Guillermo solo
Una compa?era de desvelos filos¨®ficos y querida amiga, Celia Amor¨®s, acu?¨® hace a?os este apotegma irrefutable: si el amor no es fou, no es ni fu ni fa. Estoy seguro de que Guillermo Cabrera Infante lo hubiera suscrito sin dudar: es m¨¢s, como dicen los franceses, "hubiera aplaudido con las dos manos"..., lo cual no deja de ser un exceso de entusiasmo, porque nadie puede aplaudir con una sola mano. ?Ah, Guillermo, Guillermo el Travieso, Guillermo el Terrible, nuestro Guillermo! Con la m¨¢s sublevada de las rebeld¨ªas -la que guardamos para nuestra propia muerte- sus amigos nos hacemos a la idea de su desaparici¨®n; sin embargo, en tanto lectores suyos, la resignaci¨®n es sencillamente imposible. Por fortuna nunca faltan ni creo que lleguen a faltar los buenos escritores, digan lo que quieran los fastidiosos chantres de la decadencia universal: pero Guillermo el Ins¨®lito no era s¨®lo un buen escritor sino una voz tan rabiosamente personal que ninguna otra puede sustituirla. Persona se llam¨® primero a la m¨¢scara, pero hoy lo personal es aquello imposible de enmascarar, la m¨¢scara sin disfraz. Guillermo el Insustituible es el Hombre Desenmascarado al que seguiremos buscando siempre, tras cada cosa y cada prosa: sub rosa.
El Ins¨®lito no era s¨®lo buen escritor, sino una voz rabiosamente personal
De modo que esper¨¢bamos la novela p¨®stuma de Guillermo con ansia y p¨¢nico: como la primera cita de amor. Su preparaci¨®n editorial corri¨® a cargo de Miriam G¨®mez, as¨ª que por ese lado todos tranquilos porque no pod¨ªa haber estado cuidada por mejores manos. Pero ?y si el arte incompleto, inacabado por la zarpa de la fatalidad, se quedaba a medio camino y del encuentro con esas p¨¢ginas s¨®lo quedaba semisatisfecha la empalagosa nostalgia? Ahora ya hemos salido de dudas para entrar en ¨¦xtasis: La ninfa inconstante (ed. Galaxia Gutenberg) no es la ninfa decepcionante sino sencillamente Cabrera Infante puro y duro, entero y verdadero. No es algo que se a?ade a su corpus sino uno de los mejores frutos de su ¨¢nimus. El loco amor que nada sabe y todo lo busca de la primera juventud, con el retrato magistral de Estela, la adolescente diferente, indiferente, a la que Ca¨ªn nunca vio re¨ªr ni sonre¨ªr, siempre seria "con una seriedad tan profunda como s¨®lo la he visto en los ni?os cuando van a llorar".
Reencontrar a Guillermo, solo y verdadero, cu¨¢nto gozo. Y su Habana "que parece -aparece- indestructible en el recuerdo: eso la hace inmortal". Para algunos de nosotros, es la ¨²nica Habana que hay, porque nunca quisimos ir a la otra sin Guillermo: no sin nuestro Guillermo. En cuanto a la dictadura castrista, para saber lo mala que es no hace falta viajar: basta con tratar a quienes entre nosotros simpatizan con ella. He terminado La ninfa inconstante en San Sebasti¨¢n, en pleno festival de cine, como aquel que a veces compartimos con Guillermo y Miriam, con N¨¦stor Almendros, con Jos¨¦ Luis Guarner, con Ricardo Mu?oz Suay, con tantos otros y otras. Las ninfas, por inconstantes que sean, nunca mueren pero los dem¨¢s s¨ª. Vuelvo una y otra vez a este dictamen terrible: "Virgilio se equivoc¨®. El amor no lo conquista todo. El amor no conquista nada. A¨²n m¨¢s, la nada lo conquista todo. La nada es omnipotente". Que no, carajo, que no.
Babelia
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