢s influyentes de Islandia.
"No es el fin del capitalismo, como algunos dicen", explica Tomasdottir. "Es el comienzo de un capitalismo mejorado, dirigido no por las mujeres solas, claro que no, sino guiado por un concepto m¨¢s femenino de la vida". Eso consiste "en pensar m¨¢s a largo plazo, trabajar m¨¢s en equipo y tomar en cuenta no s¨®lo las ganancias inmediatas de los inversores, sino valores m¨¢s amplios, como el bienestar de la sociedad en su conjunto".
Tomasdottir, una mujer de una tremenda energ¨ªa y extravagante buen humor, dice estar entusiasmada ante los retos que hay por delante. "Sorprenderemos al mundo, saldremos fortalecidos de todo esto, y el mundo imitar¨¢ nuestro ejemplo. ?Ya ver¨¢!".
Pero antes, y esto no lo niega ni ella, tendr¨¢n que pasar tres o cuatro a?os duros. Habr¨¢ desempleo por primera vez en Islandia, quiz¨¢ por mucho tiempo; la moneda bajar¨¢ antes de volver a subir; algunos de los "mejores" se ir¨¢n para siempre, y los mayores se lamentar¨¢n de haber perdido la oportunidad de celebrar su largamente anticipado retiro. "La fiesta", como dice Throstur Helgason, "se acab¨®". "Les contar¨¦ a mis hijos las grandes borracheras con champ¨¢n que montaban los j¨®venes banqueros y no se lo creer¨¢n".
C¨®mo se ha llegado al desastre
Islandia ha tenido que nacionalizar dos de sus tres bancos m¨¢s importantes, tiene una inflaci¨®n del 15% y cuenta con una moneda, la corona, cuyo valor ha bajado el 60% en un a?o. ?C¨®mo ha podido ocurrir? Los expertos lo atribuyen a varios factores. Uno de ellos es la pol¨ªtica de su Banco Central, que hab¨ªa situado los tipos de inter¨¦s incluso por encima del 15%. En una econom¨ªa peque?a, como la islandesa, el dinero caro atra¨ªa a los especuladores, a la vez que animaba a las empresas del pa¨ªs y a los particulares a pedir pr¨¦stamos en pa¨ªses con tipos m¨¢s bajos. Con el derrumbe provocado por la crisis mundial, la rueda endeudamiento/inversi¨®n se ha parado. A finales de 2007, los activos bancarios equival¨ªan al 800% del PIB island¨¦s y se extend¨ªan a Reino Unido y los pa¨ªses b¨¢lticos, entre otros. Para salir de esta situaci¨®n, Islandia cuenta con una reserva de divisas muy peque?a; y como nadie quiere una moneda nacional como la corona -en tiempo de crisis-, el Gobierno no puede organizar un plan de rescate y se ve obligado a pedir financiaci¨®n urgente en el extranjero.
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