'Un bel morir...'
Tampoco los funerales son lo que fueron. Hoy, en Sancho de ?vila, se despide a un ser querido con un tr¨ªo que interpreta un pica-pica de melod¨ªas vagamente melanc¨®licas, m¨¢s que f¨²nebres: un largo de Vivaldi, el Ave Maria, de Schubert, y El cant dels ocells (caso curioso de evoluci¨®n del terreno de la pol¨ªtica al de las exequias). Hubo, sin embargo, unos tiempos en que se escrib¨ªa m¨²sica espec¨ªfica para difuntos, pero ¨¦sta, andando los a?os, abandon¨® la iglesia para instalarse en la sala de conciertos. El caso del R¨¦quiem de Verdi constituye un momento clave de esa evoluci¨®n. Se interpret¨® una sola vez como misa, el 22 de mayo de 1874, en la iglesia de San Marcos de Mil¨¢n, al cumplirse el primer aniversario de la muerte del escritor al que le fue dedicada, Alessandro Manzoni. Despu¨¦s migr¨®, ya para siempre, a los auditorios y, cosa menos frecuente, a los teatros de ¨®pera.
'R¨¦quiem'
de Giuseppe Verdi. Orquesta y coro del Gran Teatro del Liceo. Cor de Cambra del Palau. Hasmik Papian, soprano; Luciana d'Intino, mezzosoprano; Josep Bros, tenor; Ren¨¦ Pape, bajo. Enrique Mazzola, direcci¨®n. Palau de la M¨²sica, Barcelona. Temporada Palau Cent, 19 de octubre.
Oficio obliga. Verdi, mangiapreti (comecuras) recalcitrante, dio a la muerte, en esta imponente partitura, un contenido fuertemente dram¨¢tico, m¨¢s que espiritual. Dicho de otro modo, se puso de la parte del muerto para narrarnos la congoja del ¨²ltimo aliento, el horror ante el juicio final, la imploraci¨®n angustiada del perd¨®n, la compasi¨®n y el anhelo de paz, siempre velados por una difusa amenaza. Demasiadas ¨®peras llevaba el compositor a sus espaldas como para ceder a esas alturas el protagonismo a Dios. ?l necesitaba personas de carne y hueso para su m¨²sica.
Marca de la casa
El Liceo ha convertido este R¨¦quiem verdiano en marca de la casa, de manera que no es de extra?ar que lo llevara al Palau de la M¨²sica para celebrar el centenario del edificio de Dom¨¨nech i Montaner (lo repetir¨¢ este mi¨¦rcoles en campo propio). Quien escribe a¨²n recuerda a Romano Gandolfi -de Parma, como Verdi- arrancando al coro de la Rambla, con la vehemencia que le caracterizaba, el "Quantus tremor es futurus" del Dies irae como un estertor de moribundo, all¨¢ por 1982.
Ha llovido desde entonces, pero la obra sigue siendo una pi¨¨ce de r¨¦sistance del conjunto, que para la ocasi¨®n se vio reforzado por el Cor de Cambra del Palau, en una uni¨®n temporal de empresas de alto contenido simb¨®lico.Gran reparto de voces solistas, con especial brillo de las masculinas. La soprano Hasmik Papian, que sustituy¨® a Angela Brown, sali¨® del Libera me, Domine con alg¨²n rasgu?o, pero entera. Direcci¨®n seria, sin aspavientos, de Enrique Mazzola. Manifiestamente mejorables los violonchelos.
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