Responsabilidad de la industria
Durante d¨¦cadas, casi podemos hablar ya de siglos, se ha consensuado la idea de que las clases obreras ten¨ªan un gusto vulgar. Pero nunca, en todo ese tiempo en el que los pobres adquir¨ªan la versi¨®n barata del mobiliario burgu¨¦s, se habl¨® del causante de ese desatino. Nunca se coment¨® que la industria, la que hac¨ªa posible esa insensatez, hab¨ªa estado siempre en manos de un burgu¨¦s. Desde que la revoluci¨®n industrial hizo posible la reproducci¨®n de las modas a precios econ¨®micos y con materiales baratos, parec¨ªa impensable que alguien con pocos medios quisiese decorar su casa de otra manera que con pretensi¨®n.
Lo cierto es que ese obrero no ten¨ªa opci¨®n. No s¨®lo porque su vecino tuviera la casa igual (con cortinajes cegando la luz, tapetes de nailon y flores de pl¨¢stico), sino porque no exist¨ªa alternativa para acomodarse en casa. La clave estaba en un c¨ªrculo vicioso. La industria que fabrica esos enseres, la misma en la que ¨¦l obten¨ªa dinero para comprar esos muebles, s¨®lo le daba esa posibilidad: sueldo para comprar lo m¨¢s barato. Y lo m¨¢s barato resultaba siempre lo m¨¢s pretencioso.
La responsabilidad de la industria -cultural y social- es algo que en Espa?a nunca nos hemos planteado. Tal vez haya llegado el momento de hacerlo. No se pueden prohibir los objetos de mal gusto porque eso es algo subjetivo. Por tanto, la prohibici¨®n s¨®lo puede llegar como responsabilidad, o como autocensura. Tal vez un productor de bibelots de porcelana convertido en millonario por las ventas de unas figurillas que desprecia podr¨ªa preguntarse qu¨¦ est¨¢ haciendo con su vida. Aunque su cuenta corriente tenga muchos ceros, llegado un punto tendr¨¢ que afrontar que ha dedicado su existencia a hacer dinero con una venda en los ojos. ?Qui¨¦n habr¨¢ tenido entonces mal gusto? ?El que muestra la figurilla en su casa o el que la hizo posible?
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