Gestionar el riesgo
A pesar de la extendida creencia de que las t¨¦cnicas de prevenci¨®n de riesgos se ci?en a los conocidos riesgos laborales, lo cierto es que aqu¨¦llas se extienden a la par de la ya consabida sociedad del riesgo. As¨ª pues, aunque por una inapropiada comunicaci¨®n lo pueda parecer, las t¨¦cnicas de prevenci¨®n de riesgos no se ci?en solamente a los llamados riesgos laborales en la medida que nos hallamos ante una sociedad del riesgo. As¨ª, los riesgos tecnol¨®gicos, alimentarios, financieros, industriales, naturales, de la movilidad o de la exclusi¨®n social, por ejemplo, configuran un entorno, el de nuestras sociedades, de amplia visibilidad, impredecibilidad y globalidad de los mismos.
Aunque el riesgo es definido, mayoritariamente, en un limitado marco t¨¦cnico de salud y seguridad, no podemos ocultar que su realidad nos obliga a una aproximaci¨®n m¨¢s hol¨ªstica e integral. Las percepciones del riesgo -al menos tantas como vivencias de individuos y sociedades- est¨¢n basadas en complejos sistemas de creencias, valores e ideales que constituyen una cultura. As¨ª, cada persona, cada grupo de personas, perciben y experimentan los riesgos de una forma distinta y, en consecuencia, act¨²an de diferentes maneras. En este sentido, la pluralidad en la definici¨®n del riesgo deber¨ªa verse reflejada en paralelas relaciones pol¨ªticas o sociales en la medida en que refleja voces discordantes as¨ª como modelos distintos de delegaci¨®n de culpas o responsabilidades.
Ante la diversidad de riesgos los sistemas preventivos se despliegan en tres ¨¢reas principales: detecci¨®n, gesti¨®n del riesgo y comunicaci¨®n del mismo. Si las dos primeras son relativamente conocidas por el p¨²blico en general, la tercera reviste una importancia capital en un contexto de sociedad red como el actual. As¨ª, la comunicaci¨®n es esencial porque a pesar de lo correcto del an¨¢lisis y la gesti¨®n, una ineficaz pol¨ªtica comunicativa del riesgo imposibilita cualquier esfuerzo en los ¨¢mbitos anteriores. Recordemos, por ejemplo, lo sucedido recientemente en los incidentes de las centrales nucleares de Asc¨® y Vandell¨°s, en los que la falta de pol¨ªtica comunicativa ha sido contestada no s¨®lo por los ayuntamientos afectados y los trabajadores, sino incluso por el mismo regulador: el Consejo de Seguridad Nuclear.
Como en el caso citado, los analistas del riesgo y los dise?adores de pol¨ªticas de las agencias reguladoras ven frustradas, frecuentemente, sus expectativas de comunicar y, por tanto, de poder regular los riesgos de una manera eficiente. Parte de este problema de comunicaci¨®n lo podemos reducir a dos cuestiones fundamentales. Por un lado, a la elevada selecci¨®n, las m¨¢s de las veces sensacionalista y poco apropiada cobertura medi¨¢tica, y a las acciones regulatorias para controlarlos. Por otro, a los l¨ªmites del p¨²blico para entender la informaci¨®n t¨¦cnica y su acusada intolerancia a las incertidumbres cient¨ªficas y las obligaciones y responsabilidades regulatorias. Esta situaci¨®n se ve agravada por una p¨¦rdida de confianza del p¨²blico y de credibilidad hacia los cient¨ªficos, en general, y las agencias reguladoras, en particular.
Es por ello imprescindible plantearse qu¨¦ significa comunicar el riesgo y constatar que ello implica tambi¨¦n cuestiones de responsabilidad social y de legitimidad pol¨ªtica: ?qu¨¦ informaci¨®n debe ser transmitida al p¨²blico?, ?qu¨¦ grado o nivel de certidumbre es esperable y/o deseable antes de comunicar el riesgo?, ?qu¨¦ roles o l¨ªmites gubernamentales son apropiados en el control y la comunicaci¨®n de informaci¨®n sobre el riesgo?
As¨ª, la comunicaci¨®n del riesgo compromete, m¨¢s all¨¢ de la simple transmisi¨®n de informaci¨®n, a una extensa variedad de p¨²blicos: los cient¨ªficos, los profesionales, los activistas, los juristas, las agencias reguladoras, los periodistas... Sus apuestas econ¨®micas, su ideolog¨ªa profesional, su responsabilidad administrativa, sus creencias pol¨ªticas, religiosas, etc¨¦tera, pueden (y de hecho, as¨ª es) influir en sus percepciones sobre la tecnolog¨ªa, la interpretaci¨®n de la evidencia y su visi¨®n sobre las mejores formas de comunicar los riesgos. Al riesgo lo podemos considerar parte de un proceso de construcci¨®n social, y su evaluaci¨®n, an¨¢lisis y gesti¨®n devienen en este sentido productos de aquel proceso. En resumen, no existe riesgo sin construcci¨®n social del mismo y a la vez se hacen imposibles aquellas pol¨ªticas preventivas que no impliquen el conocimiento detallado de los distintos p¨²blicos comprometidos en esta construcci¨®n.
Ramon-Jordi Moles Plaza y Anna Garcia Hom son profesor y doctora del Centro de Investigaci¨®n para la Gobernanza del Riesgo de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona y de la Universitat Oberta de Catalunya.
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